Este lunes 13 de marzo se cumplen 21 meses desde la toma de posesión de los ayuntamientos “del cambio”... del cambio de gobierno, insisto en puntualizar, ya que es lo único constatable desde entonces. El de Jerez ha celebrado esta semana, con nueve meses de retraso, su debate sobre el estado de la ciudad; en San Fernando aún están a la espera, y sólo el de Cádiz tuvo el gesto de convocarlo justo al primer año de gestión, tiempo, parece, más que suficiente para que los espontáneos se le acumularan a su alcalde en el salón a voz en grito para desempolvar las promesas incumplidas y las aspiraciones insatisfechas.
En estos casi dos años, tanto quien dejó el cargo, como quien le sucedió, no han parado de ejercitarse bajo un halo poético, carente de justicia, al tiempo que revelador. Los primeros bajo las letras doradas del “cualquier tiempo pasado fue mejor” de Jorge Manrique; los segundos, fieles a la voz grave y musicada de Nicolás Guillén cuando pronunciaba su “cualquier tiempo pasado fue peor”; puestos de acuerdo en hablar del pasado, unos y otros, frente a un pueblo obligado y empeñado en mirar al futuro. Resuelto el recurso de la “herencia”, por desgaste, basta con tirar de hemeroteca para insistir en la pelea, como si no quedara otra perspectiva posible en busca de la justificación.
Lo ha hecho la alcaldesa de Jerez esta semana, remontándose a los años del PP, para argumentar las dificultades hasta alcanzar el estado actual de la ciudad, aunque si estamos de acuerdo con ella, habrá que estarlo igualmente con que fueron consecuencia de los seis años anteriores bajo gobierno socialista, y Jerez no está para relatos circulares, sino para encontrar una vía de salida en esta rotonda pesadillesca sobre la que no paramos de dar vueltas -otra más que sumar a las del manual de estilo urbanístico propiciado por Pacheco-.
También la oposición buscó la inspiración en el pasado; hubo incluso quien llegó hasta la crisis bodeguera de los 80 para adornar su intervención y apuntar a más culpables, aunque dudo que eso fuera lo que esperaban los ciudadanos, que para el pasado ya tienen sus propios recuerdos y al Cuéntame. De hecho, entiendo que el más acertado de todos fue el portavoz de Ciudadanos, quien tuvo que recordarle a la alcaldesa cuál es, precisamente, su cargo, y que ya no está en la oposición.
Toca mirar hacia adelante, pero siguen empeñados en mirar hacia atrás; confío en que lo hagan también para aprender de los errores, aunque ese cálculo puede que escape de la estrategia, más pendiente del titular y las formas que del fondo, como ocurrió con el caso de la factura mostrada de mil euros por una cena en un restaurante de la ciudad pagada con dinero público con motivo de la capitalidad del motor: si hubo 41 invitados a la cena, a mí me salen a 23 euros por cabeza. Dudo que probaran cigalas y langostinos o que llenaran sus copas con vinos viejos de Jerez, aunque desconozco si el gesto de cortesía hubiese sido prescindible en función de los invitados a la cena.
También en Cádiz siguen empeñados en hablar del pasado. Esta semana lo han hecho con la presentación de la red de ciudades con deuda ilegítima, que es una iniciativa impulsada por municipios gobernados por las confluencias de Podemos. Cuesta no estar de acuerdo con su teoría -la Ley Montoro “supone un estrangulamiento económico que impide afrontar las demandas reales de la ciudadanía”-, pero la práctica no es sino la actualización de una indignación hecha a la medida, el eco de una fórmula que empieza a perder vigor y ahora reivindicada con auditorías ciudadanas “para que la gente conozca con detalle de dónde vienen contraídas las deudas años atrás”; a lo que habría que decirles como al del chiste: “¿qué pasa, que no te lo crees?”.
Esas deudas, en todo caso, las legitimaron los votos; los mismos que sirvieron para legitimar hace casi dos años los ayuntamientos “del cambio” tras suspender a los anteriores gestores. Si pusieran el mismo empeño en construir el futuro, que en cambiar un pasado que no se puede demoler, haya sido mejor o peor, tal vez estarían más cerca de lo que la ciudadanía espera de ellos. Lo mejor es que aún están a tiempo.