El gobierno local ha encontrado en el flamenco el mejor aliado para salir al rescate del Teatro Villamarta y, en éste, la mejor coartada para reivindicar las posibilidades de una de las señas de identidad menos aprovechadas de su acervo cultural, en la que puede ser una de las mejores jugadas de su primer año de mandato.
Dudo que vaya a tener la misma repercusión que su decisión de ampliar la Feria del Caballo de sábado a sábado, pero sus atributos son lo suficientemente importantes como para tenerlos en consideración, ya que no se trata sólo de garantizar la continuidad del Villamarta, sino de instaurar un referente y modelo vinculado al mundo del flamenco y, asimismo, poner en valor uno de los emblemas patrimoniales de la ciudad, el Palacio de Villapanés, sin olvidar la repercusión que la iniciativa puede tener por sí misma para el barrio en el que se asienta.
No sé cuántas veces habrán visto escrito o habrán escuchado los lamentos de unos y otros sobre la falta de iniciativa en Jerez para sacarle todo el rendimiento posible al flamenco, como si en realidad no hubiese voluntad alguna. Los golpes de pecho reivindicando la grandeza del arte flamenco, en cualquier caso, sonaban a ambos lados de la mesa, de los que reclamaban sin hacer nada, y de los que podían hacer sin saber cómo. Hubo, sí, un proyecto definitivo, la Ciudad del Flamenco, pero su megalómano envoltorio terminó por asfixiar sus aspiraciones y enterrarlas bajo toneladas de cemento.
Hay, por supuesto, citas señaladas a lo largo del año que mantienen a Jerez como referente del arte flamenco, y un empeño creciente por parte de peñas y tabancos a la hora de reivindicar el papel identitario y atractivo del flamenco, de ahí la importancia de lo que se propone ahora por parte del Ayuntamiento, que, lejos de incurrir de nuevo en los efectos de la grandilocuencia, establece una base sólida plagada de posibilidades.
Fundarte, que así se llama la fundación creada a tal efecto, no sólo dará cobijo al Teatro Villamarta, sino que albergará la marca Flamenco de Jerez, los cursos de formación del Festival, exposiciones, actividades culturales y pondrá sus instalaciones a disposición de quien esté interesado en alquilarlas para la realización de cursos, así como pretende contribuir a la revitalización de un barrio en el que han comenzando a proliferar nuevos negocios vinculados al mundo de la hostelería y el turismo, con lo que tampoco sería descabellado ampliar las miras a un futuro cercano de cara a la posibilidad de planteárselo como una especie de Soho jerezano, tal y como ya están haciendo otras ciudades de Andalucía -ahí está el caso de Málaga- para potenciar la vida y afluencia a determinados barrios a través de la cultura como eje vertebrador.
La noticia, por otro lado, tiene una notable lectura política, en cuanto que el gobierno local ha sabido superar la crisis ocasionada por la disolución de la Fundación Teatro Villamarta con una resolutiva vuelta de tuerca, desde el momento en que donde había un problema han encontrado una solución que es, además, una oportunidad, o la suma de varias oportunidades. Hasta verlas hecha realidad, yo me quedo, de momento, con la más importante de todas: la pervivencia del Teatro Villamarta, porque es el origen de todo y porque es la más inmediata.
Porque si el coliseo jerezano necesitaba de esta maniobra legal, esta ciudad necesita igualmente un teatro de la talla vital del Villamarta, como referente cultural -no hay más noble defensa que la que se pueda realizar en favor de la cultura- y como referente histórico y social -es un privilegio del que puede no toda la ciudad haya tomado verdadera conciencia hasta ahora-.
Lo fue en un pasado histórico, aún latente en la memoria de muchos jerezanos, y lo ha sido en su época bajo gestión municipal, pródiga en noches y funciones memorables -ahora que tanto se habla de musicales, sobre sus tablas actuó una compañía de Broadway con una excelente versión de La calle 42-, y gracias también a las figuras que han pisado su escenario y a las que, afortunadamente, ya no tendremos que aludir como fantasmas atrapados en el hall, como hizo Serrat cuando anunciaron el derribo de uno de los cines de su infancia.