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“La creación de empleo es otra dimensión de la Semana Santa”

"En las hermandades habrá de todo, igual que entre los miembros de una familia", dice Alfonso Gutiérrez Estudillo, sacerdote y pregonero de la Semana Santa.

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Cree que la crisis no es sólo económica, sino de valores, pero de igual forma la necesidad se ve compensada con la generosidad de los que se vuelcan por los demás. Equilibrar las cosas es algo en lo que deberán empeñarse todos los sacerdotes “porque todos vamos en la misma barca”, en tanto la Iglesia se vuelca en la medida de lo posible en solucionar las necesidades materiales de los damnificados por la situación.

—¿Qué es la Semana Santa?
—La Semana Santa es la expresión de un pueblo, de unos sentimientos, de unos afectos, una manera de entender la religiosidad manifestada de una forma concreta en la que se conjugan una serie de factores. Hay elementos religiosos, culturales propios de la manera de sentir de esa tierra, una mezcla de todo. Pero fundamentalmente viene a expresar cómo un pueblo vive la Semana Mayor del cristiano cuando hace memoria y recuerda los momentos pasionales que vivió y padeció Jesucristo en su vida terrena. Su entrega, su muerte y su resurrección.

—Se nota que es usted de La Isla y cofrade. Generalmente cuando le he preguntado a un sacerdote qué es la Semana Santa me ha respondido que es la conmemoración de la muerte y resurrección de Cristo. Usted lo ha definido desde el punto de vista del cofrade.
—Yo estoy vinculado desde pequeño al colegio de La Salle, donde me eduqué, y a la Hermandad de Cristo Rey, la Borriquita y a partir de ahí he vivido mi vida cofrade. Al hablar de Semana Santa, hay muchas Semana Santa. Depende del ámbito en que uno lo viva o cómo lo viva. En este ámbito cofrade Semana Santa es la definición que le hacía. No se entiende en Andalucía la Semana Santa sin hermandades, lo que conllevan los desfiles procesionales… amén de la otra dimensión, que es la del culto, la ritual, el Triduo Sacro a partir del Jueves Santo en el que rememoramos de manera especial en la liturgia esos días centrales de nuestra fe.


—Usted conoce las cofradías por dentro. No todos los sacerdotes están de acuerdo con la labor que realizan, y no me refiero a la labor social o apostólica, sino al grupo humano sujeto a problemas como en cualquier familia. ¿Ese mundo forma parte de la Iglesia?
—Evidentemente una hermandad es una unidad eclesial. Es una asociación pública de fieles que es como se define una hermandad. No podemos divorciar el pertenecer a una hermandad y sentirse miembro de la Iglesia. Lo que ocurre es que todo grupo humano tiene sus pros y sus contras, sus cosas positivas y sus cosas negativas, todos tenemos que purificarnos, mejorarnos, y donde hay grupo humano hay roces, hay envidias, rivalidades, cuotas de poder… eso existe y no nos tenemos que escandalizar de ello. Lo que sí está claro es que hay un sector de la Iglesia que piensa que las hermandades se han convertido más que en entidades eclesiales, en peñas, por decirlo de alguna forma o asociaciones puramente folclóricas que solamente buscan la parte cultural, la parte estética de lo que es la procesión y poco más. Pero formar parte de una hermandad es decir primero yo soy cristiano, es por definición, porque no se puede ser hermano de una hermandad sin serlo y al decir soy cristiano estoy manifestando mi pertenencia a la Iglesia y vivir mi fe con unas características especiales o particulares. La fe exige un compromiso y si nos quedamos en una parte o en otra, estamos difuminando lo que es la esencia de la hermandad. No nos podemos quedar sólo con el desfile procesional ni nos podemos quedar en la parte formativa, comprometida. Es un compendio del culto interno y el culto externo.

