Tras retirarse el equipo, los aficionados fueron abandonando poco a poco la plaza de Cibeles
Decenas de miles de aficionados madridistas dieron hoy la bienvenida a Madrid en la plaza de Cibeles a la Copa del Rey de fútbol conquistada por el club blanco en Valencia ante el Barcelona, al que ganaron por 1-0.
Los seguidores madridistas, que llevaban 18 años sin saborear las mieles del triunfo en la competición copera, no quisieron dejar pasar la oportunidad de dar la bienvenida a la Copa conquistada por el club de sus amores ante su "eterno" rival.
La llegada del preciado trofeo a la plaza fue un tanto accidentada, ya que cuando era mostrado a todos los asistentes por Sergio Ramos desde lo alto del autobús, a éste se le escapó de las manos y fue a parar al asfalto, donde fue "atropellado" por el autobús, lo que le provocó algunos daños.
Los jugadores del Real Madrid llegaron al madrileño aeropuerto de Barajas procedentes de Valencia sobre las tres de la madrugada del jueves. De ahí se trasladaron hasta el Santiago Bernabéu para abordar el autobús descubierto e iniciar su recorrido triunfal por el Paseo de la Castellana hasta la Plaza de Cibeles.
Centenares de aficionados flanquearon el paso del vehículo que transportaba a los jugadores madridistas hasta la fuente de la diosa Cibeles, donde decenas de miles de seguidores del club blanco estallaron de júbilo cuando sus héroes llegaron hasta la plaza.
Cumpliendo con la tradición, los jugadores saludaron a los miles de aficionados desde una pasarela montada alrededor de la fuente, aunque fue el capitán del equipo, Iker Casillas, el único autorizado a subir a lo más alto de la escultura por colocar alrededor del cuello de la diosa una bandera de España con el escudo madridista, mientras por los altavoces sonaba el consabido "We are the champions" de Queen.
A continuación, los jugadores volvieron al autobús para regresas al Santiago Bernabéu y retirarse a descansar, ya que el sábado deberán afrontar un nuevo compromiso del campeonato de Liga.
Las celebraciones comenzaron al borde de la media noche cuando Alberto Undiano Mallenco, árbitro de la final, señalaba el camino de los vestuarios y ponía fin a un encuentro que ha entrado en la historia del Real Madrid.
A partir de ese momento la capital española, convertida casi en una ciudad fantasma al coincidir el trascendental partido con la salida de vacaciones de Semana Santa, comenzó a recobrar vida cuando los seguidores blancos se lanzaron a la calle para festejar el título.
Gritos de júbilo, bocinas de vehículos de todo tipo accionadas por sus emocionados conductores rompieron la hasta entonces tranquilidad de las principales avenidas madrileñas, mientras personas de todas las edades se dirigían hacia la mítica fuente, rodeada desde horas antes por un fuerte dispositivo de seguridad formado por unos trescientos agentes.
Ni la lluvia de la larga espera de cuatro hasta la llegada del equipo logró enfriar los ánimos de los seguidores blancos, que no dejaron de saltar, cantar y gritar jaleados por el servicio de megafonía montado para tal efecto.
Tras retirarse el equipo, los aficionados fueron abandonando poco a poco la plaza de Cibeles para poner punto y final a una celebración que no registró incidentes graves.