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Liderazgo y hartazgo

Ayer fue el día anunciado por el líder del PP, Mariano Rajoy, para hacer un punto y aparte, un borrón y cuenta nueva para olvidar lo vivido en las últimas semanas y guardar en el cajón las desavenencias internas que han eclipsado el mensaje político del partido.

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Ayer fue el día anunciado por el líder del PP, Mariano Rajoy, para hacer un punto y aparte, un borrón y cuenta nueva para olvidar lo vivido en las últimas semanas y guardar en el cajón las desavenencias internas que han eclipsado el mensaje político del partido.

Rajoy dio un golpe en la mesa para reafirmar su liderazgo y ha venido a decir algo así como “nunca más”, una frase que le debe sonar muy cercana desde que en 2002 tuvo que hacer frente como vicepresidente primero del Gobierno a las consecuencias del hundimiento del Prestige.

Habría que preguntarle a él directamente para saber cuándo lo ha pasado peor, si en esos días en los que el chapapote ensuciaba las costas gallegas o en las jornadas mucho más recientes en las que sus correligionarios de Madrid y de la Comunidad valenciana le han llevado a dejar de emular al santo Job.

Su mensaje de ayer sonó contundente al advertir de que ya no va a dejar pasar ni una y calificar de inadmisibles las actuaciones que han provocado el espectáculo que ha estado dando del PP.

Los líderes regionales del partido le arroparon, secundaron su mensaje y le dieron luz verde para que actúe duramente si, en función del desarrollo de los acontecimientos, lo considera oportuno.

Pero entre esos líderes de su familia política echó en falta a una. Sin pensar quizás en un homenaje al actor José Luis López Vázquez, protagonista de La Familia y uno más, Rajoy tuvo junto a él a la familia ... y una menos: Esperanza Aguirre.

Su ausencia impidió que el mensaje de unidad sonara redondo y, por contra, dejó abierta la duda de si van a cicatrizar en breve las heridas sufridas con la excusa de la presidencia de Caja Madrid.

AGUIRRE VS. GALLARDÓN

Más que nuevas, son heridas reabiertas en la latente batalla de Madrid que desde hace tiempo protagonizan Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón y que han implicado en ella a la dirección nacional del PP.

Hoy, Génova deberá entrar de nuevo en esa batalla cuando, tras escuchar los argumentos del vicealcalde de Madrid, Manuel Cobo, por sus críticas a Aguirre, tenga que decidir la sanción que le impondrá.

Se antoja difícil que contente a todas las partes, máxime cuando Aguirre ya expresó ayer su malestar por interpretar que la reunión del Comité Ejecutivo Nacional del PP ha colocado al mismo nivel a ella, que se considera un “víctima” de la incontinencia verbal de Cobo, y a éste último, al que ve como su “agresor”.

Unas palabras no muy acordes con la fiesta de la unidad que ayer pretendió vivir el partido y ante las que María Dolores de Cospedal no tardó en salir al paso asegurando que no las comparte.

No faltaron los reproches en el seno del Comité del Partido Popular a la ausencia de Aguirre. Pero su oponente madrileño, Alberto Ruiz Gallardón, no ha salido mejor parado, porque al pedir ante la dirección del partido apoyo para Cobo, su mano derecha, no recibió ni un aplauso.

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