—En San Fernando hay una cantidad de cofrades enorme. ¿Eso se traduce en un enorme nivel de espiritualidad?
—En esto no se puede generalizar. Yo soy enemigo de las generalidades porque al generalizar se pueden cometer muchas injusticias. Hay que particularizar. En las hermandades habrá de todo, igual que entre los miembros de una familia. Habrá grupos en una hermandad que apuestan más por una parte y otros que viven más otra sensibilidad, pero evidentemente las hermandades viven y tienen que vivir esa espiritualidad cristiana con su particularidad de ser cofrade. En estos momentos, con motivo el Año de la Fe que estamos viviendo, nuestro obispo diocesano ha propuesto una serie de temas formativos centrados en el Credo para toda la Diócesis. Las hermandades están incluidas y están llevando a cabo de manera seria este proceso formativo que las lleva a un redescubrimiento de su propia fe, de la persona de Jesucristo y de una espiritualidad que no sólo queda en el concepto, sino que también es celebrada y es vivida. Habrá personas en las hermandades que lo hacen de una forma más seria y otras de una forma más relajada. Pero así somos los hijos de Dios.

—Estamos en una semana transcendental para la Iglesia. Hay nuevo Papa que tiene una tarea por delante que creo que el anterior no ha sido capaz de culminar, luchar contra una sociedad cada vez más materialista. Me supongo que esa misma tarea es la que tienen ustedes como sacerdotes en sus parroquias.
—Pues sí, porque todos vamos en la misma barca, que es la de Pedro y lo que el Papa propone para la  universalidad de la Iglesia hay que particularizarlo en cada uno de los sitios. Lo que el Papa Benedicto XVI a lo largo de su pontificado ha venido a decir es que el hombre no puede decir que no hay una verdad objetiva y no puede vivir en un cierto relativismo que es lo que hoy impera. O sea, tú tienes tu verdad, yo tengo la mía y aquí mientras que no nos entrometamos el uno con el otro, hay paz. El Papa Benedicto ha venido a decir que no se puede relegar a Dios, que es el gran mal que hoy azota de alguna manera a la vieja Europa donde el hombre se ha convertido en su propio dios pensando que la ciencia, la técnica son verdades absolutas y dan soluciones a todo. Por supuesto, el progreso científico y el progreso técnico es algo muy importante, pero no es todo porque lo que la verdad científica dice hoy por verdad, mañana no lo es. La razón empírica no es la única verdad; hay otros tipos de verdades y el hombre puede acceder a ellas, al conocimiento de Dios, a experimentarlo y puede poner a Dios como el centro de su vida que orienta todas las demás opciones. Lo que ha venido a decir el Papa ha sido eso, la existencia objetiva de un Dios que se nos presenta como un padre y que nos ama por encima de todo y que busca el bien del hombre. Por poner un ejemplo, Dios es el creador del mundo. ¿Cómo? Pues eso lo tendrá que decir la ciencia.

—Las épocas de gran prosperidad económica son terreno abonado para que la espiritualidad baje enteros. En la época en que estamos ahora la gente se tiene que buscar otras opciones y la Iglesia recupera sin querer queriendo ese papel que siempre ha estado ahí, pero que ahora se echa en falta, el del último refugio.
—La crisis no es solamente económica, es una crisis de modelo de sociedad, de valores. Hemos puesto la mirada en lo puramente inmanente pensando que la salvación viene de lo puramente inmanente. Hemos creado dioses que son de hechura humana que ni salvan ni llevan a la felicidad. Donde habíamos puesto nuestra confianza era en tener seguridad, en tener un trabajo estable y seguro, un coche, una casa, en tener, en tener y en tener. Pero un tener que a veces no satisface las necesidades del hombre porque hoy tengo este trabajo y quiero más. Porque el hombre es ambicioso. Lo que ha hecho la crisis ha sido tambalear el sistema de valores de nuestra sociedad porque son variables que nosotros no podemos controlar porque que hoy tengas un trabajo no depende solamente de ti. La Iglesia nos pone a pensar que sí, que tener un trabajo es necesario, es un derecho que ennoblece y enaltece al hombre, tener las cosas necesarias para nuestra vida… pero no poner nuestro corazón en eso, nuestro apego a las cosas materiales porque una cosa es que sean necesarias y otra que sean imprescindibles. 

