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‘Que Dios nos perdone’: Urbi et orbi

Madrid, año de gracia de 2011, en plena canícula agosteña. Vísperas de una visita del Papa y contestación social, con el efervescente 15-M a la cabeza...

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Madrid, año de gracia de 2011, en plena canícula agosteña. Vísperas de una visita del Papa y contestación social, con el efervescente 15-M a la cabeza, en su centro histórico. Una mujer anciana, a la que siguen otras, es brutalmente violada y asesinada en la misma zona. La investigación de estos  feroces crímenes seriales, por razones de seguridad, no debe trascender ni a los medios, ni filtrarse públicamente. Dos inspectores, a los que luego se añadirán otros dos compañeros, son los encargados de localizar al responsable, del que un experto traza el perfil psicológico. El abismo al que se asoman no es tan ajeno al de sus propias circunstancias personales.

Con estos mimbres, Rodrigo Sorogoyen -‘Stockholm’- debuta con fuerza en el cine de género con este thriller de 125 minutos de metraje, escrito por él mismo y por Isabel Peña, con una espléndida fotografía de Alejandro de Pablo y una desasosegante banda sonora de Oliver Arson, a las que se añaden una espectacular factura y un vibrante montaje, porque del reparto hablaremos luego. Mejor Guión en San Sebastián. Es una de las elegidas para debatir en nuestra próxima tertulia del miércoles que viene, 2 de noviembre.

Dotada de un muy buen pulso narrativo, describe sin anestesia una podredumbre moral de la que nadie se salva en ambos lados de la ley. El personaje detestable, y tan violento,  del policía que interpreta con excelencia Roberto Álamo, no es tan diferente al miserable que están buscando. Por mucho que la complejidad con la que es retratado, le conceda una cierta redención postrera.

Pero tampoco el que aparentemente está en sus antípodas, su  tímido, acomplejado y retraído colega, un magnífico Antonio de la Torre, se libera de unas pulsiones más que rechazables. La mirada que el director posa sobre estos servidores de la ley y sus mandos no es precisamente mitificadora, pero tampoco de antihéroes al uso de la novela negra, sino todo lo contrario. Son retratos crudos y desesperanzados, poblados de miserias e iniquidades.

Atroces también, en su visión tan descarnada, son los restos mortales de las víctimas. Mujeres ancianas que deseaban vivir y ser respetadas. Hay una de entre ellas que, por su fuerza, perspicacia y determinación, nos resulta especialmente próxima. En un protagonismo coral, si bien que con dos claros personajes centrales, se agradecen las presencias de Mónica López, María Ballesteros, José Luis García Pérez, Javier Pereira o Andrés Gertrúdix.

Para ir concluyendo, comentar que la feminista que esto firma lamenta que no se escriban, ni filmen, estas, y otras historias parecidas, con un claro protagonismo femenino. El tándem Elvira Mínguez y la secundaria aquí Mónica López, por poner uno de entre muchos ejemplos posibles. También deplora el pobre y manido recurso del “cherchez la femme” para explicar lo intolerable.

Y aunque la parafernalia del  Sumo Pontífice, con sus multitudes peregrinas y sus adversarios ideológicos, no sea más que un mínimo telón de fondo, tal parece que su bendición urbi et orbi se convierte en su reverso más aciago. Intensa, despiadada, oscura, por momentos excesiva y valiente hasta en sus imperfecciones, debe verse de todas, todas. Y debatirse, recuérdenlo, el miércoles, 2 de noviembre.

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