La pandemia de coronavirus ha reabierto el debate sobre la necesidad, y la importancia, de apostar por una sanidad pública de calidad. Invertir en ella es la mejor de las medicinas, y es que en este último año, a la que antaño era la ‘joya de la corona’ se le ven las costuras. La dejadez de las distintas administraciones competentes, junto a los recortes de las últimas décadas, han dibujado un panorama de hospitales con sus UCIs desbordadas y de una falta alarmante de personal. Apostar por la sanidad pública y por la investigación médica sale barato.
Les hacemos pruebas cognitivas para cerciorarnos de que todo esté bien o de si ya hay alguna afectación. Luego diseñamos las pruebas que le vamos a realizar durante la operación, y cuando ya el paciente está dentro y el cirujano comienza a tocar, nosotros volvemos a realizar las mismas pruebas. De aY esa falta de inversión la encontramos también en casos como el que nos relata Macarena González Prián, neuropsicóloga que actualmente trabaja en proyectos que se desarrollan en los hospitales Puerta del Mar de Cádiz y en el Virgen de Valme en Sevilla.
Macarena pide estabilidad laboral y reconocimiento para una especialidad, la neuropsicología, que a día de hoy depende de encontrar financiación fuera del servicio público de salud. Sin ese reconocimiento, no salen plazas en los hospitales y viven pendientes de la aprobación y duración de sus proyectos de investigación… cuando “realmente nuestro día a día no es hacer investigación, es atender a pacientes”.
La neuropsicología es “una profesión poco conocida”, aunque “llevamos trabajando once años” en los hospitales. Es una rama de la psicología, una especialización que estudia la relación existente entre el cerebro y el comportamiento, el cerebro y la conducta.
“Cualquier trastorno de conducta o cualquier deterioro de las funciones cognitivas que tengan que ver con un proceso en el cerebro forma parte del campo de la neuropsicología”, explica Macarena González.
El trabajo que desempeñan “es muy diverso”. Hay neuropsicólogos en los centros de daño cerebral, en los centros donde se evalúan a niños y niñas con trastornos de aprendizaje, “ y en los hospitales, como es nuestro caso”.
Ella, junto a otro compañero, trabajan “para el servicio de Neurología, en las unidades de demencia. Lo que hacemos fundamentalmente es valorar a los pacientes que comienzan a padecer deterioro cognitivo o trastornos de conductas. Es decir, cuando un paciente, sin antecedentes previos, comienza a tener problemas de memoria, de conducta, de agresividad, de irritabilidad, y se sospecha que es por un daño cerebral, que no es una enfermedad psiquiátrica, entonces nosotros lo valoramos para ayudar al diagnóstico final junto al neurólogo. Nos centramos en la realización de pruebas cognitivas, es decir, de memoria, de lenguaje, de atención, valorar la conducta, hablar con la familia, para poder completar el diagnóstico del neurólogo”.
Una labor que ayuda y mucho a los propios neurólogos porque “antes de llegar nosotros al hospital, muchas veces los diagnósticos se demoraban más en el tiempo porque tienen diez minutos para atender a los pacientes en los que no da tiempo para la realización de una valoración cognitiva exhaustiva”.
El hecho de entrar a trabajar los neuropsicólogos en las unidades de demencia implica que el diagnóstico se lleva a cabo de manera “más precoz porque en nuestras sesiones nos centramos en la valoración del apartado cognitivo. Vemos si existe deterioro y si éste es compatible con una demencia o por otras causas como que el paciente esté pasando por un periodo depresivo, o que sea consecuencia de un deterioro cognitivo vascular por falta de riego sanguíneo, etc”.
Esa es una parte de su trabajo que llevan realizando desde hace diez u once años.
Y desde hace cinco años comenzaron a colaborar también con el servicio de neurocirugía del Hospital Puerta del Mar implantando el mapeo cortical intraoperatorio. “Son pacientes que se tienen que operar de un tumor cerebral o de una malformación arteriovenosa y si cumplen una serie de criterios, entre ellos si la parte ha operar esté cerca del área del lenguaje, el paciente, si quiere, se opera despierto”.
Y así es como los neuropsicólogos entran a quirófano para realizar una valoración cognitiva “intraoperatoria”, es decir, mientras el neurocirujano opera, “nosotros vemos si el lenguaje se ve afectado y así el primero pueda tomar decisiones”.
Sin duda es un método muy “innovador”. De hecho, cuando comenzaron hace cinco años “tratábamos de formarnos y había muy pocos hospitales que lo estaban haciendo en Andalucía… Málaga y alguno más. Tuvimos que irnos a Barcelona para formarnos porque no es algo que se haga con mucha frecuencia”.
Esta cirugía “la realizamos cada tres o cuatro meses” en el Hospital Puerta del Mar, y su objetivo no es otro que “salvaguardar el lenguaje porque es una de las funciones cognitivas que compartimos todos”.