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—Evidentemente, dentro de esta crisis de valores juega un papel muy importante la caridad. La Iglesia siempre ha estado al lado de los pobres y está siempre al lado de los pobres. Quizá ahora con esta crisis ya un poco monumental que afecta a cualquier persona, la Iglesia es una opción fuerte para paliar esas necesidades en la medida de sus posibilidades. El amor cristiano que se nos invita a vivir no es una teoría, son los gestos concretos y palpables que tenemos para con los demás y  esos hechos concretos son testimonios de este amor de Dios para con los hombres. Lo dice claramente el Evangelio de San Mateo: “Tuve hambre y me diste de comer. Tuve sed, me diste de beber. Enfermo, me visitaste. En la cárcel viniste a verme. Forastero me acogiste. Desnudo, me vestiste. ¿Cuando  lo hicimos? Cada que vez que lo hicisteis con uno de estos, conmigo lo hicisteis”. Y hacia eso tiene que tender todo creyente.

—Usted es párroco de la Sagrada Familia, en un barrio humilde. Allí me supongo que se estará notando aún más la crisis.
—La feligresía tiene tres barriadas, barriada Bazán, San José y Carlos III y el paro es una de las lacras que las azota, sobre todo Bazán donde hay muchas familias que realmente lo están pasando bastante mal. No podemos mirar a otra parte, sino tendiendo la mano constantemente porque no es sólo la ayuda alimenticia, que es un esfuerzo bastante grande, sino gente con recibos de luz, farmacia, butano, agua… un esfuerzo económico muy fuerte. Lo notamos pero también notamos el sentido del compromiso y de sensibilización de toda la feligresía, desde las propias hermandades que hacen todos los esfuerzos por seguir ayudando, hasta los propios fieles al hacer donaciones.

—Es el pregonero de la Semana Santa. Este año la va a vivir como pregonero y como sacerdote. Supongo que de forma distinta.
—El hecho de ser pregonero abre las puertas a vivirla de una forma distinta a como la has vivido siempre. Yo la he vivido como cofrade de a pie, como sacerdote y ahora como pregonero. Y al ser pregonero hay una serie de actos, de reconocimientos, de cercanía para arroparme, que lo he vivido como espectador porque tengo amigos que han sido pregoneros, pero no en primero persona. En ese sentido es una nueva dimensión en la que uno vive la Semana Santa.

—Con el tiempo parece que puede pasar cualquier cosa. Hace ya muchos años que no tenemos una Semana Santa completa y sería una pena que tampoco lo fuera ésta, porque independientemente de todo lo que significa la Semana Santa está también el trabajo de muchísimos cofrades que quieren ver sus imágenes en la calle.
—Y no solamente eso. Ya que estamos hablando de la crisis, esta semana venía en el Viva Cádiz que la Semana Santa va a aportar 1.500 puestos de trabajo, sobre todo en el sector de servicios. Esa también es una dimensión que hay que ver de la Semana Santa. No es solamente la dimensión religiosa, sino que proporciona también un beneficio al conjunto de la sociedad. Además de que no es sólo para los creyentes, sino que hay personas que no son creyentes y que se acercan a ver una Semana Santa por lo estético, lo cultural, porque no hay que olvidar que estamos poniendo casi un museo en la calle con todo el patrimonio. Pero sobre todo fomenta que la gente salga y que la gente consuma. Y eso ya es importante porque si un bar sabe que va a tener una afluencia de gente y necesita reforzar su plantilla, va a crear un puesto de trabajo. Los floristas, los de la cerería, el ebanista… En fin, que va creando puesto de trabajo y riqueza y es un valor que hay que poner en alza.

—Habría que preguntarle a los hosteleros, que con las Navidades, la Semana Santa y el verano tienen un colchón para todo el año.
—Yo espero que haga muy buen tiempo, sobre todo para favorecer a este sector servicios y turístico, porque hay mucha gente de fuera que se acerca a ver la Semana Santa y que es muy importante en una provincia con la industria desmantelada.

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