Las familias del colegio público San Ignacio no están dispuestas a que sus hijos pasen otro curso más recorriendo 400 metros cada día a pie llueve, truene o ventee para llegar al CEIP Quintanilla, el centro educativo donde fue reubicado su comedor de forma provisional.
En febrero se cumplirá un año desde que se quedaron sin el suyo por la clausura del edificio principal de Primaria, donde se encontraba este servicio, tras ser declarado en ruina por parte del Ayuntamiento. Este miércoles, coincidiendo con el primer día de comedor, han querido visualizar su malestar haciendo mucho ruido con una cacerolada.
Las familias, arropadas por el director del centro, han esperado a la salida del alumnado a las 14.00 horas y los han acompañado -cacerola en mano- durante todo el trayecto de seis minutos a pie, con pendiente incluida en la calle Santa Teresa de Jesús, que los escolares tienen que completar para llegar al colegio vecino. El año pasado, de hecho, la Junta llegó a tener que poner taxis durante varios días de temporal para estos desplazamientos.
Según explica la presidenta en funciones de la AMPA, Amalia Ríos, en la reunión de finales de julio con representantes del Ayuntamiento y Junta de Andalucía se les aseguró que “se iba a hacer todo lo posible” para que en el primer trimestre tuvieran su comedor en el edificio de Infantil en el que se encuentran ahora los casi 200 alumnos, aunque el curso lo iniciaran con este servicio 'a distancia'.
La solución temporal pasa por adaptar varias estancias de este inmueble de Infantil (aulas y baños), pero lo último que han sabido es que la APAE (Agencia Pública Andaluza de Educación) “está haciendo un proyecto nuevo” para poder cumplir el nuevo catálogo de recomendaciones que les exigen, “y que no piden a otros colegios”, se quejan. Un escollo más que está ralentizando todo el proceso y que les indigna todavía más. También este verano el Ayuntamiento ha completado los trabajos de adecuación de la instalación eléctrica en el edificio de Infantil que se les exigía.
Mientras tanto, arranca otro curso y siguen echando en falta “más calor” de las administraciones después de haberse visto obligados a sacrificar salón de actos, biblioteca y numerosos talleres por los que son referencia debido a la falta de espacio.
“Es que no entendemos que se pongan tan exquisitos ahora con nosotros cuando saben que hay comprometida una ampliación del centro y que necesitamos nuestro comedor; lo que necesitamos es que las administraciones se pongan de acuerdo y nos digan cuándo vamos a tenerlo”, señala la representante de los padres.
Amalia tiene una hija de tres años y no ha dudado en matricularla pese a la delicada situación que atraviesa el centro. Hoy también era su primer día de comedor para su pequeña. “Estoy tranquila. Aunque esté pasando todo esto, el centro y los profesores tienen muchos valores, y tenemos que seguir apostando para que el colegio vaya adelante”.
De hecho, desde la comunidad educativa aseguran que el cierre del edificio principal no ha minado la confianza de las familias, al contrario, dado que este curso han recibido 13 solicitudes de 3 años de Infantil para un colegio que se construyó hace medio siglo y que nació unido al barrio que le da nombre. Lo mismo ha ocurrido con el comedor, con más de 40 alumnos inscritos, pese a las circunstancias tan especiales que arrastra este servicio.