La ola de cambios anunciada por Susana Díaz en el gobierno autonómico hace diez días ha llegado esta semana a la provincia con el relevo anunciado de Fernando López Gil, que da el salto a la Consejería de Presidencia y deja su anterior cargo de delegado del Gobierno a Juan Luis Belizón. Éste, que ocupaba Educación, ha dejado el suyo a Remedios Palma, y ésta, que dirigía Cultura y Turismo, cede el suyo al debutante y algecireño Daniel Moreno. Ocurre asimismo que, en ese afán por vender cualquier decisión política como un gesto de genialidad, la secretaria de Organización del PSOE, Araceli Maese, ha resaltado que con los cambios que se han producido en el organigrama de la Junta “la provincia sale ganando”. Creo que no ha calculado el elogio, aunque dudo que sus compañeros se lo tengan en cuenta, pero, si la provincia “sale ganando” con los cambios, ¿por qué no los han hecho antes?, ¿o acaso le vamos ganando al paro por goleada y basta con limitarse a dejar pasar el tiempo? Como para quedarse más tranquilos. Salimos ganando. Ya era hora.
Maese, al menos, no recurrió a las citas literarias para apoyar su entusiasmo. El debate de la moción de censura estuvo plagado de ellas, comenzando por Irene Montero, que invocó a Valle Inclán en el arranque de su discurso. ¿Qué sería de muchas de sus señorías -no aludo directamente a Montero- sin google y la wikipedia? Ya no tiene mérito, salvo que el orador esté libre de toda sospecha. Pablo Iglesias, al que Mariano Rajoy relegó a la hora de la siesta en una maniobra inteligente, empleó tres horas en exponer sus argumentos. Me recordó a la secuencia del Congreso de
Caballero sin espada, en la que James Stewart, para evitar perder el turno de palabra y ganar tiempo, procede a la lectura íntegra de la Constitución de los Estados Unidos. A Iglesias lo que le urgía era copar cuota de pantalla, y a algunos le pareció tan soporífero como la lectura completa de la carta magna. A mí, en cualquier caso, me pareció inútil, aunque eso ya se lo dijo en la cara Ana Oramas poco después.
La diputada de Coalición Canaria apenas precisó de cinco minutos para hacer un análisis compartido del capricho de Podemos. Obviamente, triunfó en las redes sociales, y entre diputados de otros partidos, especialmente el PP, que se pudo haber ahorrado la subida a la tribuna de Rafael Hernando o, en todo caso, haberle invitado a que le copiara el discurso: ya estaba en youtube, y no me imagino al portavoz del PP haciendo citas literarias, a no ser que las confunda con chistes tabernarios.
Reconozco que cuando me llegó al móvil el discurso de Oramas, apenas aguanté un minuto. Me parecía demasiado obvio, un eco de los análisis de las tertulias radiofónicas o de los editoriales impresos, como si no tuviera vida propia. Pero ante la insistencia con que la gente seguía compartiéndolo, terminé por completar la intervención más la réplica de dos minutos. Tampoco ella pudo evitar recurrir a una cita, la letra de un bolero despechado de Tite Curet Alonso, para adornar su reprimenda, pero más allá del énfasis y la rebuscada afinidad con cierto sector de la opinión pública, resulta innegable la sensatez y la valentía que puso encima del atril desde su Kamchatka particular, el único escaño de un partido que estuvo más a la altura de las circunstancias que quienes presumían de músculo en pleno pulso por las audiencias.
Y todo ello en mitad de un inmenso recuerdo, el de las primeras elecciones democrácticas. Mi memoria no da para tanto, a lo más que llego es al Mundial de Argentina y algún que otro suceso aislado, pero no podría entender mi infancia sin la consecuencia de aquella transición y sin la celebración de aquellos comicios, y, por supuesto, sin la identificación entre malos y buenos: malo Franco, bueno el Rey. Era lo poco que necesitábamos saber sobre política y sobre nuestro país nada más empezar la EGB, todo lo demás bastaba percibirlo en el ambiente, hasta que el paso de los años nos ayudó también a entenderlo y a enorgullecernos. Lo siento por los que no lo vivieron y se empeñan en desprestigiar los logros de aquellos años reivindicando una nueva transición, porque el que fuerza su destino va en busca de su propia pérdida.