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Antonio Sánchez, guardián de la joya oculta de Camposoto

A sus 91 años pinta todos los días y expone sus obras en la puerta de su casa para que los curiosos pregunten por ellas

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  • Antonio Sánchez. -

A veces, las cosas más inverosímiles e intrigantes están ante nuestros ojos, solo hay que pararse un segundo a observar a nuestro alrededor. Antonio Sánchez Barrera, un pintor nonagenario, cuya guarida y centro de operaciones está en Camposoto -concretamente enfrente del Parque de las Huertas-, expone uno de sus cuadros, a modo de gancho, en la puerta de su casa para todo aquel bienaventurado que quiera conocer su galería de arte personal: el tesoro más escondido y recóndito de San Fernando.

La historia de Antonio es una de esas historias que, al más puro estilo costumbrista, podrían haber sido llevadas a la gran pantalla. Nacido en el ambiente rural de pueblo (Pruna, Sevilla), tres años antes de que estallara la Guerra Civil, al igual que muchas personas de la generación maltratada por la postguerra, tuvo que ejercer la profesión que heredó y le tocó mamar desde bien niño. Criado por campesinos, él, a pesar de haber mostrado sus dotes artísticas, no creció con un pincel, una paleta o un libro, sino con una azada. “Mis padres me contaban que iba pintando las paredes desde que era un churumbel. En cuanto tomé algo de conciencia, supe que era mi vocación”, comenta restándole importancia.

No creció con un pincel, sino  con una azada

Sánchez, sin más formación que la que le dio la vida, aún recuerda el momento que cambió su existencia a los dieciséis años, cuando ingresó en los Salesianos de Sevilla, “gracias a Doña Carmen”, para cursar un curso de escultura que duraba dos años. El pruneño, quien nunca ha recibido clases de pintura, es un artista multidisciplinar. También realiza imágenes. De hecho, lo que más impresiona al entrar a su casa-estudio son las imágenes esculpidas de Jesucristo y una monja. “Puede transmitir lo mismo un cuadro que una escultura. Bajo mi opinión, la mayor obra de arte hecha por el hombre es 'La Piedad' de Miguel Ángel”, asegura.

En sus temblorosas y curtidas manos, Antonio tiene preparadas para la visita de San Fernando Información las fotos que muestran la cronología de su vida. Con especial añoranza, se detiene en una instantánea en la que aparece junto a una clienta extranjera en su galería de Fuengirola, donde residió durante 26 años. Esa etapa de su vida, una de las más prolíficas en su carrera profesional, le dio bonanza en lo económico, pero también en lo personal. “A mí nunca me ha preocupado el dinero. Nunca supe en cuánto tasar mis obras; me importaba el arte. Las cuentas siempre las llevó mi mujer”, confiesa el artista, que recuerda con nostalgia todas las vivencias que le ha regalado su arte: como aquel viaje a Londres pagado por una clienta inglesa, “en el que fue tratado como un marqués”; o las innumerables experiencias con extranjeros a los que retrató durante su estancia en la Costa del Sol.

 Ay, Dolores, qué haría sin su Dolores... A día de hoy, sigue compartiendo su vida con la mujer de la que nunca se ha separado. “Siempre hemos estado juntos. Yo regentaba una tienda de zapatos justo enfrente de su galería en Fuengirola. Tenía unas grandes cristaleras; trabajaba de cara al público y veía todo el rato lo que hacía. Siempre había mucha afluencia de gente”, cuenta Dolores Cubillana, su fiel compañera desde hace siete décadas y cuatro años menor que Antonio.

Fue alcalde de su pueblo

Este pintor, influenciado por el barroquismo y El Greco, fusiona estos estilos pictóricos con lo rural de una manera sutil y única. Sus pinturas, muy coloridas y cautivadoras, reflejan la esencia de la vida campesina con una profundidad que recuerda las obras de los grandes maestros. No obstante, cuando recuerda su pasado no se jacta de los premios que ha recibido o de la gran cantidad de carteles que ha pintado, como el del Corpus Christi de Sevilla o la Feria de Málaga, que están colgados, junto a una gran cantidad de premios, en la pared de su taller. Habla con orgullo de su etapa como político en Pruna, de donde es Hijo Predilecto y en el que está su patrimonio y gran parte de su obra. Sánchez fue teniente de alcalde y alcalde en funciones, y durante el tiempo que estuvo al frente del Ayuntamiento contribuyó a la evolución y desarrollo del pueblo. “Estuve a cargo de la pavimentación. Y no hay cosa que me haga sentir más orgulloso”, revela. Pruna le recuerda con gran cariño; si visita este pueblo sevillano, que colinda con la provincia de Cádiz, verá una estatua realizada por él. “Paso temporadas allí, aunque echo de menos mi pueblo. Allí tengo a mis amigos”, explica.

"Soy enemigo del tabaco y el alcohol"

La Isla acogió a Antonio hace diez años. Su único hijo emigró a Cádiz por motivos laborales y la pareja decidió mudarse para estar cerca de él y sus nietos. Encontró su residencia en El Pedroso, en una casa amplia donde pudo instalar su taller. Alejado del núcleo urbano de la ciudad y en un mundo que se rige por la hiperconectividad en redes, al no estar inmerso en él, admite que está apartado y que durante su estancia aquí se ha sentido poco valorado e invisible.

Antonio Sánchez en su particular galería de arte.

“Expongo y pinto con la puerta abierta para que me vean desde la calle y así los curiosos se paren a ver mi trabajo. Puedo contar con los dedos de mis manos las personas que en esta década se han parado a observar o a preguntar”, declara junto al busto de su esposa que da la bienvenida a su morada. Es por ello que le haría una gran ilusión poder mostrarle a los cañaíllas sus obras y presentarlas en algún lugar. “Me encantaría poder hablar con alguien del Ayuntamiento”, asegura Antonio, quien se muestra “eternamente” agradecido por la visita.

“Soy enemigo del tabaco y del alcohol”, dice. Quizás por ello, haya llegado a la edad que tiene con una salud que más quisieran tener algunos. El escultor sigue manteniendo unos buenos hábitos y pinta todos los días, sin excepción. Se levanta a las siete de la mañana y mata las horas creando y creando. Justo lo pillamos inmerso en la creación del nuevo cartel de la Feria de Pruna, el cual elabora todos los años. Lo único que se interpone en su proceso creativo a sus 91 años es el pulso. “De vez en cuando me juega malas pasadas. Es algo frustrante”, revela.

En un mundo que a menudo se olvida de sus mayores, Antonio Sánchez Barrera nos recuerda la riqueza que encierran la experiencia y la pasión por el arte. Su vida es testimonio de que el verdadero valor del arte no reside en la fama ni en el reconocimiento, sino en la dedicación y el amor por lo que uno hace. Su historia es una inspiración, un recordatorio de que siempre hay belleza  esperando ser hallados, incluso en los lugares más insospechados. 

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