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Juan García Cubillana, Medalla de la Ciudad a uno de los estandartes del isleñismo

Emotivo acto de entrega en el Real Teatro de Las Cortes al reconocido pediatra isleño a sus 92 años y en el que estuvo presente su fallecida mujer 'Ina'

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Momento de la concesión.

“Este inesperado homenaje de concesión de la medalla de la ciudad, ha despertado en mí un profundo y entrañable sentimiento de agradecimiento y, si cabe, de mayor isleñismo”, para que más.

Así se pueden resumir las innumerables mezcla de sensaciones y emociones que se han vivido este viernes en el Real Teatro de Las Cortes durante el entrañable acto de entrega de la Medalla de la Ciudad a Juan García Cubillana, todo un símbolo de San Fernando que a sus 92 años ve reconocida de manera muy legítima todo lo que le él le ha dado a una localidad, la cañaílla, que siempre estará en deuda con una de las personas más humanistas que ha pisado esta tierra.

Él ha sido el culpable desde hace muchas décadas que varias generaciones de isleños hayan podido ver la luz gracias su profesión de pediatra, los mismos isleños que durante años lo han parado sin cesar por la calle Real y que le han convertido en una de las personas con más carisma y más admiradas de San Fernando. Una profesión que ha compaginado con su faceta cultural, un auténtico devorador de libros y uno de los grandes motores de la Real Academia de San Romualdo, de la que actualmente es su socio numerario más antiguo.

Un acto que ha contado con la presencia de representantes de la numerosa familia que posee formada por once hijos, 24 nietos y 10 biznietos, y en el que ha estado muy presente la figura de su mujer Manuela de la Cruz Belizón, cariñosamente conocida como Ina, y que falleció en el año 2006. Tanto él, como su hijo y su nieta no han podido reprimir la emoción durante sus discursos, al igual que al acordarse de la hija mayor de Juan, María del Carmen, fallecida hace tres años.

El acompañamiento musical de acto corrió a cargo de la orquesta de cámara Detiqueta y y se inició con la lectura del acta plenaria por el que se aprobaba dicha concesión de la Medalla de la Ciudad, a cargo del primer teniente de Alcaldesa, Conrado Rodríguez.

A renglón seguido tomó la palabra José Enrique de Benito Dorronsoro, presidente de San Romualdo, que glosó la vida del homenajeado desde su infancia hasta la actualidad y al que definió como “un isleño ilustre” y “paisano ejemplar”, añadiendo que para la Academia que preside es “un honor” que uno de sus miembros más representativo haya recibido esta distinción. También destacó la “lucidez mental” que sigue manteniendo Juan García Cubillana a los 92 años.

Llegaba el momento culmen en el que la alcaldesa, Patricia Cavada, y el distinguido se acercaron al proscenio del escenario del teatro para la entrega del título bajo los arcordes de la sinfonía número 9 en re menor de  menor, movimiento cuatro de Beethoven. Tras las distinciones, el respetable dedicó una cerrada ovación al doctor García Cubillana.

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Tras el acto central, llegó el momento de los discursos y la primera en subir al escenario fue una de las nietas del homenajeado. María Morales García Cubillana echó la vista atrás para recordar momentos familiares que siguen estando muy presentes en las retinas de todos ellos, e incluso contó alguna anécdota que sacó la sonrisa del público, como cuando su abuelo les decía que hicieran ejercicios con las muñecas que ayudaban a crecer, “obviamente no funcionaba porque la media de la familia apenas supera el 1,70 metros”.

“Te mereces esta medalla como el que más, eres una persona a la que todo el mundo quiere y no sabes lo bonito que es pasear contigo por la calle Real y que todo el que pasa te salude”, apuntaba su nieta, quien agradecía tanto a él como su desaparecida abuela “que nos inculcaran que para crecer como personas y profesionales es necesario el esfuerzo y el sacrificio”.

