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¿Las cosas son como son?

Alguien debió pensar que iba como investigado porque hay quien sigue creyendo en los Reyes Magos más allá de creer en la propia Justicia

De la comparecencia judicial de Mariano Rajoy hay una cosa que sabemos, pero no si ha quedado clara, y otra sobre la que parece haber predominado cierta unanimidad. Lo sabemos, pero no ha quedado claro si comparecía como testigo o como investigado. Por el tratamiento informativo parecía lo segundo, y quien podía lo disimulaba bajo la seria aspiración de que por sus declaraciones pasase de testigo a investigado. Pero, ya se sabe, “las cosas son como son, y no como a uno le hubiese gustado que fuesen”, empezando por el propio Rajoy con respecto a su propio partido, quiero decir, porque estoy seguro de que en el juicio le fue como a él le hubiera gustado que le fuese. Y esto último es lo que conduce al hecho unánime sentenciado al día siguiente en los titulares de prensa: Rajoy superó la prueba, satisfaga o no.

El diario El País tituló “Rajoy escapa sin respuestas del banquillo de la Gürtel”; El Mundo, “Rajoy supera el juicio inaugural de la Gürtel”; ABC, “Rajoy gana el juicio político de la trama Gürtel”; La Razón, “Rajoy supera la causa política”; La Vanguardia, “Un mal trago sin consecuencias”. A partir de ahí podemos entrar en las matizaciones: el lugar de privilegio que le concedieron en la sala, el tono de superioridad que empleó en algunos momentos, el recurso a la ironía en algunas de sus respuestas, su interesada desvinculación de las cuestiones económicas del partido, su esquiva posición a la hora de abordar su relación con Bárcenas, los capotazos de la presidencia del tribunal...; en definitiva, todo lo que terminó por escandalizar a las filas socialistas y podemitas y todo lo que llevó a tocarle las palmas a los populares: Ciudadanos ya se sabe que está por encima de estas cuestiones.

Por lo visto, alguien debió pensar, porque así ocurre con todos los testigos e investigados que declaran en un juzgado, que Rajoy iba a abrirse las venas en canal después de reconocer ante el juez que estaba al tanto de todo lo que se cocía en el PP -donde, por supuesto, la mayoría de los miembros de la ejecutiva eran unos mangantes y estaban metidos en el ajo-. Alguien debió pensar eso, y se llevó una gran decepción. Alguien, en definitiva, debió pensar que iba como investigado, o que caería como investigado, porque hay quien sigue creyendo en los Reyes Magos, más allá de creer en la propia Justicia. Hay cosas para las que indignarse sale gratis, sobre todo si se sitúan en el ámbito de la política o en el de las tertulias televisivas.  

Hay, no obstante, quien busca respuestas más allá. Y la explicación a la España renacida de la crisis y la corrupción, dicen, la tiene Taburete, el grupo musical que lidera el hijo de Luis Bárcenas. Ni sé lo que cantan ni tengo la menor intención de descubrirlo, pero por lo visto están arrasando en las listas de éxitos, han metido en un mismo concierto a más de 17.000 personas y se van ahora de gira con Hombres G. En teoría responden al esquema de grupo pijo, pero, y ahí es donde se sustenta la cuestión, les siguen desde sus vecinos del barrio de Salamanca hasta hijos de familias obreras, aunque ¿acaso no cimentan en eso su éxito todos los grupos?.

Es sin duda un flojo punto de partida para una teoría tan atrevida, pero Germán Huici, que es quien la defiende en un artículo, extrapola el fenómeno musical al ámbito sociopolítico de nuestro país en una singular sinécdoque con la que lamenta que los hijos de la clase económica y dirigente que fue objeto de escarnio por la crisis hace nueve años haya pasado a ser “el referente” de la juventud: “Los ricos han ganado; y a raíz de su victoria muchos jóvenes han entendido que este Orden, que públicamente se reconoce injusto y corrupto, no va a caer, que sus dirigentes no van a caer, y que lo mejor que les puede pasar es ganarse la simpatía de los explotadores, porque en ello reside la única esperanza de que su vida no sea peor que la de sus padres”.

No sé si lo escribió después de la declaración de Rajoy o si es un frustrado guitarrista de rock vencido por la envidia, pero entiendo que en sus palabras hay más autenticidad que en muchas de las airadas y lastimosas reacciones públicas a las que hemos asistido esta semana.

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