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Las teorías de la conspiración

Las redes sociales están plagadas de teorías de la conspiración, y todas suelen tener un mismo culpable: Mariano Rajoy o el PP... y no dejan de ser teorías

  • Villar junto a agentes de la Guardia Civil -

Las redes sociales están plagadas de teorías de la conspiración, y todas suelen tener un mismo culpable: Mariano Rajoy o el PP. Desde la pelea con Cataluña hasta la detención de Villar, pasando por el incendio en Doñana o la muerte de Blesa, y quién sabe si hasta la aceptación de “iros”, todo obedece a un mismo patrón: evitar que se hable del Gobierno y de los casos de corrupción que han acorralado al PP. Ésa es la teoría. Y como en cualquier otra, es muy fácil acomodarse: basta con aceptar pulpo como animal de compañía. 

Lo cierto es que lo de Cataluña cada vez se parece más a lo que dijo el escritor italiano Ennio Flaiano sobre su país: “La situación política en Italia es grave, pero no es seria”. Han terminado por creerse su propia mentira de tanto repetirla -nada nuevo en la historia del último siglo-, hasta contagiarse de los tics autoritarios que obedecen a la cerrazón de la sinrazón. Lo de Villar es uno más de entre los casos que hacen inadmisible que en nuestro país no exista aún una legislación que establezca la limitación de mandatos en instituciones públicas y que recuerde que ser presidente o alcalde de las mismas no es una profesión, sino un encargo, no se consigue por oposición, sino a través del voto, y éste puede fomentar el clientelismo si persisten los mismos protagonistas.

La teoría de la conspiración del incendio en Doñana, que, por si no lo saben, tuvo, si no su origen en Jerez, sí a uno de sus principales propagadores, fue una de las primeras en desmontarse, ahogada en la cortina de humo de sus propias distorsiones, mientras que la de Blesa parecía sacada del argumento de Asesinato en el Orient Express: demasiados sospechosos deseando su muerte como para no dejarse llevar por las insinuaciones del crimen perfecto. La autopsia y el reguero de pistas que fue dejando por el camino el propio fallecido apuntan a la explicación más sencilla, que suele ser la más fiable, aunque nos seduzca el aroma a thriller político que destilan los hechos pasados por la túrmix de la ficción.

Con respecto a la aceptación académica del imperativo “iros”, llama la atención que en un país en el que se dice que se lee tan poco -salvo teorías de la conspiración, mensajes de solo 140 caracteres, abreviaturas de wassap y emoticonos, prospectos medicinales o recetas de Arguiñano- se haya generado un debate lingüístico de tanta trascendencia y en el que se ha reivindicado hasta el atronador “irse” popularizado por Lola Flores en la boda de su hija, aunque en ese caso habría que haber reivindicado asimismo la desviación de la desviación: “dirse”, fonéticamente más complicada y también más singular. En cualquier caso, dudo que un presidente que se dice exclusivamente lector del Marca hubiese llegado a tanto como a imaginar que un debate de estas características pudiese desviar la atención sobre sus planes de gobierno. Ni por serendipia.

El caso del presidente de la Federación Española de Fútbol nos ha permitido, al menos, reencontrarnos con José María García, que accedió a una entrevista en directo en La Sexta para hablar del, hasta ahora, su amigo Ángel María Villar. Como ya le pasó a Carlos Herrera con su espacio dedicado a la radio, García se hizo dueño del programa, es más, le faltó poco para ciscarse en Ferreras, y si no lo hizo fue porque no estaba presente, pero sí dijo lo suficiente como para poner en tela de juicio los derroteros y los atajos que toman hoy en día muchos medios por el mero hecho de ser los primeros en contar algo, aunque no esté contrastado o, peor, aunque no sea cierto. Lo de contrastar, dijo García, “ha pasado a mejor vida”, y aunque lo proclamara por proteger la honra en suspenso de su amigo, no le faltaba razón, consciente de la batalla perdida: la de los medios frente a las redes sociales. Claro que el hecho de que el propio García terminase derrotado en las audiencias y en los despachos da también buena cuenta de lo que se nos venía encima. Y esto no es una teoría de la conspiración.

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