No hay vuelta atrás. Igual que cuando ves al palio de La Piedad enfilar la calle La Sangre dices que la Semana Santa se acabó, cuando llegas al viernes ya adivinas el final de los días feriados y sabes que hay que esperar un año más, que antes, hace ya más de una treintena de años, eran muchos menos por aquello de la Feria de La Vendimia a la que se cargaron de un plumazo de un año para otro y sin solución de continuidad. Nos conformamos, que ya es bastante, con una Feria del Caballo que este año por tener hasta ha tenido el rodaje de un documental para una televisión brasileña y además producido por un jerezano. Una Feria que ha tenido de todo, fundamentalmente bueno, con unas medidas de seguridad, a nivel sanitario, de categoría por parte de Sanidad. Se han chequeado las cocinas de las distintas casetas de manera especial para que no hubiese que lamentar después problemas derivados de las ingestas alimenticias. Se han intentado cuidar todos los detalles por la parte que le corresponde al Gobierno municipal. Se ha maridado el jerez con el jamón de Jabugo, que es una buena promoción para nuestros caldos, siempre necesitados de ese empujón para que se reconozca que tenemos los mejores vinos del mundo mundial. Ha habido casetas en las que se ha jerezaneando, casetas que son ya un emblema del real como en su día los fueron aquellas ya demolidas de mamposterías.
Ha habido otras, que sin ser tan emblemáticas, se han mostrado acogedoras con grupos que vienen a buscarlas por sus condiciones específicas, como las casas salesianas de toda Andalucía. han buscado la de La Redención. Ha habido incidentes que no son fáciles de atajar cuando hay un aglomeración como la que existe en el real. Pero han sido las menos. Y es que, al margen de todo, cuando de un análisis se trata, tampoco se puede entrar a valorar detalles tras otros porque, en definitiva, la feria es un estado de ánimo. Un estado de ánimo que te hace entrar eufórico cuando las luces se encienden y las bengalas iluminan el firmamento y que te hace salir con un halo de nostalgia cuando llega el viernes y adivinas que todo se acaba, que el lunes pasas por el Parque González Hontoria y ya solo vas a ver los módulos esperando que los retiren y que ya no hay rebujito, ni sevillanas, ni tonteos juveniles en busca del primer beso, ni llegas a casa corriendo para colocarte la chaqueta o el traje de gitana, como siempre hemos dicho aquí, ni puedes comerte una papa, ni puedes exhibirte delante de tus niños marcando goles y ni siquiera puedes acercarte a la tómbola a ver si te llevas algún premio. Esto se nos va.