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Torremolinos

Torremolinos y la Noche de San Juan

Torremolinos no es sólo turismo, fiesta, deportes, playa y sol. Es también arte, cultura, crisol de civilizaciones. En estas crónicas, Jesús Antonio San Martín, desarrolla lo más representativo del ayer y el hoy de Torremolinos.

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En el solsticio de verano, el 21 ó 22 de junio, los romanos celebraban unas fiestas en honor de Minerva, la diosa de la guerra. A tal fin encendían hogueras y saltaban tres veces sobre las llamas. Tal costumbre la adoptaron de los celtas, que celebraban el 1 de mayo la fiesta de Beltaine o Bello Fuego, encendiendo grandes hogueras que saltaban con pértigas. Los druidas asimismo purificaban sus ganados haciéndolos pasar rápidamente entre las llamas. Con el tiempo, la moda de encender hogueras y saltar sobre ellas se trasladó del primero de mayo al día del solsticio de verano. Los antiguos creían que, como ese día en particular el sol parecía quedarse inmóvil en el cielo y aparentaba perder fuerza, lo más razonable era encender descomunales fogatas para "ayudarle" a recuperar su vigor, no fuera que, por falta de ese vigor solar, se perdieran las cosechas y el ganado y se helaran las fuentes y los ríos..
Hoy día la vieja fiesta del solsticio de verano se celebra el 24 de junio, fecha que la Iglesia puso bajo la advocación de San Juan Bautista, quien, según los evangelios, predicaba en el desierto bajo un sol abrasador (elemento fuego) y bautizaba por inmersión (elemento agua). Ya es curioso que San Juan sea el único santo (aparte de Jesucristo) del que la Iglesia celebra su nacimiento en lugar de su muerte.
Los antiguos rituales paganos no han perdido su brillo. Básicamente se reducen a dos, comunes a toda celebración sanjuanera: rituales de fuego (encender hogueras y saltar sobre ellas) y rituales de agua (bañarse en ríos y mares o lavarse en las fuentes y beber agua de ellas). A ellos añadiríamos los rituales vegetales (recoger hierbas medicinales y ramas ornamentales), que se observan en muchas regiones. Y aún podríamos contar como rito la contemplación, desde un monte o desde la playa, de la salida del sol en el amanecer del día de San Juan. En la antigüedad las ceremonias del fuego y el agua se efectuaban en la creencia de que así el individuo (y también el animal doméstico) se purificaba y recuperaba la salud perdida, a la par que aseguraba su vigor y bienestar para el resto del año.
Las hogueras de la noche de San Juan, noche que va del 23 al 24 de junio, son el primer elemento típico de la fiesta. En otros tiempos, además de saltar sobre ellas, se quemaban muñecos que representaban los males de la población. El hecho de pasar entre las llamas la persona era también un simbolismo de su purificación y una demostración de "quema" de sus maldades y pecados. También se hacía pasar rápidamente el ganado por entre las llamas. El rito se complementaba con el baño purificador en agua y la persona se renovaba y prometía llevar mejor vida. Algo parecido a lo que ocurre hoy cuando llega el año nuevo, en que solemos hacer muchas buenas promesas, aunque sin el ritual del bautismo acuático.
En Torremolinos, como en otras ciudades costeras españolas, se encienden las hogueras de San Juan en la playa. Aquí rigen las mismas costumbres que en el resto de las urbes celebrantes; pero en Torremolinos se observa algo insólito, que ya se extiende al resto de las poblaciones: Los participantes, sobre todo las chicas jóvenes, arrojan al fuego papelitos doblados con algo escrito en ellos. Habitualmente son deseos que se piden a San Juan (un novio, un trabajo, salud, una casa…); pero también se escriben las cosas indeseables y los vicios que la persona quiere que las llamas devoren, con la promesa de superarse y empezar una vida nueva.
Bañarse la noche de San Juan en el mar o en los ríos (o lavarse en las fuentes y beber agua de ellas) es el segundo elemento esencial de la festividad sanjuanera. En los lugares donde no resulta fácil bañarse esa noche, la gente se revuelca, prendas fuera, en el rocío de los prados. En muchas localidades lo mismo reza para el ganado. Lo habitual es zambullirse siete veces en el agua. Tal costumbre viene de la vieja creencia de que así se curan las enfermedades cutáneas. Muchos ven el antecedente de esto en un pasaje de la Biblia que se encuentra en el segundo libro de los Reyes, capítulo 5 y versículo 14. Aquí se dice que Naamán, el jefe del ejército sirio, padecía de lepra y el profeta Eliseo le recomendó que se bañara siete veces en el río Jordán si quería curarse, cosa que Naamán hizo a regañadientes. Milagrosamente, se curó, según el relato. Parece ser que esta costumbre, convertida en rito mágico, la propagaron por el mundo celta judíos que, instalándose primero en Egipto, huyeron de Jerusalén en vísperas de ser destruída la ciudad por Nabucodonosor en el siglo VI antes de nuestra era.
Complemento inseparable del gran fuego de la noche de San Juan en Torremolinos es el tranquilo mar que abraza la playa. Sus aguas acogen esa noche todas las ilusiones, todas las promesas, todas las buenas intenciones, todos los borrones y cuentas nuevas que en las mentes y en los corazones grabó el fuego. A este respecto, un recordado torremolinense comentó: "Si de mejorar se trata, todos los días debiera ser San Juan dentro de nosotros".

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