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Morante roza el triunfo y Cayetano deja detalles

Morante de la Puebla estuvo a punto de cortar una oreja ayer en Sevilla si mata a la primera a su segundo toro, en una corrida en la que Cayetano Rivera dejó bonitos detalles con el capote, y Aparicio pasó sin pena ni gloria.

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  • El diestro Morante de la Puebla, en su faena al primer toro de Jandilla. -
Morante de la Puebla estuvo a punto de cortar una oreja ayer en Sevilla si mata a la primera a su segundo toro, en una corrida en la que Cayetano Rivera dejó bonitos detalles con el capote, y Aparicio pasó sin pena ni gloria.
No funcionó la corrida, pero no fue culpa de los toros. La sensación es que los toreros, excepción de un sorprendente Morante, debieron estar mejor.

En realidad fue el de La Puebla el único que hizo el esfuerzo de verdad, y con el toro más complicado, un segundo sobrero de Javier Molina –¿qué pintaba uno de esta ganadería en una corrida de Jandilla?–, con el que se la jugó en una faena muy trabajada, sobre todo en la primera parte de la misma. Lo que demuestra que la capacidad de este torero no tiene límites. Pues más allá incluso del compromiso asumido, resolvió con un toreo de mucho gusto, con aroma y duende, ni más ni menos con el estilo que le define.

Toro revoltoso en el capote. Enseguida se vio lo que podría dar de sí, o mejor dicho, lo que no iba a dar de sí. Hizo sonar los estribos en los dos puyazos, por cierto, arreándole de lo lindo el piquero de turno, presumiblemente sin haberse encomendado antes a su jefe, pues cuando uno no quiere ver al toro para eso está el picador, pero en este caso se pudo comprobar a continuación que Morante estaba muy por la labor.

Aún así llegó el animalito a la muleta bronco y descompuesto, lo que en la jerga se suele decir “pidiendo el carné”. Sorprendente Morante no se arrugó, "metiéndose" con él por abajo desde el primer momento con mucha decisión, buscando ahormarle. Dos tandas a derechas con el toro todavía sin definir, que es como decir que tragó el torero lo suyo.

Que Morante es único ya se sabe por la calidad de su arte. Pero que esa singularidad pueda descubrirse también a través del valor parece demasiado. Pues así fue.

Morante, también torero de raza. Única manera de entender derechazos y naturales por abajo, limpios y muy seguidos, dormidas las muñecas y quebrada la cadera, con un marrajo que por fin acabó entregado.

La faena transcurrió entre las rayas, donde los mansos responden mejor, y en las cercanías de chiqueros, para entender definitivamente la solemne mansedumbre del astado. ¡Qué bien estuvo Morante, más allá del esfuerzo y del valor! Así obró el milagro del arte. Torero completo. Gran torero.

Cayetano, tercer espada, firmó otro pasaje especialmente emotivo desde el punto de vista artístico. Fue en el recibo al sexto, con una serie de lances rodilla en tierra, muy seguidos y, sobre todo, muy sentidos. Capote excelso, que repitió maravillas en un primoroso quite de tafalleras por abajo.

No obstante, con la muleta ya no hubo rotundidad. Le costaba al toro, y le costaba al torero, recolocándose Cayetano para muy pocos muletazos y de uno en uno.

También el toro anterior de Cayetano, el tercero, reservón, aportó poco. Y él no estuvo por la labor.
Aparicio desaprovechó el lote con más posibilidades. Bravo e importante el primero, al que quiso hacer faena sólo a base de pellizcos en lugar de ponerse a torear.

El cuarto, cogido con alfileres por sus escasas fuerzas, no obstante tenía también buena condición. Aparicio lo esperó siempre en la cintura, sin adelantarle el engaño, evitándose el trago del difícil segundo tramo.

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