Todavía los niños iban con sus padres al colegio y estos, contraviniendo las advertencias de Tráfico, manipulaban la radio para encontrar información inocua. Casi imposible. Un poco más tarde, un anuncio sobre un espectáculo teatral en Madrid utilizaba el argot más callejero para atraer al público que deben pretender. El locutor indicaba que el espectáculo era de “puta madre” y su interlocutor le preguntaban si irían "chochitos" en una de las acciones machistas más soeces para referirse al género femenino. Estamos hablando de publicidad en tiempos de crisis y eso es una línea roja que le puede costar el puesto a cualquiera en época de supervivencia. Pero la degradación de la vida cotidiana nos lleva a parámetros en donde el respeto es un asignatura que no ya consta en los planes de estudio de la vida. Todo el mundo se siente con derecho a decir en voz alta lo que piensa, sin un segundo previo de reflexión para calibrar el tamaño de la ofensa que se puede proferir a quien está instalado en la diferencia. Los chistes "guarros" se carcajean en la mesa de ejecutivos que no tienen lenguaje suficiente para prescindir de las malas palabras -que es como en Latinoamérica se llama a los “tacos”- y pronuncian las muletillas groseras con las que se sienten más hombres. La mujer sigue siendo objeto de burlas y chistes que reafirman la percepción de objetos con que son retratadas por muchos machos en un universo de maltratadores.
Certificado de castración
Lo dice un anuncio radiado: ?capones con certificado de castración?: oído en la mañana de la radio, metido en el tapón de una autopista, uno siente una piedad infinita por quien no pudo llegar a gallo y es ofertado para la mesa navideña sin ningún pudor...
Todavía los niños iban con sus padres al colegio y estos, contraviniendo las advertencias de Tráfico, manipulaban la radio para encontrar información inocua. Casi imposible. Un poco más tarde, un anuncio sobre un espectáculo teatral en Madrid utilizaba el argot más callejero para atraer al público que deben pretender. El locutor indicaba que el espectáculo era de “puta madre” y su interlocutor le preguntaban si irían "chochitos" en una de las acciones machistas más soeces para referirse al género femenino. Estamos hablando de publicidad en tiempos de crisis y eso es una línea roja que le puede costar el puesto a cualquiera en época de supervivencia. Pero la degradación de la vida cotidiana nos lleva a parámetros en donde el respeto es un asignatura que no ya consta en los planes de estudio de la vida. Todo el mundo se siente con derecho a decir en voz alta lo que piensa, sin un segundo previo de reflexión para calibrar el tamaño de la ofensa que se puede proferir a quien está instalado en la diferencia. Los chistes "guarros" se carcajean en la mesa de ejecutivos que no tienen lenguaje suficiente para prescindir de las malas palabras -que es como en Latinoamérica se llama a los “tacos”- y pronuncian las muletillas groseras con las que se sienten más hombres. La mujer sigue siendo objeto de burlas y chistes que reafirman la percepción de objetos con que son retratadas por muchos machos en un universo de maltratadores.
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