El artista plástico Pedro Molina (Málaga, 1968) ha descrito su obra con una sola frase: "El color es prescindible", algo que salta a la vista en la exposición que inaugurará este jueves en Sevilla, "Trazos esenciales", que reúne 32 obras pintadas durante los últimos cinco años en su estudio malagueño a base de tinta negra sobre papel blanco.
En la sala de la Fundación Caja Rural, la muestra integra también una escultura de madera pintada de negro, y de un tamaño mucho mayor que el de sus dibujos, de 1,5 por 1,1 metros que, según explica el artista, "ha salido de uno de mis dibujos", ya que los perfiles, en efecto, son deudores de las siluetas en blanco y negro que crea en cada uno de sus cuadros.
Pedro Molina ha explicado a EFE que su proceso creativo arranca con sesiones de dibujo al natural, una actividad a la que ha dedicado los últimos veinte años, y que esos dibujos los somete luego en su estudio a un reposado proceso en el que aplica "un orden estricto y una línea precisa".
Ese proceso no siempre llega a buen término, de hecho el artista ha comentado con humor que trabaja con un bidón al lado en el que va quemando los dibujos malogrados o insatisfactorios, siempre a la búsqueda de esa línea precisa característica de cada una de sus creaciones, y que el blanco y negro aún refuerza más.
A pesar de ese orden y esa precisión, Molina dice trabajar con mucha libertad y que con el negro va eliminando elementos de los dibujos primigenios en busca de la aparente simplicidad de unas líneas que parecen deudoras tanto de sus estudios de Arquitectura como de los de Bellas Artes, escuela y facultad, respectivamente, en las que Molina estudió durante su juventud en Sevilla.
El artista ha asumido el riesgo de trabajar con tinta, una técnica en la que, ha confesado, "te puedes cargar el cuadro en cualquier momento" porque no permite rectificación alguna -de ahí, otra vez, la conveniencia de trabajar con el bidón de los papeles quemados cerca-.
El proceso desde el dibujo inicial hasta los definitivos acabados en tinta, ha dicho el artista, "es como una partida de ajedrez" -otra vez el blanco y negro- por la geometrización a la que somete a sus figuras, pero también por el sentido de la proporción y por lo que el propio Molina califica de "normalización".
Esa normalización o manera de concebir tanto el dibujo como la escultura pone de manifiesto la proximidad entre ambas artes, de modo que ha habido quien ha definido los dibujos de Molina como "esculturas bidimensionales", mientras que sus esculturas, planas y de un solo color negro, parecen aspirar igualmente a esa bidimensionalidad de la pintura.
Molina ha asegurado no hacer más esculturas por el tiempo que le requieren y por lo costoso del proceso, que en su caso requiere hasta de la intervención de un robot controlado mediante ordenador que corta la madera blanda sobre la que trabaja.
Margot Molina, comisaria de la exposición, que podrá verse hasta el 8 de marzo, ha señalado que la principal dificultad que ha tenido ha sido la de seleccionar las obras para dotar de armonía a la exposición, más cuando se trata de obras "muy relacionadas entre sí a la hora de captar la realidad".
La comisaria, que conoce la obra de Molina desde sus orígenes, ha destacado también como los dibujos más antiguos son más figurativos, como rostros humanos o gestos del cuerpo, y que los más recientes son más geométricos, como si se tratara de componentes de un edificio.