Pilar Bajo Trujillo vive en un confinamiento perpetuo desde hace 17 años. Padece
agorafobia, un trastorno de ansiedad que le impide salir a la calle, y
acrofobia, temor a las alturas, dos
secuelas que le dejó el maltrato físico, psicólogo y sexual por parte de su exmarido. Con 46 años y un 45% de minusvalía, esta mujer
residente en Casares Costa pide una oportunidad para “sentirse una persona normal”, como afirma en declaraciones a Viva Málaga.
Pilar y su actual marido
sobreviven con una ayuda de 300 euros que le da a ella el Ayuntamiento del municipio en el que reside desde hace cuatro años y de
215 euros que le pagan a él para cuidar de su mujer. De
alquiler pagan 350 euros y su
medicación psiquiátrica y la insulina rápida para la diabetes que padece ronda los 80 euros mensuales. “No he podido pagar el alquiler todavía y estamos a mediados de mes. Me veo en la calle, un sitio en el que no puedo estar”, explica.
Mensajes de auxilio
Bajo
asegura haber escrito correos a cada uno de los diputados del Congreso de España, eurodiputados, a la Moncloa, Junta de Andalucía y Ayuntamientos. “No se molestan en contestar. Es una vergüenza. ¿Cómo es posible que no den la cara? Después hacen un minuto de silencio por cada víctima de la violencia de género. ¿Qué hacemos las que hemos sobrevivido? Somos casi casi un estorbo”, reflexiona.
Ganas de salir adelante
Otra persona en su lugar, no habría sabido cómo salir adelante. Sin embargo, Pilar, a pesar de todo el dolor sufrido,
destaca por sus ganas de superarse. Prueba de ello es que se ha matriculado en la UNED para
estudiar Criminología, “intentando de algún modo reactivar mi vida”, asegura. “He intentado por todos los medios que desde las administraciones me ayudasen, sin respuesta. Tengo la sensación de que tener una vida absolutamente honrada no sirve de nada y lo que es peor, tengo la sensación de que moriré sin haber tenido la oportunidad de vivir ¿se imagina cómo me siento?”, se pregunta.
El último trabajo de Pilar fue en el año 2012, cuando residía en Ourense (Galicia). Desde entonces,
nadie le ha vuelto a dar una oportunidad a esta administrativa.
“Físicamente no se me nota nada la minusvalía, parece que no tengo nada. Solo pido que sea un trabajo en una planta baja y que no esté rodeada de cosas altas. Estoy perfectamente cualificada, aunque sea archivando, estaría bien”, cuenta. Según Bajo, "en el submundo del maltrato, la agorafobia es una técnica de control. Cuando consigo un trabajo, hago de ese lugar mi hogar, mi zona segura. No tengo ningún problema", explica.
Además, el pasado mes de junio
solicitó el Ingreso Mínimo Vital, aunque no ha obtenido aún una respuesta. Pero Pilar no quiere ayudas. “Tengo manos y cabeza para trabajar. Me da igual que me manden a un pueblo de 300 habitantes. Sería feliz”, dice.
Pilar cuenta con su marido para llevarla y recogerla de su futuro trabajo. Y lo más importante, se tiene a ella misma para seguir viviendo.
Porque como bien dice: “Sería muy duro morir sin haber vivido”.