Cien años dan para mucho y que mejor que dos de sus principales protagonistas para contarlo en primera persona. Francisco de Paula García Barroso y Cristina García Guaita, padre e hija, han estado esta semana en el programa La Isla Actualidad de 7TV San Fernando para hablar del centenario de la Librería García Bozano.
Creo que le estamos ganando un poco la partida al libro electrónico y cada vez la gente quiere más papel, incluso los jóvenes"Francisco de Paula recuerda con nostalgia como en 1924 su padre puso en marcha el negocio y afirma que “lo que hoy se llama emprendedores, para mi aquello hoy lo llamaríamos una aventura”, ya que la librería abrió las puertas en “unos tiempos convulsos” en plena dictadura de Primo de Rivera. Posteriormente llegó el alzamiento de 1936, posteriormente una nueva dictadura, la transición, una pandemia y hasta la actualidad.
Los primeros pasos de su padre fueron vendiendo prensa en un pequeño local en la calle Rosario número 3 para, a renglón seguido, comprar una sastrería que había contigua para agrandarlo hasta tener los mismos metros cuadrados que tiene hoy día el negocio. Comenzó por Diario de Cádiz y posteriormente se hizo corresponsal de toda la prensa nacional, sobre todo la de Madrid.
“Lo curioso es que la prensa venía con un día de retraso, ya que se hacía una edición para toda España y luego para el resto de provincias. Y a eso había que sumar el retraso con el que llegaban los trenes, lo que hacía que había estar todo el día pendiente de la estación. Mi padre tenía un hombre con un carro metálico que iba a recogerlo, y lo mismo llegaba a las 12.30 horas, que creo que era el horario establecido, o llegaba con una, dos y hasta tres horas de retraso”, indica García Barroso.
Y pese al “día de retraso” se vendía muchísima prensa, hasta el punto de que el fundador de la librería tenía hasta dos repartidores en la calle todos los días para difundir la prensa que llegaba desde Madrid.
El siguiente paso que dio Francisco García Bozano fue adentrarse en el mundo de los colegios. “Vendía muchos catecismos Ripalda, muchas libretas de una y dos rayas, el lápiz y la goma Milán, que ya existía, y a medida que los centros escolares se iban ampliando con más alumnos empezó a meterse en el mundo de la venta de los libros de textos. Hoy día esos libros son auténticas piezas de valor”, apunta el hijo.
Llegados a este punto, Francisco de Paula García afirma que, a nivel provincial, San Fernando siempre ha estado a la cabeza a nivel cultural y lo explica de la siguiente manera. “Teníamos necesidad por la industria y por la Armada, ya que había estudiantes que eran ingenieros, delineantes…, que requerían de los elementos necesarios para ponerse al día. Yo cuando empezaba y asistía a congresos en Madrid o en Barcelona siempre me preguntaban los motivos por los que en San Fernando se vendían tantos libros técnicos. En aquella época fue cuando se creó la escuela de aprendices en la Empresa Nacional Bazán y todos precisaban de dichos libros. Luego está la otra pata y era la gente que venía a hacer la instrucción militar o la milicia universitaria. Toda este gente también los compraba, unos para aprender y otros para leer en sus ratos libres”.
Paco, como se le conoce cariñosamente, describe sus primeros pasos en la librería. “Yo me eduqué en el colegio de La Salle, luego en el Liceo, de ahí al Instituto Columela y, por último, en la Escuela de Comercio en Cádiz. A la mitad de estos últimos estudios me rajé, ya que comencé a trabajar con mi padre cuando tenía 19 años y me gustaba más. Tanto es así que mi padre en aquel tiempo trabajaba en la Fábrica de San Carlos y un día me preguntó si quería trabajar en el negocio en la parte de contabilidad, pero no era demasiado lo mío. Entonces hubo un día que me infiltré en la parte de la librería y mi padre me puso a prueba. Lo primero que me hizo fue darme un cubo con agua, papel de periódico y me puso a limpiar los escaparates. Llegó un día que le dije que ya llevaba mucho tiempo limpiando los escaparates y lo que me contestó fue ten en cuenta que para mandar hay que saber, primero, lo que está mandado y luego que tú sabes hacerlo. Cerré mi boca y me retire”.
