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El paso del ecuador

Dos años después de las municipales, el que gobierna lo ve todo fantástico y el que está en la oposición es un experto en retratar el desastre

El pasado miércoles se cumplieron dos años de la celebración de las últimas elecciones municipales. Hemos llegado al ecuador de los mandatos locales, como suele ocurrir en estos casos, con más dudas que certezas, o con certezas que no dejan de ser dudas, e intentar despejarlas es inútil si tomamos como punto de partida los balances que ofrecen los propios partidos políticos: el que gobierna lo ve todo fantástico, o trata de disimular su euforia con cierta falsa humildad; y el que está en la oposición es un experto en retratar el desastre, convencido de su victoria a dos años vista.

Los primeros en recitar el guión han sido Podemos y PSOE en Cádiz. Para la formación morada, la realidad era esto que nos cuentan; será porque muchos no acaban de reconocerla, ni siquiera con metáforas, desbordados ante tanta inventiva. A la versión del PSOE le ocurre lo que tantas otras veces en estos dos años: está desacreditada; a costa de arañar votos, de acuerdo, pero incongruente desde su origen mismo, el que les llevó a poner de alcalde a quien no han dejado de criticar desde entonces en un clamoroso ejercicio de irresponsabilidad, puesto que los males de la ciudad son obra tanto del que manda como del que lo sostiene. Al final, Fran González optó por el mal menor, pero también por reservar la valentía necesaria que acaba de exhibir -y aplaudo-, al poner el pecho por Pedro Sánchez cuando la corriente dominante le tocaba las palmas a Susana Díaz.

En Jerez aún no se han producido los balances, pero, a simple vista, han cambiado muchas cosas con respecto a la noche electoral de hace dos años. Aquel 24 de mayo, populares y socialistas se fueron a la cama antes de tiempo, mientras a lo lejos sonaba la celebración de Ganemos y una frase para la historia: “A PP y a PSOE se les ha acabado el chollo”. 24 meses después, ¿dónde ha quedado aquella alegría en torno a la agrupación de electores?, ¿quién les ha robado la ilusión del cambio que iba a operarse en la ciudad?, ¿o acaso era todo un espejismo?

En este sentido, y en este momento, tal vez no tenga tanta importancia el balance de la gestión desarrollada durante estos dos años, como la forma en que va a reorganizarse todo el escenario político en Jerez de cara a los comicios de 2019, sobre todo tras el frustrado intento de tripartito, que ha dejado heridas visibles en la estabilidad de Ganemos, liberado al PSOE de un estéril debate y reforzado el papel de IU, dispuesta no sólo a plantarle cara al ejecutivo local, sino a arrebatarle el protagonismo en la zona rural y erigirse en el referente de la izquierda descontenta.

Los socialistas, mientras tanto, están obligados a convertirse en un solo PSOE para afrontar con garantías los dos próximos años y, más aún, en hacerlo visible. Tienen hasta otoño para intentarlo y, a partir de entonces, margen para crecer, incluso la ventaja de estar al frente del Ayuntamiento, que siempre lo es; pero sin la unidad suficiente, sin que partido y grupo municipal sean uno solo, lo tendrán bastante complicado.

A nivel provincial, en esa carrera hacia adelante, quien parte con ventaja orgánica es el PP; entre otras cosas, porque ha sido el primero en poner a punto la maquinaria preelectoral y también quiere ser el primero en dar a conocer a sus candidatos para las municipales. Pese a ostentar en la actualidad el rango de partido más votado en la provincia, a los populares sólo les pueden valer las mayorías absolutas -como se demostró en el caso de Algeciras hace dos años- para situarse al frente de más ayuntamientos y, en especial, para recuperar el control de la Diputación, que es el objetivo supremo establecido por Antonio Sanz para su nueva etapa como presidente provincial del PP. Quien no les vote, quien les tenga en frente, quien los subestime, no haría mal en leer la letra pequeña de lo que Sanz quiere hacer con el partido a partir de ahora para recuperar el terreno perdido. No son meras ocurrencias para engordar el programa, sino pura estrategia. Al fin y al cabo, como acabamos de comprobar, dos años pasan volando.

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