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Carmen Cordón: No perdono, quiero que se haga justicia a la figura de mi padre

Unos terroristas les robaron 29 años, los que se cumplen el próximo jueves desde aquel 27 de junio de 1995 cuando su familia le vio por última vez

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  • Carmen Cordón, hija del empresario Publio Cordón. -

Carmen tiene ahora casi la edad que tenía su padre, Publio Cordón, cuando fue secuestrado. Unos terroristas les robaron 29 años, los que se cumplen el próximo jueves desde aquel 27 de junio de 1995 cuando su familia le vio por última vez. Carmen no perdona, no puede hacerlo, pero sí quiere que se haga justicia a la memoria de su padre.

Por eso ha participado en la serie documental "Publio. El secuestro sin fin", dirigida por Félix Colomer y que este jueves estrena la plataforma Max. Sabía que iba a ser duro emocionalmente, que se iban a "desatar todas las tormentas", pero le ha venido bien "mirar de frente", abrir la puerta a los sentimientos.

Así lo confiesa en una entrevista con EFE, en la que reconoce que al principio dudó, pero si en la 'docuserie' iban a intervenir jueces, fiscales, agentes e, incluso, miembros del grupo terrorista GRAPO que secuestró a su padre, lo lógico es que la familia pudiera dar su versión, expresar su posición sobre lo que pasó.

Fueron 48 horas de entrevista, casi seguidas. Carmen está contenta con el resultado final.

- Pregunta.- ¿Por qué hay que ver la serie, sobre todo quienes no conocen este caso?

- Respuesta.- Porque quiero que se haga justicia con la figura de mi padre, que fue muy maltratada. Se hicieron cortinas de humo por parte del Gobierno. A la tortura de tener un padre secuestrado al que iban a asesinar, se sumó la maledicencia, las falsedades. Debería haberse preservado su honorabilidad.

Y en este mundo tan polarizado, a los que ni han oído hablar del caso les digo que no hay argumentación filosófica ni ideológica para robarle la vida a alguien y asesinar.

P.- Han pasado casi 30 años, hay más medios, más investigación... Si volviera a pasar, ¿actuarían igual, pagarían rescate como hicieron entonces?

R.- Creo que sí. Desde el primer momento pedimos a la Policía que cortaran las carreteras, que estábamos seguros que se lo habían llevado a la fuerza en un coche. Sabíamos que había sido un secuestro, pero nunca nos habíamos enfrentado al mundo del hampa.

Hubo quien nos aconsejó que pidiéramos una nueva prueba de vida antes de pagar, y lo debatimos. Decidimos no esperar, porque cada vez que pedíamos una prueba, tardaban dos semanas. Ya teníamos el dinero (400 millones de pesetas), había costado mucho llegar hasta allí y pensamos: mañana podría estar en casa. Diecisiete años después nos enteramos en los juicios que cuando pagamos mi padre ya estaba muerto.

Tienes tanto miedo y tantas ganas de salvarlo, que incluso pagas sin tener la seguridad de verle.

P.- Su marido y usted fueron a Francia a pagar el rescate ¿Cómo vivió ese momento?

R.- Yo tenía 27 años y estaba embarazada. No sentí que hacía ninguna machada ni nada valiente. No pensaba en nada más. Nos habían contado que eran gente sanguinaria, impredecible y peligrosa. Pero estábamos deseando ir, pagar y salvar a mi padre.

Dar 400 millones a una banda terrorista era un delito y lo sabíamos por eso decidimos que solo nosotros debíamos hacerlo y no que otros arriesgaran su vida. Fui con mi marido. Ahora pienso que fue peligroso que fue una locura. No dejaría hacerlo a un hijo mio. Pero creo que no teníamos otra opción que tirar para adelante y salvarlo.

P.- Cuenta en el documental que se sintió mal por llegar a sentirte bien en un café de París mientras esperaban un nuevo contacto.

R.- Sí. Los secuestradores nos dieron 4 horas para revisar todo. Y nos sentamos en un café. Me dije, tengo 4 horas de descanso y me sentí bien. Pero inmediatamente tuve una sensación de culpa. Y me pasó muchas veces. Me preguntaba cómo puede seguir el mundo igual con lo que está pasando, cuando todavía no he podido salvarlo. Todavía tengo sensación de culpabilidad si disfruto de la vida como si no hubiera pasado nada, porque es un tema que no hemos podido cerrar.

P.- Para su familia, según explican en la serie, la cúpula socialista de Interior no lo hizo muy bien en este caso. Queda algo mejor la posterior del PP con Jaime Mayor Oreja al frente. ¿Qué se hizo mal?

R.- Eran momentos muy convulsos para el Gobierno socialista, sus últimos estertores. Estaba el caso Gal, Roldán había huido, etc... Y ante una banda terrorista, el GRAPO, otra vez potente pese a que parecía extinguida, prefirieron crear cortinas de humo y decir que igual mi padre se había escapado a Brasil porque tenía deudas o problemas en casa antes que enfrentarse a la Policía.

La rabia que tengo es que la Policía actuó tarde. Nosotros sabíamos desde el minuto uno que mi padre había sido secuestrado y tardaron tres días en salir a buscarlo.

Y era la propia Policía la que expandía esos bulos.

Con el Gobierno del PP fue un poco mejor la cosa, porque trabajaron conjuntamente la Policía, la Guardia Civil y el CNI.

P.- ¿Se acostumbra uno a vivir sin una persona como su padre, con esa personalidad que refleja el documental?

R.- Te acostumbras porque la vida ha seguido. Yo era prácticamente una niña recién casada. Toda esa etapa que pasas de niña a mujer la viví sin él. He crecido y soy otra persona que él no llegó a conocer. Creo que robarle a una persona en la paternidad el momento de conocer a su hijo como adulto es una de las cosas más duras. Soy consciente de lo que le quitaron.

P.- En el documental no parece muy optimista sobre la posibilidad de encontrar el cuerpo de su padre. ¿Ha tirado la toalla?

R.- Creo que las fuerzas de seguridad se han metido en una vía ciega. Han creído la versión del grapo Silva Sande de que lo enterraron el Mont Ventoux y a lo mejor lo más lógico es que dejaran el cadáver cerca de donde murió (en Lyon). Me gustaría que se abriese esta vía de investigación y que pudiéramos encontrar los restos de mi padre.

Creo que le dieron dos tiros y tuvieron que tapar ese error. Me encantaría cerrar este capítulo de mi vida para darle sagrada sepultura y tener un sito para rezarle y llorar.

P.- ¿Puede perdonar?

R.- Yo no perdono, lo siento, pero no perdono. A mi no han venido a mirarme a los ojos. Ninguno de sus asesinos ha venido a decirme 'fui idiota, no entendía la vida, creía que mi ideología justificaba asesinar a este buen hombre'.

P- ¿Sería capaz de enfrentarse cara a cara a uno de los terroristas?

R.- Félix Colomer, el director, me lo planteó con Silva Sande. Me lo planteé, pero me supera. No tengo esa valentía. No soy tan dura como mi madre, que sería capaz de ir con el bastón a por él.

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