Conocí el caso de un reconocido votante socialista que, llegadas unas municipales, quién sabe bajo qué condiciones, decidió formar parte de una candidatura independiente en la que se integraban otros viejos conocidos exsocialistas con ciertas ansias de revancha. Cuando llegó el día de las votaciones y se hizo el recuento de las papeletas, en la mesa electoral en la que le había tocado votar sólo había un voto a favor de la candidatura de la que formaba parte. En un aparte, uno de los interventores del PSOE no pudo reprimir el comentario, igualmente revanchista, y le siseó a un compañero: “Fíjate. No le ha votado ni la mujer, que había venido con él esta mañana”. A lo que el otro le contestó: “Estás equivocado. Quien le ha votado ha sido la mujer. Él que no se ha votado ni a sí mismo ha sido él, que ha terminado por votarnos a nosotros, a su partido de siempre”.
Hay en ese sentido de pertenencia al Partido Socialista un poso de pasión muy similar al del hincha de un equipo de fútbol: defienden los colores -el rojo- y el escudo -el puño y la rosa- a muerte; sus ídolos -tampoco faltan las predilecciones- no corren la banda ni lanzan faltas, aunque corean sus nombres cuando llega la ocasión en un mitin; todos llevan un secretario general dentro, de la misma manera que llevan a un entrenador; y, si es necesario, defienden sin reparos una intervención plenaria con el mismo convencimiento con el que se critica una decisión arbitral en contra en la barra de un bar. No he visto ni he vivido eso en el PP, donde por supuesto hay sentido de pertenencia, pero no la trayectoria, ni la transmisión generacional, ni siquiera las divisiones, que generan ese apasionamiento desbordado de afinidades, amores y odios que han alimentado la trayectoria política del PSOE desde la época de la transición.
El PP vive de su propia disciplina y de sus triunfos cuando se presenta como caballo ganador, mientras que los socialistas suplen la disciplina con una actitud correosa -es su propia disciplina no reconocida- y la falta de triunfos con un empeño bañado de historia, y de historias, como la del candidato que se negó a votarse a sí mismo para hacerlo por su partido de toda la vida, o la de los que públicamente dicen respaldar a un candidato a primarias -Susana Díaz- para después cederle su voto al otro -Pedro Sánchez-y hasta celebrarlo en la intimidad.
Tal es así que cualquier proceso asambleario en el que ande en juego una franja de poder socialista se convierte en un acontecimiento informativo al que no ha logrado llegar ningún otro partido en los últimos 40 años, por mucho que Podemos se empeñe en llenar Vistalegre: de público, convertida cada una de sus citas en un espectáculo, pero no de intrigas, que es lo que sustenta el auténtico interés sobre el que depositamos toda nuestra atención. Y esas intrigas no sólo tienen que ver con qué parte de la militancia está a favor de una u otra “familia”, sino con la propia opinión pública: a fin de cuentas fue el propio partido el que convirtió el proceso de primarias entre Díaz y Sánchez en una especie de plebiscito nacional.
Estamos a punto de presenciarlo con la elección de la persona que liderará el partido a nivel provincial. En menos de un mes saldremos de dudas. Puede que antes, si Jesús Ruiz Cayuso no logra reunir los casi mil avales necesarios para medirse con Irene García, que juega con ventaja en esa tarea y, en cualquier caso, ya sabe lo que es medirse a González Cabañas y salir vencedora. En realidad, hay mucho más en juego que la reelección de la actual secretaria general, que algunos dan ya por hecha; y ése mucho más tiene que ver con los movimientos que van a comenzar a producirse en las agrupaciones locales para tomar posiciones de cara a los congresos locales de final de año, de donde saldrán las ejecutivas que liderarán los proyectos electorales para las municipales de 2019.
A la mayoría de ustedes debería traerles sin cuidado lo que suceda. Si no lo hace es porque tampoco podemos permanecer ajenos a esa necesaria pasión con la que la política acompaña nuestras vidas en determinadas ocasiones como éstas.