Golpes de efecto

Publicado: 16/06/2018
Autor

Abraham Ceballos

Abraham Ceballos es director de Viva Jerez y coordinador de 7 Televisión Jerez. Periodista y crítico de cine

Lo que queda del día

Un repaso a 'los restos del día', todo aquello que nos pasa, nos seduce o nos afecta, de la política al fútbol, del cine a la música

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Nos adentramos en un tiempo de decisiones electorales en las que no sólo valdrá el resultado de una gestión o su alternativa, sino la forma de venderla.
Este pasado miércoles fue 13 de junio. Las sacudidas informativas que se sucedieron a lo largo del día hicieron pasar por alto un aniversario significativo: se cumplían tres años de la toma de posesión de las corporaciones locales: un año más, un año menos, ante un año decisivo. Fue un día sin medias tintas, de los que resucitan las dos Españas que llevamos dentro, enfrentadas por helarle el corazón una a la otra: o estabas con Màxim o en contra de Màxim, o estabas con Lopetegui y Florentino o en contra de ellos, con Rubiales o en contra de él. Solo hubo unanimidad para hablar de Iñaki Undargarin. Y de los alcaldes, sólo habló Kichi, aunque su euforia autocomplaciente quedó diluida en el torbellino de los titulares de un miércoles negro... o blanco, pero nunca gris marengo.

José María González es un encantador de votos, aunque muchos le disfracen el talento reduciéndolo todo a mero “populismo”. Lo suyo es más que populismo, o populismo con valor añadido, por eso tres años después sigue sin haber perdido un ápice de su brillo y se permite decir, sin sonrojarse, que está “más curtido en errores, más ilusionado por lo queda por llegar” y que el cuerpo le pide “mirar al futuro sumando colectivos y agentes”. Puede que el discurso sea impostado, pero no la forma de decirlo, que es lo que no terminan de afrontar sus adversarios y quienes lanzan críticas contra su gestión de escaparate y retroceso, hasta ahora parece que insuficientes para romper con el hechizo.

Kichi quiere ahora jugarlo todo a la carta de la confluencia, para ampliar su representación y, en todo caso, depender de una coalición que en 2019 se haría ya inevitable para no tener que volver a vender como una gesta, tras tres años de gobierno, el haber aprobado sus primeros presupuestos municipales, que es como el que se presenta tres años a Selectividad con la excusa de subir nota: al final no suelen ser los demás los que llevan el paso cambiado, sino uno mismo, empeñado en suspender la prueba.

En cualquier caso, todavía está por ver el éxito de esas confluencias, sobre todo donde no haya un claro líder referencial, como ocurre en el caso de Cádiz. Entre afán de protagonismo y orgullos heridos, amén del resultado que pueda deparar la alianza en las elecciones autonómicas, la fórmula puede incurrir en el mismo error de cálculo que la opción de Unidos Podemos: uno más uno no es igual a dos, y menos aún a nivel local, donde se tienen en cuenta tantos matices y cada uno de nosotros decide sin necesidad del árbitro del VAR, puesto que no hay más moviola que la que captan nuestros sentidos.

Queda, eso sí, menos de un año para las municipales y todos parecen querer jugarlo todo a una última carta, a una última mano, a una última jugada, convencidos de que harán gol en el último minuto de la prórroga, como ha hecho Pedro Sánchez en el Congreso, como si de pronto no hubiera más reino en la política que el de lo impredecible. De momento, quienes gobiernan se aferran a un año de titulares, y quienes aspiran a hacerlo, a los golpes de efecto. Lo pudimos presenciar en el debate del estado de la ciudad celebrado este jueves en Jerez, donde, más allá de los discursos previsibles, el Gobierno local optó por ser fiel a un guion para el que se quedó sin apuntador cuando se encontró con la escena de la obra equivocada; en este caso, la de los plasmas que portaron PP y Ganemos para reproducir una serie de vídeos con declaraciones de ciudadanos críticos con la gestión del ejecutivo local.

La maniobra fue tan brillante como tramposa. Brillante en su concepción -mucho mejor elaborada por la agrupación de electores- y tramposa en su ejecución, porque perseguía tomar la parte por el todo. ¿Qué hubieran dicho ellos si el PSOE hubiera hecho lo propio con un vídeo en el que solo aparecieran personas alabando la gestión del Gobierno? La respuesta es tan obvia como que nos adentramos en un tiempo de decisiones electorales en las que no sólo valdrá el resultado de una gestión o su alternativa, sino la forma de venderla.

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