Muchos de sus votantes no ocultan ya la decepción: “Con lo que era el PP...”. Imagino que Aznar el primero: “contigo empezó todo”, como en aquella fiesta de cumpleaños de Ronaldo, salvo que en su caso fue una boda. El caso de Cristina Cifuentes, juzgado directamente por la opinión pública, no por un tribunal, como apunta Fernando Vallespín, ha agotado el crédito. Los que hace cuatro años amenazaron con delegar su voto a Ciudadanos, y al final se contuvieron, no cambiarán ahora de opinión, entre otras cosas porque el partido de Albert Rivera parece ser el único que ha aprendido la lección y el único con iniciativa, con capacidad para leer entre líneas y anticiparse. Tal vez muera de éxito, pero será sobre el cadáver del PP, al que aún le queda el empeño por las municipales para demostrar la salud de sus bases, penúltimo reducto de su esperanza.
El caso de Cifuentes no solo ha cimbreado los pilares del partido de cara al electorado -mucho más que la Gürtel y toda su cuadrilla juntos-, sino que ha sacudido a una buena parte de la militancia que veía en la presidenta de la Comunidad de Madrid el relevo necesario para Mariano Rajoy, la referencia, el prestigio, la renovación, la voluntad, el entusiasmo. Muchos te lo contaban en voz baja para no molestar al jefe, pero había un convencimiento efusivo en sus palabras, casi conmovedor, que se correspondía con la identificación de un nuevo líder, eso tan difícil y a veces tan inconcreto, pero tan necesario para alumbrar cualquier conquista.
A Cifuentes, por lo demás, ya solo le faltaba que viniese Francisco Granados a escribirle el epitafio: “Si buscas venganza, cava dos fosas; una para ti y otra para tu enemigo”. En realidad, la frase original la escribió Confucio y dice así: “Antes de embarcarte en un viaje de venganza, cava dos tumbas”. Y, efectivamente, es una gran frase -que le pregunten a Pilar Sánchez y Pedro Pacheco si no entrañan verdad-, solo que pronunciada por el aventajado alumno de Esperanza Aguirre pierde parte de su fuerza: le precede su auténtico currículum y una alta dosis de cinismo y sinvergonzonería insultante, más aún para Cifuentes, quien sí debería haber tenido presente la más reconocida de Pierre Choderlos de Laclos en su trascedental obra epistolar Las relaciones peligrosas, donde la Marquesa de Merteuil escribe aquello de “la venganza es un plato que se sirve frío”.
A nivel local, a un año de las elecciones, más que de venganzas cabría hablar de escaramuzas. Todas remiten a un mismo lugar: el Ministerio de Hacienda, gran censor del reino en materia de presupuestos municipales y celoso guardian del cumplimiento del periodo medio de pago a proveedores, lo que ha empujado a ayuntamientos como el de Jerez a verse inmersos en una doble pesadilla en la que, lejos de encontrar alguna salida, todas las puertas permanecen cerradas y no paran de ver proliferar fantasmas por los pasillos y los despachos.
Los ayuntamientos, por supuesto, y menos aún el de Jerez, son inocentes: han incumplido la ley de Morosidad que exige no retrasarse más allá de los 60 días en realizar el pago. Es más, en la provincia hay casos sangrantes, empezando por Algeciras, en el top nacional, con casi 400 días de retraso, seguido por Jerez, Chiclana y El Puerto, y sangrantes son más aún las situaciones de las empresas que dependen de esos pagos, pero es ante este tipo de situaciones cuando también se echa en falta la colaboración del Ministerio para facilitar la labor a los consistorios, abocados ahora a una intervención directa a través de la PIE si persisten unos incumplimientos de pago que tienen pocos visos de prosperar sin una solución alternativa.
Jerez, por ejemplo, lleva reclamando a Hacienda desde hace dos años cambios legislativos que permitan la prestamización de la deuda con acreedores públicos al Fondo de Ordenación, pero, hasta el momento, lo único que ha conseguido es evidenciar la presencia de más fantasmas en el horizonte de las elecciones, aunque pretenda ahuyentarlos poniéndoles nombres y apellidos.
