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CinemaScope

Matt Reeves aborda el universo de Batman como un atractivo policiaco

The Batman es una gran película policíaca, más próxima al cine de gangsters que a la sofisticada espectacularidad explorada por la trilogía de Nolan

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Cuando Matt Reeves se dio a conocer con la más que interesante Monstruoso (2008), en la que convertía el estilo en una seña de identidad desde la que superaba los clichés del cine sobre invasiones alienígenas, sentó las bases de un cineasta comprometido con sus historias, pese a trabajar textos ajenos o pertenecientes a universos prestados. Lo demostró con su siguiente trabajo, la versión estadounidense de Déjame entrar, y con las muy aceptables segunda y tercera entrega de la nueva trilogía sobre El planeta de los simios.

Ahora no solo se ha enfrentado a un universo de extraordinaria popularidad, el de Batman, sino que lo hace consciente de la huella aún fresca de Christoper Nolan en la memoria del espectador, y de los estrepitosos fracasos del hombre murciélago encarnado a continuación por Ben Affleck. 

Parte, por primera vez,  de un guion propio, coescrito junto a Peter Craig, y con las ideas mucho más claras que quienes recelaron a priori de una película tachada de “innecesaria”. ¿Quién no lo haría? Y encima con Robert Pattinson como protagonista. En realidad, este último es uno de los escasos errores del filme, aunque Reeves sortea las desavenencias mostrándolo la mayor parte del tiempo en pantalla enmascarado y, como en sus anteriores trabajos, logrando que brille más su escritura cinematográfica que el omnipresente protagonismo de un súper héroe de una dimensión más humana de lo habitual, tanto en la presencia física como en la renuncia al sofisticado arsenal; una decisión que extiende igualmente a los antagonistas de la historia, desde el Pingüino (un irreconocible Colin Farrell) hasta Enigma (Paul Dano), y por supuesto a la brillante presencia de Zöe Kravitz como Catwoman.

El resultado, de hecho, se aleja bastante de lo esperado para una adaptación de estas características, desde el momento en que Reeves convierte a The Batman en una película policíaca, más próxima al cine de gangsters que a la espectacularidad explorada por la trilogía de Nolan, incluso con más aspectos en común con el Joker de Phillips, tanto en la estética como en el tono narrativo.

Pero, más allá de las comparaciones inevitables, construye una película con personalidad propia, en la que pervive con intensidad la esencia del cómic original y en la que esa subrayada humanización del personaje ayuda a incidir en la eterna lucha del bien contra el mal, con máscara o sin ella.

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