El siguiente paso fue entregarle un cajón de madera para ver cuánto era capaz de vender en un día a determinados clientes y, por último, al tiempo lo mandó a Barcelona, Valencia y Madrid para conocer a los proveedores del negocio, tanto de la parte de librería como de papelería. “Todo este procedimiento me llevó a tener mucho más claro de dónde provenía el producto que yo después lo ponía a la venta detrás del mostrador. Toda esa parte que me enseñó mi padre tiene para mí un valor importantísimo”, indica.
Su buen hacer le ha llevado a ocupar cargos de relevancia como fue el de ser el primer presidente de los libreros de la provincia de Cádiz, donde estuvo varios años, posteriormente de la Federación Andaluza de Libreros y, por último, pasó a presidir Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros.
Todavía recuerda cuando Cristina se tuvo que marchar por cuestiones familiares y se tuvo que calentar la cabeza para saber de qué manera podía seguir con el negocio adelante en el futuro. Sin embargo, todo cambio cuando ella le llamó un día “al móvil y estaba en la playa” y le dijo que a su marido le habían destinado a Cádiz, que si le volvería a admitir en la librería. “Eso fue un domingo y le dije que el lunes la quería allí a primera hora”, apunta el alma mater del centenario negocio isleño.
Y añade que “yo he sido durante toda la vida el que ha abierto las puertas por la mañana y las ha cerrado por la noche, y veía que la cosa iba a cambiar mucho. Pero desde ese día que me dijo que volvía ha sido la salvación de lo que mi padre había creado y yo había continuado. Cristina es la que actualmente lleva el peso de la librería”.
Cristina García
Cristina García Guaita será la que coja el testigo de su padre, manteniendo la “misma línea” que hasta ahora, puesto que ambos llevan ya varios años trabajando codo con codo, pero afirma que “todavía sigo aprendiendo mucho de él, ya que aún me quedan muchas cosas por aprender”. Su función actual dentro de la empresa es la que atañe a toda la logística con los pedidos y la librería. “Gracias a Dios tenemos unos empleados maravillosos que trabajan con nosotros y seguimos viviendo el día a día, siguiendo la pauta que mi abuelo le enseñó a mi padre y la que él me ha enseñado a mí. Lo que intentamos es que los clientes sigan entrando todos los días, que se sientan a gusto, que estén en nuestra librería como en su casa e intentando traer siempre todas las novedades”.
Cristina apunta que, pese a la aparición en escena de las últimas tecnologías y, sobre todo, tras la pandemia “creo que le estamos ganando un poco la partida al libro electrónico”. Y lo explica indicando que “estamos todo el día delante de los ordenadores, de los móviles, delante de pantallas y yo creo que la gente se está cansando y el libro en papel está resurgiendo. Hay estudios que así lo demuestran y hay mucha gente joven que está comprando libros. La literatura juvenil ha subido bastante y a mí me encanta, y siempre lo digo, cuando los viernes por la tarde o los sábados por la mañana se ve a pandillitas, de chicos jóvenes de 12 a 16 años, que entran en la librería y se ponen a mirar lo nuevo que ha llegado y lo compran”.
Eso, por una parte, pero también reconoce que hay otro enemigo contra el que hay que seguir luchando como es el comercio on line. “Cada vez tardamos menos en traer los libros, en apenas 24 ó 48 horas si hay existencias en los almacenes de por aquí llegan. Esa batalla se le está ganando al comercio on line y a la gente la gusta ir a la librería a tocar y oler el libro. Y con los artículos de la papelería sucede lo mismo”.
De hecho, afirma Cristina García, hay un reciente estudio donde se habla de que en los colegios van a tener que quitar parte de los ordenadores en los primeros cursos, puesto que se considera imprescindible que los niños aprendan a leer y a escribir en papel.