Hace veinte años la chiclanera Inma Salado desembarcó en Mauritania sola. La ambientóloga viajó para desarrollar un proyecto de investigación relacionado con la llegada de las tortugas marinas a las playas. Una odisea en la que le pasaron mil aventuras pero que terminó de desencadenar el espíritu aventurero de esta joven. Desde entonces, todos los años, Inma recorre algún punto recóndito del planeta sin nada más que su propia compañía. Un acto liberador que le llevó a dar la vuelta al mundo hace cinco años -en 80 y 11 días- y hace unas semanas a coronar la cima del Kilimanjaro .
“El año pasado me fui al círculo polar ártico, porque quería un sitio donde hiciese frío ya que no suelo visitarlos tanto, pero realmente quería ir a Tanzania a hacer el Kilimanjaro, solo que no me vi preparada físicamente. Este año, a falta de un mes, decidí que quería subir al pico más alto de África, y entrené para ello”, explica Inma Salado, quien después de estar más de 30 días haciendo trail running y yendo todos los fines de semana a la montaña, se encontró “como una leona para subir a la cima”.
Un reto que ha superado con creces. “Subir una de las siete cumbres es indescriptible, aunque para ello tienes que estar bien preparada a nivel de salud física y también mental”. Inma ascendió sola, acompañada de un equipo local compuesto por un guía y seis porteadores. “Tienes que medir bien el tema de las comidas y las mochilas, tienes como máximo 20 kilos a dividir entre porteadores y tú. Yo llevaba algo menos de cinco kilos con tres botellas de agua, un chubasquero, un pantalón y alguna chocolatina”.
Inma realizó la ruta Machame, la segunda más utilizada para alcanzar la cima, considerada como uno de los recorridos más bonitos, con un circuito progresivo y una aclimatación buena, sobre todo por las jornadas que transcurren a 4.000 metros circunvalando la cara sur de la montaña. “La ruta está pensada para hacerla en 7 días, pero yo el cuarto día me encontraba tan bien que hicimos el recorrido de esa jornada y de la quinta, completándola en seis días. El tercer día, que es la jornada de aclimatación porque asciendes hasta los 4.600 metros y luego bajas hasta los 3.900 metros, sí que experimenté todos los síntomas del mal de altura, -diarrea, vómitos, dolor de cabeza y agotamiento total- y en ese momento piensas que ahí se acabó todo, pero me acosté y al día siguiente me levanté como nueva”.
Coronar una de las siete cumbres es una de las experiencias que esta aventura recomienda a todo el mundo porque “es una sensación súper bonita, yo he podido hacerlo sin ser montañera ni deportista de élite. El día a día del campamento es muy especial; te levantas temprano, haces la caminata, descansas y vuelves a levantarte. No tienes internet, tampoco cobertura, tienes todo el tiempo del mundo para pensar, una oportunidad para conocerte a ti misma y saber dónde están tus metas”. Inma logró su objetivo avisando previamente a su familia con la típica frase de “si nos vuelvo o no tenéis noticias mías en siete días, preocupaos”. Como siempre, regresó a casa con mil y una aventuras que contar.
Vivencias que también le han servido para su nuevo proyecto, un libro en el que plasma todo lo que experimentó en su trayecto más trepidante la vuelta al mundo, y que nace con el título Diario de aventuras, la vuelta al mundo en 80 días. Viajar solas. Para organizar sus viajes, mira el mapa y decide semanas antes qué hacer. “Me dejo guiar por lo que me pide el cuerpo. A nivel económico todo es permisible, he dormido en hoteles por 50 céntimos y he comido por un euro”. Asegura que viajando sola se observa mejor y que “siendo mujer la gente tiene un especial cariño y te ayuda más”.
Le es imposible quedarse con un país o rincón del mundo, pero lo que le encanta es “vivir en Chiclana”.