Destacó de Juan García Cubillana su amor por los animales, de los que ha tenido de toda clase y de todo tipo, o los bocadillos de la abuela con una onza de chocolate encima del pan. Tampoco se olvidó de los momentos entrañables como “esas mesas kilómetricas” navideñas en los que la familia cantaba sin cesar hasta la llegada de Papá Noel, tradición que todavía permanece muy viva. Finalizó dándole las gracias “por dejarnos pertenecer a una familia de la que estamos orgullosa de ella”.

Fue su tío Juan Manuel García Cubillana el que tomó el testigo tras ella e hizo también una semblanza sobre historias de toda una vida junto a un isleño de pro. Como los tres primeros hijos que tuvo, uno de ellos era él, se criaron en una casa humilde de la calle Nicola, “desde donde nuestro padre nos asomaba para ver las corridas de toros y también las películas del cine de verano que se proyectaban en el coso taurino”.

Pero la familia fue creciendo y fue necesaria la mudanza a Héroes de Baleares, “donde tuvimos que cambiar de coche y le compró una ranchera a un embajador de Estados Unidos. En ella nos montábamos los once hijos, algún sobrino y dos perros. Hoy día sería impensable con las normas de la DGT. Los vecinos se asomaban a los balcones para vernos partir, era un espectáculo”.

En su recorrido hizo mención especial a la de horas que trabajaba su padre, primero en el hospital, luego en la consulta privada junto a su esposa y no pocas noches en su propia casa cuando había alguna urgencia.

Recordó que ellos nunca tuvieron becas del Estado y que todos sus hermanos sacaron adelante sus carreras en la Universidad de Cádiz y Sevilla gracias al esfuerzo de sus padres, quienes “nos decían que ellos se lo podían permitir y que había muchas familias con más necesidades que precisaban de esas becas”.

Otro de los valores que les ha inculcado ha sido la de llevar “una vida sana”, siempre “al aire libre y sin humos”, haciendo mención a las numerosas excursiones a plena naturaleza en las que participaban toda la familia. O como les obligó a aprender a nadar “porque nuestro abuelo lo salvó a él con 14 años de morir ahogado en el Puente de Zuazo”.

A nivel gastronómico, Juan Manuel definió a su padre como “un amante de la dieta mediterránea”, y a la que no le deben de faltar “dos vasos de vino al día, uno de Arroyuelo de Chiclana y otro de manzanilla de Sanlúcar”.

Pero sobre todo, destaca de él que “nos ha inculcado en la total ausencia de rencor o revancha ante sucesos claves en nuestra familia como fue el hecho de que durante el régimen nuestros abuelos fueron encarcelados en el Penal de las Cuatro Torres y el de la Casería de Ossio”.

Tampoco se olvida de su “fortaleza de carácter” para tener que superar dos trances fuertes como han sido la pérdida de su madre y de una hija, a los que “ha sabido sobreponerse”.

Por último, dio las gracias en nombre de toda la familia a todos los que han hecho posible que desde este viernes Juan García Cubillana sea Medalla de la Ciudad, su ciudad.

Momento de la concesión.

Juan García Cubillana

Y llegó otro de los momentos esperados: las palabras de Juan García Cubillana. Desde su sillón en el centro del escenario comenzó con un recuerdo emocionado a la memoria de Jerónimo Prieto Pontones, académico, “que nos ha dejado recientemente”.

“En este momento, tengo una sensación de profundo sentimiento, para expresar un agradecimiento sin límites a la Corporación municipal, en la persona de su ilustrísima alcaldesa, y a toda persona o entidad que haya contribuido a la consecución de esta digna distinción de la medalla de nuestra ciudad, especialmente a mi compañero y amigo el doctor Chamorro López, médico y filósofo, escritores Rafael Duarte y Enrique Montiel, y otros cuyos  nombres no he podido retener sin olvidar la adhesión del señor alcalde de Chiclana, José María Román Guerrero”, apuntaba el homenajeado.

