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Ortega Cano lidia su peor faena

Lejos del ruedo, el diestro José Ortega Cano (Cartagena, 1953), se enfrenta a uno de los peores momentos de su vida, su ingreso en prisión, al rechazar la jueza que se aplace su encarcelamiento mientras se tramita su eventual indulto

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Lejos del ruedo, el diestro José Ortega Cano (Cartagena, 1953), se enfrenta a uno de los peores momentos de su vida, su ingreso en prisión, al rechazar la juez que le condenó a dos años y medio de cárcel por un accidente de tráfico mortal que se aplace su encarcelamiento mientras se tramita su eventual indulto.

En mayo de 2011, Ortega Cano fue condenado a dos años y medio de cárcel por un accidente de tráfico ocurrido en mayo de 2011 que causó la muerte a una persona y cuando conducía con una alcoholemia triple de lo autorizado.

Hubo tardes en las que a punto estuvo de morir en el ruedo, sin embargo, han sido las cornadas de la vida las que han ido matando cada día su ánimo y su entereza: la muerte de su esposa, la de su madre, conflictos con sus hermanos y los últimos embistes de la mala relación con su hijo mayor, ahora encarcelado, solo despunta una alegría: su reciente paternidad biológica.

Los últimos años, sus idas y venidas han sido carne de exposición mediática, símbolo de un tiempo en el que las miserias están al alza por muy altas que hayan sido las conquistas.

Antes de entrar en esta decadente espiral, Ortega Cano fue una de las principales figuras del toreo entre las décadas de los años ochenta y noventa del pasado siglo.

Su origen humilde, le hizo trasladarse a Madrid junto a su familia y antes de saltar a los ruedos trabajó como frutero y vendedor ambulante.

Los éxitos y las graves cornadas se sucedieron alternativamente en su trayectoria, faenas para el recuerdo en las que hizo brillar la hondura de su toreo.

Un torero de arte, de formas muy puras y afectadas, de un coraje sin igual, que le hizo ir superando adversidades hasta llegar a convertirse en una figura desde mediados de los 80 a principios de los 90.

Parece que ha quedado olvidado en favor de las últimas vicisitudes que, Ortega Cano ha gozado de un gran prestigio en su profesión. Ha sido un torero cotizado y admirado.

Cuatro Puertas Grandes de Las Ventas en su haber; tardes para el recuerdo como aquella "de los quites" con Julio Robles o la de "la Beneficencia" con César Rincón, y otras muchas más en plazas de primer nivel como Sevilla, Barcelona o Bilbao.

Además es protagonista de un hito histórico en la Monumental madrileña: la tarde del indulto del toro "Belador" de Victorino Martín en 1982, el único astado al que se le ha perdonado la vida en la historia del coso de la calle Alcalá.

Hombre sensible y solidario ha sido uno de los toreros que más veces ha vestido el traje corto para torear festivales benéficos como, por ejemplo, contra del hambre en Ruanda, a beneficio de la Asociación del cáncer, a favor de las víctimas del huracán "Mitch" o del terremoto de Haití.

Su piel tiene marcado el mapa de sus desventuras con los toros. Cicatrices que desvelan cornadas que a punto estuvieron de costarle la vida y que dieron la vuelta al mundo como la gravísima de Cartagena de Indias (Colombia) que dio la vuelta al mundo por el impacto de su inminente boda con la tonadillera Rocío Jurado en 1995.

Un enlace que le puso en las portadas de la prensa del corazón que desde entonces no le ha abandonado nunca y donde su buena fe y su gusto por la fama le han ocasionado más de un disgusto.

La muerte de su esposa en 2006, víctima del cáncer, sumergió a Ortega Cano en un largo proceso de decadencia personal que se agravó con el fallecimiento de su madre, doña Juana, solo un año después.

Intentó resurgir volviendo a los ruedos con la intención de recuperar el tiempo perdido, su autoestima y su dignidad.

En su desesperación, sin embargo, no encontró el cobijo que esperaba, y a sus desaciertos en la plaza se sumó una exposición pública insistente y permanente durante meses sobre las desavenencias con su familia natural y política.

Una nueva y consolidada relación sentimental ha sido su apoyo y sosiego durante los últimos años. Fruto de ella ha nacido su primer hijo natural.

Una alegría que ha durado menos de lo que esperaba, pues los problemas con su hijo mayor, adoptado en Colombia, también públicas y expuestas con todo detalle en los medios, que han derivado de problemas personales a problemas con la justicia, han ensombrecido las buenas nuevas.

El punto culminante de este devenir por un camino de difícil trasiego lo pone el accidente mortal que provocó el diestro en una carretera sevillana en mayo de 2011, conduciendo, según la sentencia definitiva, bajo los efectos del alcohol. El último triste capítulo de su vida. EFE

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