Decía Paco Vázquez, el anterior presidente del Club de Pescadores Deportivos Casería de Ossio, ahora Club de Pescadores y Escuela Municipal de Vela, que el Ministerio de Medio Ambiente, Costas y como se hayan ido llamando desde entonces -porque la entrevista fue hace unos años- no habían tirado el proyecto de regeneración de la Casería “por vergüenza”.
Sostenía Vázquez que las veces que habían anunciado esa regeneración y lo que se había añadido después con la comunicación entre la Casería y Bahía Sur, los incumplimientos de tantas promesas mantenían el proyecto en los cajones, aunque parado.
Dudosa deferencia conociendo lo que se cuece en esos ministerios, pero tampoco es cuestión de quitarla la ilusión a Vázquez y decirle que a estas alturas el proyecto ha pasado por la máquina de picar papeles y se ha convertido en papelillos.
La historia de la Casería y los proyectos para la zona ha sido tan bochornosa que lo más normal es que hayan hecho desaparecer hasta las grapas.
De otra forma no se entiende que todo esté como ha estado durante decenios y nadie haya puesto en marcha las palas que iban a tirar todo lo tirable. Aunque quizá el Bartolo se salvara por estar allí antes de la Ley de Costa, como apunta la norma sobre chiringuitos.
El Club de Pescadores Deportivos de la Casería, personas humildes sin grandes pretensiones, sólo buscaba salir de esas instalaciones precarias junto al Bartolo y tener unos atraques y unos almacenes para guardar los enseres.
Tenían una concesión de Costas para ocupar un pequeño espacio y tenían el permiso de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía. Sólo faltaba el Ayuntamiento de San Fernando y podrían haber comenzado a construir su sueño poco a poco.
Entonces llegaron ellos
El Ayuntamiento, sin embargo, quiso tener arte y parte en ese proyecto y no iba con las mismas intenciones que los pescadores. Eran los tiempos del ladrillo, del desarrollo del Sector I-Casería Norte, el único sin desarrollar del PGOU de 1992 y de los grandes proyectos.
Arenal 2000, a través de una empresa instrumental, consiguió los permisos necesarios para construir siete torres en la Casería, frente a la Bahía y varios cientos de casas unifamiliares detrás.
Al otro lado, pasando la línea de seguridad de Defensa -justo en medio de la cuarta torre de Arenal 2000- estaban los terrenos de San Carlos, donde a través de los distintos planes de reforma interior, los PERI, se iban a construir nueve torres y muchas viviendas unifamiliares, luego viviendas más altas y menos torres, luego otros cambios a que obligaba el Ministerio de Defensa y todavía está sin definir lo que se quiere hacer. Pero era todo a lo grande. Muy grande.
Las miles de personas que se iban a meter en la zona norte de la ciudad podrían salir a través de casi autovías que irían desde Tres Caminos a Bahía Sur, la Ronda Norte, atravesando toda la población militar de San Carlos. Y desde la ciudad, una ronda perpendicular a la primera llegaría desde la estación de Renfe hasta los suelos de San Carlos, hasta la Casería.
Esos eran los proyectos del Gobierno municipal de la época para solucionar lo que era y sigue siendo una ratonera que ni siquiera servía como suelo industrial por las malas comunicaciones. La Constructora sacaba sus productos a través de la bahía y en barcazas.
La calle es mía
Ante esos planes para una ciudad del siglo XXI, ¿cómo iba a dejar el Ayuntamiento de San Fernando, el mismo que iba a construir el Parque de la Historia y el Mar y el acuario más grande de Andalucía -con tiburones y todo- que la joya de la corona no contara con un Club Náutico Moderno, acorde con su categoría y esplendor?
El Ayuntamiento de San Fernando no concedió el permiso que les faltaba a los pescadores. Les hizo una oferta mejor. El municipio pediría la concesión a Costas, construiría un edificio para el Club y aportaría cien embarques en los pantalanes. Aquello sería el Club de Pescadores Deportivos y Escuela Municipal de Vela. Una apuesta por mirar al mar. Lo siempre soñado.
El Ayuntamiento consiguió la concesión de Costas y construyó el club. En bruto, porque el convenio especificaba que el resto lo ponían los pescadores. También consiguió la concesión para el Club Puente de Hierro, en esta ocasión para limpiar de chabolas los alrededores del Parque de la Historia y el Mar.
Por acuerdo plenario, el Consistorio depositó las concesiones en manos de ambos clubes y ahí comenzaron a surgir los problemas.