Durante su intervención recordó a “el gran escritor andaluz Antonio Machado, del que queda esta frase: Lo  más  difícil en la vida no es  llegar, sino el camino que hay que recorrer hasta alcanzarlo, y otro prohombre de nuestros días comenta que ninguna meta se alcanza sino es a través de la cultura del esfuerzo, Juan Roig”.

Echando la vista atrás, rememoró que “yo comencé a querer a La Isla desde pequeño y fue cuando me asomé por primera vez a la calle Real, una vez atravesado el callejón de Cróquer y contemplar el gran edificio del Deán. El ruido, los animales de tiro, los barriles trasportados en los carros, suspendidos y colgados, todo me impactó. Emociones de una edad primera; tendría nueve o diez años. Luego, la Albina del Puente, los caños, ese recuerdo de domingos y festivos con mi padre, días de fango y de cangrejos, las plazas donde tanto jugué, la plazoleta de las vacas, la Pastora, el Zaporito…, y la luz, esa luz de mar y sal de mi Isla de ayer. Mi Isla, mis afectos…., Ina…, hacia ella mi primer pensamiento después del silencio de la llamada inesperada e ilusionante de nuestra regidora”.

Su emocionante discurso fue in crescendo. “Cuántas veces me ausenté, siempre tenía ganas de volver. Tuvimos ocasiones de vivir fuera. Por mi número de hijos pensé trasladarme a Madrid. Dimos la entrada de un piso, de la Mutua Médica, y tras los trámites de rigor, mi mujer y yo nos dirigimos al emplazamiento de la vivienda en un barrio de nueva creación. Al contemplar desde la esquina la casa asignada, en presencia del funcionario, miré a mi mujer y le dije: Ina, ¿sabes en qué estoy pensando?, y me contestó: lo mismo que yo. ¡Vámonos para la Isla!”.

Por último, indicó que “Dios me ha otorgado alcanzar una edad longeva, con un aceptable estado de salud, pudiendo disfrutar, día a día y con ilusión, del especial sabor e idiosincrasia de nuestra ciudad, junto al aprecio de convecinos y amigos, lo que colma y justifica plenamente mi continuidad vital”.

Patricia Cavada

El acto lo cerró la primera edil, Patricia Cavada, quien en sus primeras palabras dijo “es un  absoluto privilegio para mí como alcaldesa poder presidir este acto de homenaje y de reconocimiento que esta, su ciudad, dedica a Juan García Cubillana, ilustre isleño, apreciado médico civil y militar que ha velado por la salud de sus vecinos y vecinas durante 70 años, que ha dedicado su vida al servicio a los demás, y que es un ejemplo y un motivo de orgullo para isleños e isleñas. Tengo muy presente que es una obligación de las instituciones como la que presido honrar a sus vecinos más ilustres, dedicar tiempo y esfuerzo a reconocer públicamente y distinguir a aquellos y aquellas que con su trayectoria, tanto personal como profesional, han aportado tanto y nos han hecho crecer como sociedad, que nunca han desfallecido para lograr el bienestar de los que les rodean.

“Sin duda, tenemos que detenernos y agradecer a esas personas que han marcado la diferencia en nuestras vidas. Y tú, sin duda, lo has hecho Juan. No solo porque presumes de un absoluto y encendido isleñismo, porque profesas y ejercitas de forma pública un enorme amor a esta ciudad y a todas sus costumbres”, indicaba la primera edil, quien añadía que “es también porque San Fernando te debe mucho. Son muchos los isleños e isleñas que me han parado y me siguen parando por la calle para recordarme tu entrega; para hablarme con cariño y apasionamiento de lo que hiciste por sus familiares, muy humildes, en épocas mucho más duras en las que la sanidad no era ni tan universal ni tan gratuita como ahora; y que tenemos que trabajando para que siga siéndolo. Para narrarme cómo salías corriendo ante las llamadas para atender cada emergencia, y cómo consolabas y reconfortabas a los enfermos y sus familiares; para recordarme cómo pusiste en marcha campañas de vacunación para salvar las vidas de tus paisanos. Sin desfallecer, sin mirar el reloj, robando horas al descanso y a los tuyos”.

