Aunque existen distintas versiones sobre la etimología del término "Carihuela", hoy día se generaliza la opinión lógica de que el apelativo del popular núcleo pesquero de Torremolinos deriva de "cari" (vocablo ya inutilizado y que significa "zarzamora") y de "huello" o "camino habitual", expresión que el uso cotidiano vendría a corromper en "huelo" y posteriormente en "huela". El nombre de La Carihuela significaría, pues, "camino abierto entre las zarzamoras". Ese es precisamente el significado que se le da en Las Alpujarras a las rústicas veredas que se abren entre zarzales. Y en el pueblo granadino de Píñar hay una famosa cueva prehistórica conocida como "La Carihuela" (también escrito "Carigüela"), cuya denominación viene del antiguo camino espinoso que llevaba a ella. En el caso de Torremolinos, el poblado pesquero habría recibido su nombre de la "carihuela" o "camino abierto entre zarzamoras", que conducía desde la Torre de los Molinos hasta la playa de pescadores.
El crecimiento de La Carihuela en el último medio siglo ha sido espectacular. Capital mundial del "pescaíto", como justamente podríamos nominarla, en su entraña marinera se engendró la graciosa y típica dicción de "pescaíto". Decir "pescaíto" es tanto como decir "La Carihuela". Y decir "La Carihuela" es evocar la esencia pescadora de la mar y el sereno y soleado romanticismo de las arenas empapadas de olas eternamente vírgenes, como la Virgen del Carmen que llegó desde las postrimerías orientales del Mare Nostrum, ese mar que, antes de morir en el gran océano, da su apasionado beso y su interminable abrazo de despedida a La Carihuela.
"Reina y Estrella de los mares" es el compuesto título que recibe la Virgen del Carmen, Patrona de La Carihuela y Patrona y Alcaldesa honoraria de Torremolinos desde 1993. Es también patrona de un sinfín de poblaciones costeras del orbe católico.
La del Carmen es sin duda la más internacional de las devociones marianas y alcanza su cenit el 16 de julio. A la caída de la tarde el pueblo lleva la imagen en procesión hasta el interior de las mismas aguas, donde esperan las barcas que habrán de completar el circuito procesional mar adentro. En La Carihuela la devoción carmelitana parece elevarse al cubo. El cortejo es sublime. El impresionante río de velas encendidas que acompaña a la sacra imagen hasta la cuna del mar se hace un auténtico mar con las lágrimas de emoción que vierten los devotos ojos. Portada solemnemente por un ejército blanco y marinero, camina la gran Señora de las aguas. A su paso tan solo se escuchan las notas del silencio. Ni un murmullo, ni un cuchicheo. La emoción oprime las gargantas. ¿Quién es esta dama tan majestuosa?
Es la Señora del Carmelo, un monte ubicado entre las antiguas tierras de Fenicia y Filistea, en la costa mediterránea. Aquí, en un tiempo de gran sequía, el profeta Elías acabó con los sacerdotes del dios cananeo Baal, dios de la lluvia, tras lo cual una nubecilla aguacera apareció en el horizonte. La consorte de Baal era Astoret (Astarté para los griegos e Isis para los egipcios), cuya adoración los fenicios ya habían extendido por todo el Mediterráneo. Hasta el propio Salomón se acogió a ella. Tal idolatría alcanzó soterradamente los primeros siglos de nuestra era y, para frenarla, cristianizarla y sustituir el culto que se daba a la vieja diosa cananea, la Iglesia volvió los ojos a aquel monte Carmelo y particularmente a la nubecilla de Elías, reinterpretándola como símbolo precursor de la Virgen del Carmen. En el siglo XII el ermitaño francés Berthold fundó en este lugar la orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo. Tal culto mariano llegó a Europa a través de los cruzados que volvían de Palestina. El 16 de julio de 1251, Simón Stock, superior de la Orden Carmelita, afirmó haber recibido la visita de la Virgen del Carmelo, consolidándose desde entonces su devoción. Cada 16 de julio celebra la cristiandad el día de la Virgen del Carmen y ese particular día brilla con emotiva intensidad en las arenas vírgenes de La Carihuela.