El tiempo en: San Fernando

Creyendo y creando

Vuelo de amor

El destino, en un acto de generosidad inmaculado, firmaba el sacrificio de la entrega

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Alcanza la aurora el día soñado. La luz, sigilosamente, empieza a vislumbrar el brillo de sus pliegues. En la plaza, la calandria responde los divertimentos del ruiseñor. Transcurren las primeras horas de la mañana entre el desvelo y el nerviosismo; está desperezándose una nueva historia cuya rúbrica, en el sigilo de la piedra centenaria, aguarda ilusionada. Las horas previas culminan la certeza de Jeremías: “Antes de darte la vida, ya te había yo escogido; antes de que nacieras, ya te había yo apartado”. El destino, en un acto de generosidad inmaculado, firmaba el sacrificio de la entrega: “Lo que vos queráis, Señor, / sea lo que vos queráis. / Si queréis que, entre las rosas ría / hacia los matinales resplandores de la aurora, / sea lo que vos queráis”. No lo podía cincelar mejor el poeta de Moguer…

Con el sembrado de la oración y el aroma de las rosas, la espera agonizaba sonriente; el camino hacia la eternidad era, en aquellos instantes, “más cierto que la luz del mediodía / a donde me esperaba / quien yo bien me sabía”. El rumor de invitados era el preludio de la venida de los contrayentes: brillantes, esplendorosos, triunfantes, preparados, ante Dios llegaban “sin otra luz y guía / sino la que en el corazón ardía”. Ay, San Juan… La música era ofrenda de oración; se abrazaban las cuerdas, el órgano sostenía la arquitectura de la solemnidad, la voz cortaba la respiración ensalzando la Palabra… Sublime la predicación, resplandecía cada detalle, cada minuto de dedicación, cada puntada de los hilos ensartados en las filigranas de los invitados. Mas en ellos…; en sus caras se leía a Fray Luis: “Amor casi de un vuelo me ha encumbrado / adonde no llegó ni el pensamiento”.

Puedo afirmar que así rezaron aquella mañana, no siendo esto sino como ya lo hacían, para alcanzar el sacramento cristiano de mayor misterio, el rito del cuidado y el desvelo, la elección del transcurrir por el camino de la vida de la virtud y el sacrificio. Sobra añadir que recibieron todo tipo de afecto y aprecio, y que, tras jurar el consentimiento, en la prosperidad y en la adversidad, la celebración tuvo gran predicamento en las gentes del lugar, quienes no dejaron de dar noticia de este hecho en el transcurso de los muchos meses siguientes, y que, para no parecer mentira ni sostener el hecho como falso o recreado, la crónica de este quedó publicada en las prensas de la ciudad. 

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