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Notas de un lector

En el margen de los días

Con “Los días hábiles” Carlos Catena Cózar (1995) obtuvo exaequo el XXXIV premio Hiperión,junto a “Autobús de Fermoselle” de Maribel Andrés Llamero.

Publicado: 07/04/2020 ·
12:46
· Actualizado: 07/04/2020 · 12:46
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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Con “Los días hábiles” Carlos Catena Cózar (1995) obtuvo exaequo el XXXIV premio Hiperión,junto a “Autobús de Fermoselle” de Maribel Andrés Llamero.

     Es este su primer libro, y en él, confluyen el desengaño y la inquietud por un mañana que se antoja incierto. Desde un perfil generacional donde prevalecería batallar frente a la injusticia y no tolerar la complacencia propia ni del prójimo, el poeta jienense apuestapor una escritura honesta y, a su vez, combativa. Su mirada gira hacia el ayer y desde el poema inicial memora el aprendizaje recibido de sus mayores: “intento construir una casa donde quepa mi abuela/ mantengo el orden según sus enseñanzas/ lo cocino todo con aceite de oliva/ y desconfío de los que tienen dinero/ la imagino sentada a esta mesa/ en la que nadie nos comprende”.

Desde esa incomprensión va sucediéndose un decir que critica la precariedad del ser humano, sumido en un torbellino de necesidades creadas, que no reales, y desde la que no es capaz de dar respuesta a su inconformismo: “la mayor hazaña del hombre moderno/ es cotizar hasta jubilarse/ cuarenta años de dolores y fatigas infinitos (…) que nadie recordará/ en su lecho de muerte”.

     Ese clamor contra la sumisión, contra el fracaso, contra la indeseada soledad del alma, encuentra su contrario en esa abuela ya ida, pero ejemplo de fe y de constancia, que no supo de resignación sino de trabajo y esfuerzo. Ahora, el yo lírico busca su rastro para amanecer desde un tiempo y un espacio distintos, desde una realidad que niegue lo individual y abrace lo solidario. Un deseo que no es sino intuición, intención de futuro para redimirse del daño presente: “he empezado a construir mi casa en el extranjero/ un terreno en una ciudad irlandesa donde el sol/ ocurre solo en el margen de los días festivos”.

Carlos Catenase sume en referencias temporales distintas, que le sirven para explicarse e iluminar las dudas que genera la edad. De alguna manera, tal vez, trate de desanudar esatrama fatalista que nos quiere reducira la imposibilidadde decidir nuestros actos, de reorientar nuestro destino. Desde sus adentros, se reconoce, capaz de articular pesares, dichas…, experiencias, en suma, que sean por completo ajenas a la providencia: “repitamos hoy el procedimiento:/ formar comités salir a la calle clamar/ que la tristeza y este dolor en el pecho/ cada domingo por la tarde/ no son la vida que queremos”.

Mudanza, al cabo, del cuerpo, pero no del corazón, que sigue latiendo en la casa familiar, un cobijo “donde escondernos en la duda” Y que se hace entre estas páginas cálida estancia, verbo candente, semilla imborrable.

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