Novecientos diez euros

Publicado: 18/09/2022
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Hace años que estas hablillas comentaron una tienda de mascotas sita en una esquina de la calle Claudio Coello, en Madrid
El cariño por los perros, por su compañía y fidelidad hacia sus dueños los hacen merecedores de un lugar ganado en la familia donde viven. Sabido es lo terapéutico de su presencia junto a los enfermos, la vigilancia incansable con los niños pequeños y el cariño con que recibe las caricias de aquellos con algún tipo de trastorno en el comportamiento. En fin, el animal que llegó a la casa como cachorro nervioso y alegre ha ido cumpliendo años como cada uno de sus adoptantes. Con ellos participa en casi todo e incluso tiene su propia fiesta de cumpleaños, así como esos premios dados como recompensa con el propósito de afianzar o mejorar su comportamiento dócil, obediente, con el que ha logrado su propio rincón acolchado y confortable, alimento, asistencia médica y algún capricho de su dueño.

Hace años que estas hablillas comentaron una tienda de mascotas sita en una esquina de la calle Claudio Coello, en Madrid. Era como una juguetería de ensueño, llena de colores e ilusión, con todos los complementos imaginables, exageradamente caros por tratarse de marcas conocidas, con gente en la acera esperando para entrar. Desde la otra, el pasmo no permitió más que el movimiento de párpados del observador y no precisamente por el animal, que ni sabe y si contesta, saca la lengua mientras mueve la cola, sino por las mil razones chocando en la frente, atropellándose, enmudeciendo sin llegar a hacerse palabras.

Desde entonces -diez, doce años- hasta hoy muy pocas tiendas de este tipo han echado el cierre -tal vez sea uno de los negocios más prósperos- y si lo han hecho puede haberse debido a un cambio de lugar en un intento de mejora, de alcanzar el glamur que puede abrillantar una firma. Sin embargo, no todas aceptan o se avienen a dejar sus complementos en otros estantes. Sería como tener mellas en los propios. Por eso, el bolso para guardar las heces de los perros especialmente creado por una firma famosa, se ha resistido a abandonar su zona de glamour y solo está a la venta en su propia tienda, al precio del titular, escandaloso, aunque con trampa, porque el texto aclara su contenido: las bolsitas para recogerlas, unos párrafos breves animados por el video de la compra. Las redes sociales humean desde hace tres días y los lectores no acabamos de sorprendernos con tal desembolso, el de una paga, impensable, inalcanzable para tantas familias.

Si hubiera podido, cuánto daríamos por saber qué pensó el perro al ver a su dueño con el mini bolso convertido en péndulo, como si lo estuviera hipnotizando.

Qué cosas.

 

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