Cuando nada tiene sentido date cuenta de que estás mirando desde el ángulo equivocado, porque, en realidad, todo es explicable, aunque la explicación no sea de tu gusto. Pero para encontrarla hay que moverse del sitio, y, sobre todo, hay que crearse un espacio para pensar por uno mismo. Recordemos: el miedo destruye la mente y el odio es hijo del miedo. El primer pensamiento, para mí, es definir la democracia.
La gente vota, vota todo el mundo, y lo hace en función a ideas y pulsiones que no tienen por qué ser lógicas (en ninguno de los bandos). Pensemos que hay más aficionados del Real Madrid y del Barcelona fuera de Madrid y Barcelona que dentro. Pensemos que, a pesar de todo, hay mucha gente que cree en Dios. Pensemos que hay gente que se desmaya cuando ve a un cantante. Ya está, esa es la materia prima. Los que piden el voto no son más listos ni mejores que la gente que vota; al contrario, de algún modo, están condenados a no entenderse. Tanto es así, que no hay formación política que no reciba un puñado de votos, por muy marciana que sea, ante la estupefacción del resto.
Solo puede considerarse injusto si piensas que algo de esto tendría que ser justo desde tu punto de vista. ¿La gente está desinformada para votar? Sí. Todos. Absolutamente todos, yo también. ¿La prensa miente? Más que habla, eso ya lo sabemos. ¿Hemos intentado desde Podemos enfrentar esta coyuntura del modo equivocado? Obvio, porque hemos perdido. ¿Tiene remedio? ¡Pero claro! Lo que sucede es que hay que entender una cosa que es dolorosa. ¿Sabéis el ángulo desde el que hemos mirado los hechos y hemos esbozado la estrategia? Bueno, pues ahí no era.
Ya está. El que insista en que lo hemos hecho bien, por favor, que se aparte, porque no nos ha saltado ningún payaso con muelle de ninguna caja sorpresa a última hora, con esto de tener a los medios y los poderes en contra. Lo hemos hecho mal por motivos que hay que analizar, pero indudablemente hay que partir de la base de que hay que hacer cosas de manera distinta; quizá, sobre todo, que hay que decir cosas de manera distinta; sin aspavientos, sin latigazos y sin rencores.
Ahora que Pedro Sánchez acaba de convocar elecciones generales para el 23 de julio, considero que es momento de poner el foco en la idea de que, desde donde estábamos mirando la coyuntura, joder, insisto, ahí no era. Y si tenemos estrategas que no pueden mirar las cosas desde otro sitio, señor, gracias por los servicios prestados, ha sido un honor y todo eso, pero aquí hacen falta pensadores con todas las articulaciones del ingenio en perfecto estado, principalmente la cadera. Porque esto se puede recomponer y se puede remontar partiendo de la premisa de que somos nosotros, los que pedimos el voto, quienes estamos obligados a entender a la gente que vota, y no al contrario. Que no les podemos venir con nuestras películas de sufrimiento cuando son ellos los que necesitan ser salvados. Y que predicar a conversos cansa a los propios conversos, a no ser que tengan poca vida. En resumen, sí, ha sido una partida amañada, pero había varios tableros de juego, no solo uno, y El arte de la guerra tiene algunas anotaciones valiosísimas sobre lo que conviene y no conviene en estos casos.
Debemos entender que se puede hacer judo contra la adversidad, ya lo hemos hecho antes, y que a veces se tiene éxito contra la opinión publicada, pero tienes que ser más listo, no más valiente. Si esto no tiene sentido, no es tu juego. Y nos jugamos mucho.
Para todo lo demás, para la gente que confía en nosotros, perdón por haberlo hecho mal y gracias por estar ahí; espero que sigáis estando.
