El fotoperiodista Ricardo Martín (Granada, 1953) expone en Sevilla "Las caras del tiempo", setenta retratos que, explica a Efe, fueron tomados con urgencia periodística pero que el paso del tiempo y el poso de sus protagonistas ha transfigurado en retratos de una época.
Fruto de cuatro décadas de trabajo en El País, de cuya redacción fundacional formó parte; en la revista Tiempo, de la que fue editor gráfico, y en responsabilidades directivas en Ya, As y la revista cultural Mercurio, Ricardo Martín, condensa en esta galería de notables la "respetable" historia española del último medio siglo.
Con predominio del retrato en blanco y negro, porque sintetiza la expresividad del personaje, y protagonismo de la cultura, "Las caras del tiempo", patrocinada por el Ayuntamiento y la Universidad gaditanos, con el comisariado de la escritora Elvira Lindo, se ha expuesto en Cádiz, Granada, Almería, Málaga y Úbeda (Jaén), ahora se exhibe en la sevillana Sala Santa Inés hasta el 13 de septiembre y en otoño viajará a Valencia.
Son fotografías "tomadas con la urgencia e inmediatez periodística, porque al día siguiente fueron noticia", pero que la grandeza de sus protagonistas ha convertido, décadas después, en retratos "con una presencia más permanente", explica Martín.
El retrato es su género preferido, captado con cámara analógica, de forma más pausada y reflexiva que la digital y en la que cada foto se preparaba con detenimiento y se realizaba a fuego lento, con una atención casi psicológica del personaje, elementos que, según Martín, se pierden en la fotografía digital, más apresurada, sin límite de tomas y confiando en la posterior edición informática.
"Es una época a la que me gusta volver y que echo de menos, porque ahora apenas de valora la foto de calidad", señala.
Propone su exposición como "una invitación" a valorar a estos "destacados personajes", que han conformado nuestra historia reciente, precisamente en estos momentos, "tan dados a olvidar e incluso a derribar nuestra memoria y nuestra historia, quiero pensar que por pura ignorancia", remarca.
Cuestiona los ataques a estatuas de Colón o de Cervantes o las campañas descalificadoras de figuras como Felipe González, porque suponen "derribar lo que la historia nos ha dado", una actitud de iconoclastas incultos "que confunden la ideología con la historia, que es inamovible y que hay que conocerla".
Junto a uno de sus retratos más conocidos, el de un Adolfo Suárez relajado y sonriente, Ricardo Martín reivindica el talante conciliador del expresidente y su trabajo "por el diálogo y la concordia", valores que no encuentra en la España actual, con unos políticos enfangados en la descalificación, cuando no en el insulto personal.
"Estos retratos me hablan de unos personajes dignos de admiración, que trabajaron por el diálogo y el consenso, unos personajes que ahora me cuesta mucho encontrar", subraya delante de la fotografía de un Felipe González que saluda desde un autobús electoral a una muchedumbre.
Tiempos de concordias, pero también de esfuerzos y de peligros, ahora denostados, como refleja otra fotografía icónica de Ricardo Martín: la de un grupo de periodistas sentados en las escaleras del Hotel Palace de Madrid, leyendo en la noche del golpe de estado del 23 F la edición especial de El País con su histórico titular: "El intento de golpe de Estado, en vías de fracaso".
En "Las caras del tiempo" hay también retratos históricos, como el de la única entrevista concedida, en 1986, por la Reina Sofía; otros con un punto anecdótico, como el de una jovencísima Penélope Cruz de 14 años, a la que tuvo que acompañar su madre para autorizar la pose o uno de las últimos retratos de Dolores Ibarruri, "la Pasionaria", captado con el último disparo del último carrete.
Y también quedan retratos pendientes, como el que no ha podido hacer aún a Joan Manuel Serrat.
Antonio Muñoz Molina ha escrito para esta exposición que en Ricardo Martín "hay una interioridad pensativa, un aire de cavilación en el que la cámara es unas veces un instrumento y otras un talismán; nada da la impresión de ser más meditado que sus decisiones instantáneas; esa lentitud interior es lo que da la peculiar unidad a los retratos que ha ido tomando a lo largo de los años".
Y Manuel Vicent, otro escritor amigo y compañero de trabajos y viajes, ha señalado en su "Retrato de un cazador", escrito para esta muestra, que cada fotógrafo "no deja de disparar su objetivo hasta que no caza la pieza que es de su propiedad" para sentenciar: "Uno de los mejores cazadores inapelables que he conocido es Ricardo Martín. Donde pone la bala pone luego el ojo. Nunca se equivoca. Ese era el punto exacto de la diana donde estaba el alma que quería cazar".