Si han tenido la ocasión de volar este agosto y de hacerlo con la compañía Vueling, habrán encontrado en el respaldo de su asiento delantero un ejemplar de la revista mensual de viajes con la que obsequian a sus pasajeros: Ling. Dentro de la sección de recomendaciones ofrecen un pequeño capítulo dedicado a Jerez con motivo de la conmemoración del año dedicado a Lola Flores. Es un texto breve, aunque ensalzador -y traducido al inglés-, sobre los principales eventos que se desarrollarán hasta mayo próximo, con menciones a la Fiesta de la Bulería, la Zambomba, el Festival de Jerez y la Feria del Caballo.
Uno ve la publicación y siente una palpable satisfacción ante la repercusión que el pequeño artículo va a tener entre las decenas de miles de pasajeros que van a subir a un avión de Vueling durante el mes de agosto y que, inevitablemente, van a echar una ojeada a la revista en cualquier momento.
Sin embargo, lo que no llego a entender es la imagen que ha elegido la dirección de la revista para ilustrar la información: no es una foto de Lola Flores, ni una foto del barrio de San Miguel, ni siquiera una estampa emblemática de alguno de los atractivos de la ciudad, sino que se trata de un recodo de la calle Barranco en dirección hacia la plaza del Arroyo, que, a priori, lo único que puede tener relación con Lola Flores es que se encuentra a unos metros de lo que iba a ser la Ciudad del Flamenco, pero poco más, puesto que no hay pie de foto ni indicación relativa a la imagen.
Quiero creer que cualquiera de los pasajeros que ha leído el artículo, al ver la imagen, ha debido pensar que se trataba de un error de imprenta, puesto que, como digo, la imagen no da pie a que pueda guardar relación alguna con la información, aunque usted y yo sepamos que sí, que eso es Jerez, y que maldito el criterio bajo el que alguien decidió que ésa era la mejor fotografía para ilustrar la página. Aunque, a lo peor, cualquier pasajero ha podido acertar y entender que esa imagen es de Jerez, la ciudad que va a dedicar un año entero a Lola Flores y que, a tenor de la imagen, deberá dedicar muchos más a cuidar de su centro histórico.
Quiero suponer igualmente que si algún responsable del área de Turismo del Ayuntamiento ha visto la imagen habrá podido trasladar su queja a la revista o, cuando menos, ponerse a su disposición para ofrecerle mejores fotografías de su catálogo oficial sobre la ciudad de cara a futuras publicaciones, puesto que no cabe duda que la elección realizada no ha podido ser más desafortunada teniendo en cuenta las pretensiones de la propia revista: difundir entre pasajeros y turistas de todo el mundo los grandes atractivos que le aguardan en nuestro país.
La imagen muestra el recodo de la calle Barranco que conduce hasta calle Curtidores antes de proseguir hasta Plaza del Arroyo. El plano general dirige su punto de enfoque al centro del encuadre, en el que aparecen un par de motos aparcadas junto a una gran casa abandonada, de la que se aprecia su deteriorado estado a lo largo de toda la fachada. Insisto, no hay signos de su vinculación con Lola Flores, ni mucho menos con Jerez -si me apuran, tiene hasta ciertas similitudes con calles de cualquier otro municipio andaluz-, pero a los que sabemos que eso es Jerez se nos clava una espina por el desacierto y, después, un inevitable escozor, porque, efectivamente, eso es Jerez y así se encuentran muchas de las calles del centro histórico y, en especial, muchos edificios que llevan años aguardando a una intervención integral de la que todos hablan y en la que todos creen, pero para la que nadie ha encontrado ni el momento, ni la fórmula, ni mucho menos el dinero necesario para afrontarla.
En este sentido, defender lo nuestro, reivindicar lo nuestro, no tiene por qué lindar con el conformismo, y lo mismo que lamentamos que una revista turística promocione a Jerez con una imagen algo lastimosa, debemos mantener el empeño por lograr que esa parte de la ciudad que se cae a pedazos recupere el esplendor necesario, y eso es algo que compete exclusivamente a Jerez.