La canciller alemana, Angela Merkel, apuró este viernes su campaña para la reelección en Múnich, territorio conservador donde volvió a ser abucheada por grupos de ultraizquierda, mientras su principal rival, el socialdemócrata, Martin Schuzl, instaba a los suyos en Berlín a no tirar la toalla.
Con todas las encuestas a favor para un cuarto mandato, Merkel viajó a la capital de Baviera en plena "Oktoberfest" y se dirigió a miles de seguidores en la céntrica Marienplatz.
Las protestas surgieron desde detrás del cordón de seguridad, esta vez principalmente de grupos izquierdistas, mezclados con algunos ultraderechistas.
"Merkel odia a Alemania", se leía en una pancarta presuntamente en contra de su política de acogida de refugiados, mientras otros manifestantes esgrimían carteles en contra de las deportaciones de los peticionarios de asilo y muchos más simplemente silbaban y hacían ruido.
La líder conservadora empezó su discurso afirmando que con abucheos y silbatos no se organiza un país, para seguir luego desgranando los ejes de su campaña por la reelección: su bloque conservador es sinónimo de seguridad, estabilidad y progreso.
"Queremos una Alemania donde sigamos viviendo bien y a gusto", dijo parafraseando el lema de su partido en estos comicios, donde insistió en que no se puede regalar ni un voto.
Le arropó el primer ministro bávaro, Horst Seehofer, y el resto de la plana mayor de la Unión Socialcristiana (CSU), partido hermanado a su Unión Cristianodemócrata (CDU), pero también la formación que más duramente ha criticado a lo largo de la pasada legislatura su política de refugiados.
Múnich, un desfile hoy de trajes bávaros y camisetas del Bayern en la segunda semana de su tradicional fiesta de la cerveza, fue la ciudad a la que llegaron, en septiembre de 2015, los primeros trenes con miles de refugiados atrapados en Hungría y a los que Merkel decidió abrir las fronteras.
Apoyó su política desde dentro del Gobierno el Partido Socialdemócrata (SPD), cuyo líder, Martin Schulz, citó a sus simpatizantes en la recta final de la campaña en el corazón de Berlín.
Las encuestas otorgan a su partido el peor resultado de su historia en unas generales, entre 13 y 14 puntos por detrás de los conservadores, por lo que nada más comenzar su discurso llamó a sus seguidores a luchar para acabar con el "letargo" de la era Merkel y su "política de somníferos" y, también, para cerrar el paso a la ultraderecha.
Acompañado de los ministros socialdemócratas que han compartido gobierno con Merkel durante estos cuatro años de gran coalición, quiso dejar claro que "sí hay diferencias" y enumeró las leyes aprobadas por iniciativa socialdemócrata, desde el salario mínimo interprofesional hasta el matrimonio homosexual.
Se mostró por ello "orgulloso" y se comprometió a luchar, no por sí mismo, ni para batir a los institutos demoscópicos, dijo, sino por "principios, convicciones y justicia".
En un país en el que no existe jornada de reflexión, llamó a todos sus seguidores a seguir pidiendo el voto, mañana y el domingo hasta las 18.00 horas que se cerrarán las urnas.
Sus palabras más duras estuvieron dirigidas contra el partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), que puede entrar en el Parlamento como tercera fuerza política.
"Se trata de impedir el domingo que un partido del odio entre en Bundestag. Si AfD entra en el Bundestag entra por primera vez desde 1945 el idioma de los enterradores de la democracia. A esa gente le digo hoy en Berlín: ¡Vosotros sois nuestros enemigos!.
A su vera tenía a Inge Deutschkron, una mujer judía de 95 años que escapó del Holocausto escondida durante años en Berlín y que hoy se convirtió en símbolo de todas las víctimas del nazismo y de la lucha contra la ultraderecha.
Schulz protagonizará su último mitin mañana en Aquisgrán (oeste), cerca de la ciudad donde creció y donde vive, y Merkel participará en varios actos en su distrito electoral (noreste), aunque no han sido formalmente incluidos en su agenda de campaña.