Y cómo lo hacen. En primer lugar atienden al paciente antes de la operación, “les hacemos pruebas cognitivas para cerciorarnos de que todo esté bien o de si ya hay alguna afectación. Luego diseñamos las pruebas que le vamos a realizar durante la operación, y cuando ya el paciente está dentro y el cirujano comienza a tocar, nosotros volvemos a realizar las mismas pruebas. De alguna manera se induce al bloqueo de ciertas áreas para ver si ahí está en lenguaje. Y con esa información, los cirujanos toman sus decisiones en el momento”.
Cuando concluye, vuelven a valorar al paciente al mes de la operación para ver si la cirugía ha dejado alguna secuela, “aunque en principio no debe haber ninguna porque ese es el objetivo de nuestra presencia en la misma”.
Es una técnica para la que es necesaria que el paciente se opere despierto, porque “si se opera con el paciente dormido, no sabes qué ha pasado hasta que éste despierte”.
Macararena González explica que “hay un abismo entre operar a un paciente dormido y otro despierto. En la primera opción se opera un poco a ciegas porque aunque el cirujano sabe qué áreas va a tocar, lo cierto es que cada cerebro es un mundo y todo es milimétrico”.
Y aquí está la clave, la necesidad de inversión porque esta importante labor se desarrolla a través de un proyecto de investigación. “No estamos contratados en el Hospital por el Servicio Andaluz de Salud, sino que estamos adscritos a proyectos de investigación. En este caso, un proyecto concreto que se denominó ‘Implantación de la figura del neuropsicólogo en la cirugía de paciente despierto’”, señala Macarena.
Como todo proyecto, tiene un principio y un fin. Este concluye en abril. “Y es una pena que trabajos como este estén dependiendo exclusivamente de trabajos de investigación”, se lamenta Macarena.
El proyecto en sí ha tenido una duración de tres años, “pero nosotros llevamos cinco años haciéndolo. En los dos primeros años se hacía colaborando en lo que podíamos y cuando vimos que tenía base y un marco teórico, decidimos crear el proyecto y buscar la financiación”.
En este caso, la financiación nos llega a través de la Fundación de Investigación Biomédica de Cádiz que pertenece al Hospital Universitario Puerta del Mar del Cádiz.
Los fondos tienen una procedencia diversa, algunos a través de la Fundación Progreso y Salud, otros de la propia Junta de Andalucía, otros provienen de donaciones privadas o de industrias farmacéuticas…
Como se ha mencionado, este proyecto concluye en abril, “con lo que nosotros tendremos que redactar uno nuevo, esperar y esperar a ver si conseguimos los fondos”. Mientras tanto, los pacientes dejarán de contar con este tipo de cirugía que está a la vanguardia de la neurociencia.
Macarena González tiene entre sus objetivos que “se conozca lo que estamos haciendo, que se visibilice, que se haga eco de su importancia, porque todas las guías de salud aparece la figura del neuropsicólogo como una figura importante dentro de un montón de ámbitos, como en la cirugía del paciente despierto, en las unidades de demencia, en los centros de daño cerebral. Es decir, en la teoría aparecemos, pero en la práctica nosotros estamos trabajando a través de proyectos de investigación”.
De hecho, “ningún neuropsicólogo está contratado por el Servicio Andaluz de Salud. Llevamos así muchos años. Yo llevo trabajando así doce años, otros compañeros hasta treinta años”.
En la práctica, la necesidad está presente, la importancia de lo que hacen también, pero “al final es una pena que no se pueda mantener como un trabajo diario y estable”, por eso, insiste, “es necesario que se reconozca esta especialidad como otras tantas. No es tampoco algo nuevo e incluso en otros países nuestra figura forma parte del equipo y está instaurada. En España estamos a la cola”.
Y los neurólogos son los primeros afectados, por eso son “los que nos apoyan siempre, los que nos ayudan a buscar la financiación y nos informan de ella. Son los que más sufren porque nosotros no estemos”.
Ante esta tesitura, “lo lógico es que se reconozca esta especialidad, y uno de los pasos necesarios es que se visibilice el trabajo y se vea la importancia de nuestra labor. Realmente nuestro día a día no es hacer investigación, es atender a pacientes”, reitera.
Los neuropsicólogos pertenecen al Colegio Oficial de Psicólogos y hay una subdivisión que “se ha creado hace muy poquito”, de Neuropsicología para “luchar por encontrar esa estabilidad” que “llegará en algún momento porque hay necesidad de nuestra labor y con ella llega la especialidad. La gente tiene que ver que lo que hacemos es muy necesario”.
A día de hoy, en el Hospital Puerta del Mar de Cádiz “somos dos neuropsicólogos. Luego en la provincia hay muchos más, pero trabajando en el hospital público, solo dos”.
Por eso, y ya concluimos, lo primero es visibilizar “el trabajo que realizamos, que se conozca qué es una neuropsicología, porque es un paso importante para que se reconozca la especialidad, para que podamos trabajar de forma estable a través de una plaza de oferta pública, y así no tener que depender de proyectos de investigación para poder desarrollar nuestra labor”.
El camino es arduo. Mientras tanto, en abril finaliza el proyecto que salvaguarda el lenguaje, el habla, en las delicadas operaciones cerebrales en las que el paciente permanece despierto mientras que las administraciones siguen dormidas y callan.