Cavada añadía que “especialmente significativa ha sido, como bien han glosado hoy, tu labor como pediatra atendiendo a multitud de niños y niñas de San Fernando que tuvieron en ti al mejor médico posible, al más atento y preocupado. Has visto nacer a generaciones de isleños e isleñas, fueron con tus cuidados con los que llegaron al mundo. Fuiste uno de nuestros reyes Melchor favoritos, y sin duda de los que lo ha encarnado con más sentido por esa vocación y dedicación a la infancia”.

La alcaldesa de San Fernando se deshacía en elogios hacia el distinguido. “Los que te conocemos y te hemos tratado, y permíteme decirte de nuevo que eso es un auténtico privilegio, sabemos de tu fortaleza de carácter, de tu resolución a pesar de las borrascas de la vida, de tu fuerza de voluntad inquebrantable, de tu espíritu de lucha y tu entrega en todos los sentidos, esa que te llevaba a ser casi de forma oficiosa el primer socorrista de las playas de esta provincia en las que te lanzabas a salvar a cualquiera en peligro. Luego, profesionalizaste esa dedicación y valentía, traspasando esos conocimientos a todos los alumnos de los cursos de socorrismo de la Crz Roja. Tú mismo volviste a nacer aquel día que te rescató del agua tu padre en el Puente Zuazo, y la lección quedó bien aprendida y con deseos de transmitirla a otros”.

En cuanto a su recorrido profesional, apuntó que “desde tu humilde barrio de la Pastora, a pesar de haber vivido de niño las circunstancias más adversas, diste el paso al mundo de la Sanidad. Primero como practicante, de la mano del conocido Barranco, y luego como médico, lo que te llevó entre otros muchos logros a dotar de un equipo humano nuestro hospital, el de San Carlos, hoy felizmente público y que llegaste a dirigir. Eso no solo nos trajo aún mejor atención sanitaria, sino riqueza y empleo. Y todo ello sin conformarte, siempre con un afán incansable de avanzar en tu formación, de seguir aprendiendo, de avanzar en tu carrera como demuestra el que te doctoraras ya con casi 80 años. Qué hambre de conocimientos Juan, y qué tesón por aprender en una época en la que estudiar, salvo para familias con muchos posibles, era un deseo bien difícil”.

“En tu ejercicio profesional siempre han destacado tu afán de superarte y tu humanidad”, proseguía Cavada, quien afirmaba que “intuyo, y además así me lo han reflejado muchos de los que te quieren, que aquel episodio de las bombas de Cádiz en el verano del 47, en el que con 18 escasos e inexpertos años tuviste que separar a los heridos vivos de los muertos, ya te enseñó la parte más dura de la tarea que ibas a encarar en toda tu carrera”.

Para la regidora isleña, Juan García Cubillana “es un absoluto ejemplo para nosotros y nosotras. Un prohombre, un intelectual, que también ha divulgado, formado, que sigue siendo miembro de academias y ateneos, autor de publicaciones. Un verdadero hombre de ciencias y también de letras. Un maestro. Siempre pensando en el bien común, como destacaba en su adhesión a este reconocimiento nuestro querido Juan Torrejón. Esta ciudad solo puede sentir orgullo por ti y porque te sientas parte de ella, porque la lleves a gala, por tu generosidad y tu entrega. Hoy aquí, en este merecido acto público de reconocimiento, quiero decirte una vez más que tienes toda nuestra consideración y nuestro respeto”.

