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Vhils: de grafitero ilegal a exponente internacional del arte urbano

El artista luso (Lisboa, 1987) es el mayor exponente en su país de un tipo de expresión cultural que ahora atrae también a galerías y museos, una corriente dentro de la que ya es considerado como uno de los nombres más influyentes del panorama mundial

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De grafitero ilegal spray en mano a artista de renombre internacional, la historia de Vhils (alias del portugués Alexandre Farto) discurre pareja al crecimiento del llamado "arte urbano", consolidado hoy como objeto de culto frente a la marginalidad en la que se movía en el pasado.

El artista luso (Lisboa, 1987) es el mayor exponente en su país de un tipo de expresión cultural que ahora atrae también a galerías y museos, una corriente dentro de la que ya es considerado como uno de los nombres más influyentes del panorama mundial.

Aparentemente poco le importan los premios y los elogios a Vhils, quien se muestra tímido y humilde en un encuentro con periodistas extranjeros en su recién estrenado "taller": una fábrica de proporciones considerables localizada en una zona deprimida del extrarradio lisboeta, Barreiro, antiguamente un polo industrial del que hoy apenas quedan restos.

"Decidimos venir aquí en un intento de reactivar un poco la zona. Crecí cerca -en la localidad de Seixal- y es como un regreso, mi idea es trabajar con la comunidad", asegura el artista, quien ve potencial para que diseñadores y otros creadores como él ocupen espacios similares y se alejen de una Lisboa cada vez más cara y exclusiva.

Si por algo es conocido Vhils es por utilizar una técnica original a la hora de elaborar sus obras, siempre relacionadas con el entorno urbano y su identidad, a través de la excavación de muros con métodos "no convencionales", que incluyen el uso de explosivos.

Aunque sólo sea una parte de su catálogo, es la que más fama le ha dado y le permite "dibujar" rostros y palabras en las paredes, compuestas por "capas" que le sirven de metáfora para intentar reflejar la verdadera esencia de una ciudad.

"El proceso de creación es un poco anárquico, depende de mi relación con la ciudad. Pero siempre hay un paso por esa ciudad, voy haciendo fotografías, retratos, voy diseñando y luego trabajo en la pared", detalla.

Desde Bogotá hasta Río de Janeiro, pasando por Londres, Shangai o Sidney, el artista portugués ya ha trabajado en diferentes puntos del globo y se prepara estos días para mostrar nuevas obras en la feria de arte contemporáneo ARCO, en Madrid, además de protagonizar una muestra en Hong Kong.

Buen ejemplo de su obra es el trabajo realizado en una favela brasileña, Morro da Providencia, donde dejó grabados los rostros de algunos de sus habitantes esculpidos en muros de hormigón y placas metálicas, lo que despertó una enorme atención mediática.

"Estuvimos allí, vimos que había un conflicto. La gente veía cómo se estaban expropiando pisos, notamos su angustia, su temor hacia el futuro (...) Fuimos un arma para esas personas, el arte consigue dar voz y poner una situación en el centro de atención", defiende Vhils.

Hizo su primer grafiti "con 12 o 13 años" en su Seixal natal y también estampó su firma en trenes. Tras ese paso por la "ilegalidad" contactó con una galerista lisboeta, Vera Cortés, que desde sus inicios le dio su apoyo y le ayudó a crecer.

"No sabía que iba a ser artista, no fue nunca una ambición", asevera un Vhils que no duda un segundo en apuntar al "grafiti ilegal" como una "escuela" de la que aprendió "disciplina", por extraño que pueda parecer a primera vista.

"A partir de los 16 empecé a explorar otros caminos, a preguntarme por qué trabajar en el espacio público", recuerda el artista, quien se rodea ahora de un equipo formado por 17 personas.

Alexandre Farto -aunque pocos le conocen por su nombre real- reconoce que la parte ilegal del grafiti "nunca va a desaparecer", aunque aboga por el fomento de espacios legales.

"La ciudad tiene más que ganar así que intentando combatir a estos artistas, sin integrarlos (...); es mejor canalizar esa energía", argumenta convencido y citando a Lisboa como ejemplo, ya que la capital portuguesa alberga varias obras de referencia en sus calles que han reforzado incluso su perfil turístico.

Un punto de inflexión en su carrera tuvo lugar en 2008, cuando participó en un proyecto junto a Banksy, la "gran estrella" del arte urbano a nivel internacional y que le hizo ser portada en varios medios por primera vez.

No hace tanto, sin embargo, que corría por la calle, spray en mano, para disgusto de sus padres, a quienes "al principio no les gustaba que pintara paredes". Hoy ya forman parte de su legión de seguidores.

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