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Martes 16/04/2024  

Una feminista en la cocina

Hijos

No entiendo a los tíos que sabiendo que el hijo es suyo, reculan como mansos cuando en el acto pedaleaban solos

Publicado: 06/05/2022 ·
11:02
· Actualizado: 06/05/2022 · 11:14
Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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Imagen que ha compartido arrimadas en la que se ve la mano del recién nacido

Si quieres cortarte el rollo sexual de golpe, piensa en que te quedas preñada y te dan puerta. Porque es muy bonito el cortejo hasta llegar al catre, pero luego si te pasa como a algunas que se quedaron con bombo y criando al crío solas, no te merece la pena. No entiendo a los tíos que sabiendo que el hijo es suyo, reculan como mansos cuando en el acto pedaleaban solos. No entiendo que se vayan a pleitos interminables cuando lo que hay delante es un hijo, tan natural como los otros que acunas en su casa. Rafael de los Del Río, ha aceptado a su hijo biológico tenido con una fan venezolana, pero ha cortado sus manutenciones a la mayoría de edad del chico. Cosa que no es de afear, pero que escama sobre todo cuando a los hijos mayores de treinta hay muchos que aun los tenemos en casa, porque el mercado laboral es máquina de taladra voluntades para los más jóvenes.

 No me voy a dilatar en decirles lo que cuesta un hijo. Muchos lo sabrán, porque es el cuento de nunca acabar. Nunca haces lo suficiente, nunca estás suficientemente implicado y nunca lo ves lo bien que tú quieres. La diferenciación entre hijos por parte del patriarca, proviene- por lo visto- de la cuna uterina donde se han alojado, porque no debe ser lo mismo que nazcas siendo bien acogido por el padre con anillo de oro adosado al dedo, que de útero ya usado por una noche o abandonado a su suerte. Debería ser como en los buenos divorcios, con familias cada cual con su oveja como los que en los ruedos dirimen las penas y glorias de un matrimonio pasado, viendo a la hija en común en un día señalado.

Porque los hijos mandan, duelen y dan alegría al cuerpo. Los hijos engloban el todo, incluido el plural criticón de los lingüísticamente impares porque las hijas también lo invaden todo, copando pensamiento, ovarios y despertares como la yedra rediviva que se enrosca tirando millas. No hay diferencias entre hijos, más que las que tú pongas por una u otra causa. La principal el apego, ese extraño invasivo que en las entrevistas para adoptar es tan buen aliado de los peticionarios e hipotéticos padres. A un crío que se le va a adoptar ya se le quiere, igual que a un bebé no nacido y ni siquiera diseñado. Se puede querer a una idea, a una vocación, a un sueño. Se puede querer- o no- a un hijo nacido, menor o mayor, porque los corazones no son más que agujas de medir los sentimientos.

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