“Me llevaría mucho tiempo detenerme en todas las adhesiones, en las emotivas cartas con las que muchos y muchas han visto con buenos ojos la concesión de esta medalla a una persona que es todo un orgullo para San Fernando. Pero sí quiero hacer mención a dos: la de tu compañero y amigo Chamorro López, que abrió la primera puerta a la entrega hoy de esta medalla. La otra es la del triste y recientemente fallecido José Ribera Tordera, que esta primavera sumó elogios y motivos para este acto que nos reúne. Hoy desde aquí le dedicamos un cariñoso y emotivo recuerdo. Junto a ellos han sumado apoyos colegios profesionales, ateneos, academias, cofradías y hermandades, personalidades de la cultura, artistas e intelectuales, estamentos militares y eclesiásticos, organizaciones profesionales, asociaciones y entidades de ayuda mutua, asociaciones de vecinos y particulares”, indicaba Patricia Cavada.

Y añadía que “por ello, y porque las palabras sobran y lo que valen son los hechos, quisimos que esta ciudad, que los reunidos en este teatro, te diéramos hoy el homenaje que mereces y te agradezcamos todo lo que has contribuido para hacer mejor San Fernando. Sé que cada uno de nosotros podremos seguir agradeciéndote de forma particular esa entrega. Sobre todo en tu desayuno diario en la Gran Vía, todo un ritual, una costumbre que a los que te queremos y admiramos nos llena de alegría porque nos brinda la oportunidad de cruzar saludos y conversaciones contigo, de poder trasladarte el cariño que te profesamos. Es una suerte que sepamos cuál es el mejor punto de encuentro contigo”.

La alcaldesa reseñaba que “no quiero terminar mis palabras sin reiterar la importancia del reconocimiento de hoy, que da muestras de lo fundamental que es para una sociedad tener referentes. En un mundo cada vez más conflictivo y con caos, donde prima el individualismo, actos como el de hoy son un reconocimiento a la persona, pero también la puesta en valor de un espejo en el que mirarnos. Siempre hace faltan esos espejos que nos devuelvan nuestro mejor reflejo como sociedad, pero ahora son más fundamentales que nunca en un mundo lleno de crispación y confrontación; un mundo en el que necesitamos faros y ejemplos de que personas que como tú han aportado a su vida y la de su comunidad sensatez, talante, reflexión, esfuerzo, compromiso y afán por hacer las cosas bien en todos los ámbitos de la vida, y que han hecho patentes esos valores en su vida familiar, en su profesión, en las entidades a las que pertenecen y en todas las causas a las que han contribuido y aportado. Martin Luther King decía que había que comprometerse con la noble lucha por los derechos humanos, con el bienestar de todos y todas en la sociedad, porque así harás una mejor persona de ti mismo, una gran nación de tu país y un mejor mundo para vivir”.

Por último, dijo que “todos y todas necesitamos a personas como nuestro distinguido de hoy. Y confío en que este homenaje no solo sirva para darte el reconocimiento que mereces, sino que siembre la semilla y alimente que aparezcan más Cubillana en el futuro de San Fernando. Ojalá tengamos esa suerte y ese privilegio. Juan, eres el mejor reflejo para la sociedad y para mí, un ejemplo de cómo proceder ante la vida y en mi labor como alcaldesa de nuestra ciudad. Quiero felicitarte efusivamente por la concesión de esta Medalla de la Ciudad, y felicitar también a los tuyos, a tu extensa familia conformada por 11 hijos, 24 nietos y 10 biznietos. Me consta que a todos ellos les has inculcado la cultura del esfuerzo y del servicio a la sociedad que tú llevas a gala. Especialmente quiero acordarme de Manuela, tu añorada Ina, y de tu hija María del Carmen, que era enfermera de San Carlos y que, como otros de tus hijos, siguió tus pasos en la sanidad. Ellas te acompañan hoy. Enhorabuena Juan. Y enhorabuena a todas y todos los que te disfrutamos como ejemplo, como vecino y como amigo en esta Isla que nunca quisiste abandonar”.

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