Los planes municipales para urbanizar todo el sector se toparon con la crisis cuando ya iban tres torres construidas y encima con un pleito tardío y estúpido de la Junta.
El Plan Especial de Reforma Interior de San Carlos, con las alegaciones vinculantes de Defensa y el Plan General de Ordenación Urbana en lo que respecta a la zona militar de San Carlos cayó por su propio peso.
Los andalucistas en el Gobierno habían pintado la ciudad ideal -los militares se las dieron por el norte y por el sur- pero no habían contado con nadie. Sólo pintaron y pintaron.
Defensa dijo que no se podía hacer un bulevar en la carretera del CIM porque por allí pasaban tanques y que la transversal tampoco era posible. A todo lo más que las construyeran subterráneas, que era como decirles qué hace un chico como tú en un sitio como éste.
Un PGOU a medias
Pasado el tiempo, con un Plan General de Ordenación Urbana aprobado pero con los principales suelos de desarrollo sin pintar por imposición de los socialistas, con una crisis que ha acabado con la construcción, la ratonera de la Casería es más ratonera que nunca -hasta para el Hospital San Carlos, como ya advierten los vecinos- y eso que sólo hay tres torres y un mazacote de casas unifamiliares con accesos privados. Cuando la construcción en altura era precisamente para aumentar las zonas verdes y públicas.
Ya ningún partido ni ningún gobierno tienen planes para la Casería. Lo que se iba a quitar sigue sin quitarse y lo que se iba a poner sigue sin ponerse. Los pisos a pie de la Bahía, con club náutico incluido, no existen y lo que antes era esperanza, ahora vuelve a ser fango.
Mucha gente se pregunta si quienes construyeron las instalaciones del club donde están no sabían que el fango volvería de forma cíclica. Por supuesto que lo sabían, pero también vuelve al caño de Sancti Petri a su paso por Navantia y Carraca. Pero se draga. Y siempre, cada cuatro o cinco años, habría que dragarlo. “¿Pero si nos iban a construir un club, qué íbamos a decir? ¿Que no?”
Suerte ha tenido el Náutico Puente de Hierro de que Navantia le draga el suyo. Si no estarían en las mismas circunstancias que el de la Casería. Más pronto que tarde. Y mientras más puentes construyan, peor.
Ya no hay negocio urbanístico ni intervención municipal. El Gobierno de José Loaiza, justo es decirlo, cumplió con su parte y entregó el club como estaba en el convenio.
La directiva actual clama en el desierto aduciendo que se pierden más de veinte puestos de trabajo, más el dinero invertido. Que se trata de unas instalaciones municipales, escuela de vela y concesión municipal. Y que tiene allí cien atraques de propiedad pública. Municipal.
Pero un dragado en condiciones cuesta alrededor de un millón de euros. Muchos euros. Y cada cinco o seis años si los cuidados de mantenimiento se hacen bien.
Abrir el caño 18 por el Puente Ureña, como piden alguno aduciendo que es la única solución ayudaría, claro está, pero también hay que dragar el caño 18. Construir una escollera, también. Asegurar el pivotaje exterior y hacerlo más profundo... Todo ayuda. Pero nada es definitivo.
Es mucho dinero para que alguna administración se comprometa y un club de pescadores es muy poca cosa para presionar a una Administración.
Con esos proyectos de regeneración en los cajones de la mesa de algún despacho de Madrid, como decía Vázquez, sólo queda una solución para que la Casería sea importante. Tener una razón de ser. Ser algo más que un lugar bonito donde se ven bonitos atardeceres.
El único cartucho
Si el catamarán que ahora llega a El Puerto y a Rota llegara a La Isla, ningún sitio mejor que la Casería; ningún muelle mejor que el de la antigua Constructora; ningún dragado mejor justificado que el de un transporte marítimo que lleve de una punta a otra de la Bahía a militares que tiene que ir a Rota, a trabajadores que van de un astillero de Navantia a otro, a personas que simplemente quieren pasear en barco por la Bahía.
Esa sería su razón de ser. Los socios del club, ni el Ayuntamiento, pueden costear un dragado con máquinas de verdad. La Junta sí. Pero la Junta nunca ha hablado de una estación para el catamarán en La Isla. Por eso a la Casería sólo le espera el fango si no llega un proyecto rentable o de interés social. O sea, público, privado o mixto.
Un poco más allá, bajo el Puente de Hierro, ya hace tiempo que crecen nuevas chabolas como las que quitaron a costa de construir otro club y dejar bonitos los alrededores del Parque de la Historia y el Mar. Y todo porque la lechera, con sus sueños de grandeza, rompió el cántaro y la esperanza.