La nueva encuesta de Metroscopia para El País daba este sábado como ganador de unas elecciones generales a Ciudadanos con cuatro puntos de ventaja sobre el PP, seis sobre el PSOE y doce sobre Unidos Podemos. A quien no le llegue la camisa al cuerpo lo verá como la “foto fija” de un momento determinado, aunque debería conservar la suficiente sangre fría como para reconocer que lo que marca es una tendencia y, a lo sumo, conformarse con que aún queda tiempo por delante para remontar el resultado. El sondeo, en cualquier caso, incide en la sensación de que el año ha comenzado con urgencias, y más aún en el PP. Este mismo viernes, en Cádiz, Antonio Sanz admitía que su partido está preparado para los retos de 2018, “que ya son electorales, venga lo que venga”. Lo decía en un cónclave de presidentes provinciales del PP en torno a la figura del líder regional, Juanma Moreno, que es un líder ungido por otra urgencia, la de desbancar al PSOE de la presidencia de la Junta de Andalucía.
En el caso de Andalucía se juntan el hambre con las ganas de comer; es decir, el ascenso de Ciudadanos en las encuestas -incluso a nivel provincial, como la que hemos publicado esta semana sobre Granada- y la sospecha de que Susana Díaz pueda convocar elecciones autonómicas anticipadas antes de que se agote la luz del candil socialista y aminoren las opciones de mantener la mayoría del electorado; una muestra más de por dónde pasan las prioridades: el puesto y el poder por encima de los intereses generales. Algo en lo que, por otro lado, no tiene la patente un solo partido.
Otra encuesta, en este caso la del CIS, puede ayudar a entender esas urgencias, ya que en el último trimestre del año los españoles vuelven a apuntar a la corrupción y a los políticos y los partidos como los principales problemas que existen actualmente en España. El primer problema, obviamente, es el paro, con un 66%, pero suben a la segunda (31,7%) y tercera posición (28,5%), respectivamente, los ya citados -en el caso de los políticos y los partidos es, además, el dato más alto de los dos últimos años y medio-.
Y no es que las expectativas electorales de Ciudadanos sean la respuesta a esa situación, pero no cabe duda de que su posición aún inmaculada, sin mancha de poder que le merme o le corrompa, supone toda una ventaja que han sabido rentabilizar unida a su posicionamiento frente al desafío secesionista catalán y la solidez y determinación de Inés Arrimadas, a quien algunos apuntan ya como relevo necesario de Albert Rivera para las próximas elecciones generales.
En este nuevo escenario, el partido naranja ha cogido con el pie cambiado a los populares, a los que ya no les vale con la resignación de su electorado -antes un PP herido por las garras de la Gürtel que un país entregado al populismo- una vez desaparecida o disuelta la “amenaza” de Podemos, por su confusa y contradictoria posición ante el conflicto catalán y por el recién retomado pulso con sus socios de Izquierda Unida, que pretenden hacerse fuertes a la hora de diseñar las candidaturas electorales a las municipales de 2019, donde se sienten más meritorios que los recién llegados de la formación morada.
El PP, no obstante, podrá ser víctima de sus errores, pero tampoco vive exclusivamente de ellos. El cónclave de este viernes en Cádiz es el reflejo de que sabe que es a través de sus bases por donde debe iniciar la remontada, desde lo local, donde las formaciones de Ciudadanos son aún pocas y débiles en liderazgos, y donde aún mantiene una fidelidad en el voto que vive ajena a los casos de corrupción que salpican a su partido a nivel nacional, donde Rajoy sí puede empezar a dar por perdida la partida ante la existencia de un nuevo referente de centro sin cadáveres en el armario y sin cuentas en Suiza. Sanz, que presume del crecimiento de jóvenes militantes y del número de afiliados alcanzado, ya ha dado de plazo hasta febrero para celebrar los congresos locales pendientes, aunque en algunos de ellos más que las urgencias lo que pesan son las dudas.