El periodista José Luis Yagüe ha plasmado en el libro “Lo que yo vi, lo que yo viví” la crónica en primera persona de los años de glamur que dieron renombre a Marbella, “el último paraíso de Europa”, y los años de las “grandes exclusivas”, ha explicado.
A sus 87 años se siente satisfecho tanto de su aportación a la marca Marbella como de su contribución a la mejora económica y social de la ciudad, ya que tuvo la suerte de estar en "el sitio adecuado, en el momento adecuado”, pero le entristece que “nunca nadie" haya tenido con él "ni una sola palabra de agradecimiento”, ha comentado a EFE.
La Marbella de los años 50 era un lugar tranquilo por el que comenzaban a dejarse ver príncipes y princesas como el propio Hohenlohe o Soraya de Irán; estrellas de Hollywood de la talla de Grace Kelly, o políticos tan influyentes como el primer ministro británico, Edward Heath.
Sobre esta popular ciudad de la Costa del Sol comenzó a escribir Yagüe a mediados de los años 50 y desde ella -punto de encuentro de lo mas granado de la "jet-set" internacional- se contaron noticias como la ruptura del último Sha de Persia, Mohammad Reza Pahleví, con Soraya, “la princesa de los ojos verdes”, ha comentado.
En su libro se recoge, también, uno de los primeros encuentros de la hija del magnate naviero griego Aristóteles Onassis y su primera esposa, Athina Livanos, con el que luego sería su cuarto marido, Thierry Roussel, o la llegada del todavía príncipe Fahd.
Visitas como la de la única hermana de la Reina de Inglaterra, la princesa Margarita, muy interesada en ir a un tablao a ver flamenco, o la del primer ministro británico, que “se había refugiado en una casa perdida de Elviria” y que su pluma hizo pública, también se cuentan en su libro.
Tanto una como otro han contribuido de manera “muy importante” a que hoy en la Costa del Sol haya veinte millones de turistas británicos, ha recordado con satisfacción ya que, de algún modo, se siente parte de la construcción de esa imagen de una Marbella elegante y exclusiva que ha llegado a la actualidad.
El periodista y escritor cuenta en su libro, asimismo, cómo fue testigo del primer contacto que el heredero de la familia real de Arabia Saudí tendría con Marbella y que en 1979 llegaba a las puertas del desaparecido Incosol.
De esta visita le había informado el principie Alfonso de Hohenlohe, que en aquel momento regentaba el conocido Marbella Club, previamente avisado por Rainiero de Mónaco, ya que, según narra, “la noche anterior un árabe había hecho saltar la banca en el casino y se disponía a viajar a Marbella”.
Los lazos entre el rey Fahd y la ciudad llegan hasta hoy, precisa, y en el texto comenta con detalle algunas de las contribuciones millonarias del monarca saudí, “enamorado de Marbella”, con el municipio.
En una ocasión donó dos millones de dólares -de los de antes- para la construcción de viviendas en Marbella y San Pedro Alcántara; y en otra, regaló al hospital Costa del Sol otros dos millones por cerrar una planta completa para él.
La presencia de todas estas estrellas del papel cuché y casas reales en la Costa del Sol, así como el hecho de que se supiera en todo el mundo, contribuyó a dar a conocer el nombre de Marbella a nivel internacional y a transmitir una “imagen muy buena” de la ciudad.