El Betis es un milagro. De eso no hay duda. En ningún club del mundo son tan distintas las opiniones y a pesar de ello, se consigue abarcar una masa social tan grande y un bagaje económico que de no ser el que es y ha sido, hubiese dado con los huesos de la entidad bética en el más absoluto de los ostracismos.
Pero he aquí que este remozado Betis para muchos; ya en la élite del fútbol español, progresa (de momento), adecuadamente en lo deportivo y la relativa estabilidad que reina ahora en la institución, se presta a que en el beticismo, se habla más de la pelota que de otras cosas.
Eso sí, los juzgados seguirán siendo importantes en el devenir del equipo de las trece barras, pero con ciertos aires de tranquilidad.
Son 12 puntos los que campean en el casillero del Betis en la Liga; eso sí, con matices con claro margen de mejoría y de solución a corto plazo.
Que la planificación ejecutada por el director deportivo verdiblanco, Eduardo Macià, ha dejado que desear es una realidad incontestable hasta por él mismo. Pues esa banda izquierda pide a gritos un sitio en el mercado invernal.
Y mientras, Mel continúa tirando de imaginación; si bien los goles encajados en los instantes iniciales del juego, empiezan a ser marca de la casa y los planteamientos, deben ser corregidos, con atención especial a Dani Ceballos.
En cuanto a la plantilla, la idea sigue siendo manifiesta. Que Rubén Castro no coja un resfriado. Adán salva lo suyo y Joaquín tira del carro como puede pero los años terminan pesando. A Van der Vaart y a Digard se les ha de ver ya. Petros resulta en ocasiones intrascendente. Y desde luego, Westermann no era tan excelso como se pintaba. Con todo y con eso, a uno de Europa.