Si Larry David fuera de invitado al programa de Broncano y éste le preguntara cuánto dinero tiene en el banco, puede que le respondiera con su típico chascarrillo: “pretty, pretty, pretty...”. En realidad, la cantidad puede rondar en torno a los 900 millones de dólares, amasados en gran parte gracias al éxito de la serie Senfield, para la que escribió unos sesenta episodios. Que a sus 76 años siga al frente de Curb your enthusiasm en vez de dedicarse a disfrutar la vida -si es que no lo hace con el rodaje de cada episodio- es algo que, posiblemente, sólo sepamos apreciar sus seguidores, agradecidos por el cúmulo de momentos cómicos que nos ha deparado a lo largo de sus doce temporadas.
Ésta, asegura, será la última: a su edad no quiere garantizar nada. De hecho, hace unos días perdió a su amigo del alma, Richard Lewis, habitual en la serie, y eco asimismo de una generación de cómicos -cultivados en el ámbito del stand up- que en raras ocasiones han gozado de popularidad fuera de su país. El caso de David es atípico, e incluso dudaría de otorgarle la categoría de “popular” en toda su extensión, pero se ha visto reforzado por dos circunstancias: su propia serie, desarrollada a partir de un especial emitido en 1999 bajo el título Larry David: frena tu entusiasmo, y su papel protagonista en la película Si la cosa funciona, en la que ejercía de alter ego de Woody Allen y del propio Larry David -sin duda, uno de los mejores filmes de Allen dentro de este siglo-.
La película, de hecho, es una invitación a profundizar en las peculiares señas de identidad creativas e interpretativas de David, quien ha dicho en su defensa que su personaje en la serie es idéntico a sí mismo, pero sin conciencia social ni sensibilidad, claves en el desarrollo narrativo y cómico de cada una de las situaciones que ha planteado en cada una de las temporadas, en las que los malentendidos, las coincidencias y el subrayado uso de la ironía constituyen las claves del éxito y del interés de la veterana producción de HBO.
Es cierto que en esta última temporada parece más agotado y más chillón -grita en exceso, aunque la secuencia de la bronca a Siri es un acierto-, pero sabe cómo aferrarse a la actualidad del momento con su peculiar intromisión en el debate político y social de su país, ya sea desde la sátira judicial o desde el retrato de una sociedad predominantemente snob en la que se siente raramente a gusto.