Que las chozas no desaparecieran del paisaje de Benalup hasta bien entrados los años setenta dan buena cuenta de la envergadura del retraso social y económico que sufría la entonces pedanía de Medina. Figuras políticas locales como Nicolás Vela lamentaban las “calamidades” que veía en su pueblo, “totalmente discriminado por Medina”, y dependiente de los grandes latifundios desde el origen mismo del asentamiento en la primera mitad del siglo XIX, que demandaban mano de obra barata.
El Ayuntamiento matriz, a más de 20 kilómetros, era incapaz de controlar la proliferación de este tipo de viviendas, que no pocas veces quedaron consumidas pasto de las llamas, y tampoco destinaba recursos para ofrecer servicios básicos. La iluminación corría por cuenta de candiles y lámparas de carburo, conocidos como fogarines, causantes de muchas de las desgracias referidas. Francisco González Cabaña, inevitable icono de los 40 años de Democracia en Benalup, recuerda que la primera red de alumbrado público se instala con Antonio Orellana, a principio de los años ochenta, como alcalde. El primer PGOU es de 1998.
El nuevo régimen de libertades trae consigo el desarrollo de infraestructuras elementales, como pavimentación y saneamientos, pero también reaviva el latente movimiento de segregación que, precisamente, lidera González Cabaña. Militante socialista, se pone al frente de la Candidatura Unitaria de Benalup (CUB) y reta a su formación frustrando el acceso a la Alcaldía a a Juan Cornejo en 1985.
Al PSOE no le queda más remedio que asumir la independencia, que se consuma, finalmente, en 1991, tras superar el principal escollo: la extensión del término municipal. Benalup se queda finalmente con una tercera parte de la propuesta inicial, pero la ansiada segregación es recibida en ambos municipios con ilusión y satisfacción. Tanto es así que González Cabaña y Cornejo ven recompensado su acuerdo con rotundas mayorías absolutas.
El desarrollo experimentado por Benalup es palpable. El ex alcalde saca pecho hoy remarcando que el pueblo cuenta con tantos o más servicios que cualquier municipio de alrededor. Pero la crisis aún colea.
En materia de infraestructuras, el más ostensible símbolo del recorte en inversión pública lo representa la denominada carretera de El Castaño, que une el municipio con la autovía A-381 (Jerez-Los Barrios). Clave para el desarrollo económico, tendrá que esperar, tal y como ha anunciado recientemente el actual primer edil, Antonio Cepero, por falta de presupuesto por parte de la Consejería de Fomento de la Junta de Andalucía. El ancho de vía insuficiente y el deterioro del firme, con la falta de seguridad vial que conlleva, seguirán siendo un obstáculo para la localidad.
Tampoco atraviesa su mejor etapa Las Lomas, la explotación agraria de la familia Mora Figueroa sobre la laguna desecada de La Janda y que llegó a contar con hasta 600 empleados directos hace treinta años y con dos poblados con 240 viviendas. Y el estallido de la burbuja inmobiliaria también pasó factura, con una gran parte de la población activa dedicada a la construcción. De hecho, el Brexit perjudica a Benalup, dado que muchos vecinos trabajan regularmente en Gibraltar.
El turismo se abre paso. En el pueblo hay tres grandes establecimientos hoteleros. Uno de ellos, vinculado al Celemín, cuyo entorno natural es uno de los principales atractivos. Pero ni el Dolmen de Soto, en La Lobita, ni el Monasterio del Cuervo o el Tajo de las Figuras, en manos privadas, ofrecen rendimiento alguno. No obstante, si bien Benalup tiene mucho patriomonio material por recuperar, ha dado grandes pasos para saldar la deuda con el inmaterial.
En 2015, Diputación inauguró el Espacio Conmemorativo Casas Viejas 1993 para dignificar la memoria de las víctimas de la represión republicana contra la insurrección liderada por jornaleros que reivindicaron la colectivización de la tierra. En el centro de la edificación, se colocó un lecho de grava negra que simboliza la ceniza de la choza, siempre las chozas,de Francisco Cruz Gutiérrez, Seisdedos, donde su familia y otros participantes de la revuelta anarquista se refugiaron tratando de huir de la matanza que perpetraron, finalmente, guardias civiles y tropas de asalto.