El tiempo en: San Fernando
Viernes 19/04/2024  

Sindéresis

De qué trata esto

Es imprescindible establecer una conexión entre tu diagnóstico y lo que siente la mayoría

Publicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai Publicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai Publicidad Ai

Hace unos años vi un vídeo de Pablo Iglesias que me motivó a interesarme por Podemos. El vídeo circula titulado como La cuestión de la clase obrera. Una de las cosas que decía, con bastante acierto, era que la política no trata de tener razón, sino de tener éxito. Esto es un asunto que atañe casi por completo a la comunicación externa del partido. Da igual lo que sepas, sospeches, lo que te duela o lo que tengas ganas de decir. Lo único que importa es lo que debes decir para tener éxito, y el éxito, en política, tiene que ver con algo que en ficción llamamos suspensión de incredulidad.
La política es el arte de lo posible, así que debes calibrar, empleando en ello todo tu talento y el asesoramiento profesional que puedas recabar, qué cosas puedes decir o insinuar y que el votante no solo esté dispuesto a creer, sino que, como mínimo, proyecten una imagen de credibilidad. Gobernando, harás lo que se requiera.

¿De qué sirve decirle a alguien que no se considera como tal, que es un obrero, aunque no lo sepa? Tú puedes tener el mejor diagnóstico, decía Pablo Iglesias en 2014, pero ¿qué vas a hacer a la gente, gritárselo? El enemigo está deseando que lo hagas, para reírse de ti, deseando que salgas a la calle con una bandera de metros y metros con la hoz y el martillo, valga también la bandera de la República, que el enemigo se reirá de ti porque lo prefieren a él, al enemigo, porque le entienden a él cuando habla.

Es imprescindible establecer una conexión entre tu diagnóstico y lo que siente la mayoría, no son palabras mías, sino de Iglesias, que admitió que eso era muy difícil; pero hay que intentarlo. O, dicho de otro modo, no podemos hacer lo opuesto.

No hemos venido aquí a decir lo que pensamos ni a quejarnos de los agravios que sufrimos, porque lo que pensamos, a veces, no es útil a la gente, o rompe su suspensión de incredulidad definida a base de décadas de fiarse de la tele; y no vas a convencer a veinte millones de españoles de que no se fíen de la tele, no de la noche a la mañana. No somos los únicos que sufrimos agravios y alguien con determinación de poder no los resuelve aplicándolos a la proyección de su imagen; se va al juzgado, pone una denuncia y luego le sigue hablando a la gente de lo que le interesa y de lo que está preparada para escuchar y entender en ese momento, habiendo analizado antes cuánto se fía de ti. A alguien que te confiaría la vida le puedes pedir que te guarde un paquete en casa aunque no pueda contarte por qué. A alguien de quien quieres ganarte su confianza, porque no la tienes o la has perdido, te tienes que acercar con puentes menos arriesgados.

Perder siempre implica que el sentir general de la gente es diferente a todo aquello que tú explicas y con lo que intentas que se identifique; esto es democracia, no un concurso de talentos con jurado cualificado e insobornable.  La mayoría de la gente está en contra del capitalismo y no lo sabe; ergo, no hables de capitalismo. El enemigo nos quiere pequeños, usando un lenguaje que nadie entiende. ¿En qué momento dejamos de darnos cuenta de que eso significaba que el enemigo nos quiere proclamando que somos lo que está a la izquierda del PSOE? Porque lo que está a la izquierda del PSOE, la gente ya lo conoce: se llama comunismo, y tiene mala prensa. ¿En qué momento nos olvidamos que, cuando un país invade a otro, y tú no puedes hacer nada al respecto, proyectar la sombra de la responsabilidad sobre el país invadido va en contra del sentido común, de tus posibilidades de éxito? Y la política, amigos, no trata de tener razón, trata de tener éxito, y nuestros enemigos aplauden nuestra desbordante inteligencia geoestratégica que nos aleja del pueblo que queremos salvar.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN