Los investigadores estudiaron los fondos del Registro de Irlanda del Norte sobre el Cáncer entre los años 1993 y 2002, y analizaron los casos de 20.823 personas tratadas de cánceres de piel distinto al melanoma y los de 1.837 personas que sufrían melanoma.
En comparación con la población general, se constató que las personas afectadas por un cáncer de piel, excluyendo el melanoma, presentaban hasta un 57% más de incidencia de nuevos procesos cancerígenos tras ser tratados de la primera enfermedad.
Se constató que se daban muchos más casos de posteriores melanomas y cánceres relacionados con el consumo de tabaco, y que los que presentaban el mayor riesgo eran los aquejados de carcinoma de células escamosas y carcinoma basocelular.
En el caso de los que sufrían melanomas, una variedad que es la causante de la mayoría de las muertes relacionadas con el cáncer de piel, el riesgo de desarrollar otro cáncer era doble.
Los investigadores se centraron en pacientes que desarrollaron un cáncer distinto al primero y excluyeron a los que sufrieron un cáncer metastásico. El principal factor de riesgo para desarrollar un cáncer de piel, que es la forma más frecuente de cáncer en la población blanca, son los rayos ultravioleta procedentes de la luz solar, que producen mutaciones en el ADN de las células que se acumulan durante años.
Sara Hiom, del Centro de Investigación del Cáncer del Reino Unido, manifestó que la importancia de esta investigación reside en que “da más información a los médicos a la hora de monitorizar a las personas que han sufrido un cáncer de piel y les ayuda a reducir el riesgo de que los pacientes desarrollen un segundo cáncer”.
Hiom recordó que “en torno a dos tercios de los melanomas y el 90 por ciento de los cánceres de piel no melanómicos están causados por la exposición a los rayos ultravioletas” y afirmó darse con frecuencia baños de sol antes de los 35 años incrementa en un 75 por ciento el riesgo de sufrir un melanoma.