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Jueves 09/05/2024  

La Vertical

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Esta nueva ventana hacia la información supone un reconocimiento al excelente trabajo desarrollado por Jesús (que ya no está entre nosotros), Eufrasio y Ángel

  • Furnieles. -

 Esta nueva ventana hacia la información supone un reconocimiento al excelente trabajo desarrollado por Jesús (que ya no está entre nosotros), Eufrasio y Ángel, en el programa televisivo del mismo nombre que durante bastantes años han mostrado la realidad desde la óptica de tres jóvenes con Síndrome de Down.

A sus reflexiones acudiré en ocasiones para buscar el mejor camino hacia el lector.

En estos días el tema principal sería, en menor medida, cómo se han desarrollado las comidas navideñas y como asunto estrella el descalabro por adquirir el regalo más adecuado para las personas más allegadas y, al menos, un detalle para aquellos otros que son más de compromiso.

En mi afán por recoger en este espacio nuestras cosas de Jaén, es un buen momento para recordar a uno de los establecimientos más emblemáticos de la capital, que en estos días era un hervidero de jaeneros en busca de su particular arca perdida.

Se trata de FURNIELES, ubicada en la plaza de Los Jardinillos, donde encontrabas todo lo que buscaras y aún muchas más cosas. De hecho, existía un dicho jaenés que decía “tienes más tonterías que el escaparate de Furnieles”.

En cierta ocasión departí con Catalina, una vecina del barrio de San Juan, sobre tradiciones desaparecidas en Jaén y en un momento de la conversación, alrededor de una mesa camilla, con brasero de picón (aunque sus hijos le inquietaban a menudo para que se deshiciera de aquella arcaica forma de calentarse), recordó cuando se acercaba a la tienda de Furnieles para negociar los juguetes para su prole, porque ella nunca los había disfrutado.

Como su economía no era demasiado boyante, se acercaba a uno de los dependientes del negocio, incluso me insinuó su nombre, aunque con escasa confianza de que así fuera. Le imploraba que los juguetes deteriorados o rotos no los devolvieran a la fábrica y se los vendiera a un precio menor. Con su trofeo llegaba a su morada y su esposo, Juan, conseguía insuflarle una nueva vida dejándolos como nuevos.

Por entonces, el comercio cercano era el único que atendía los requerimientos de sus parroquianos. Siempre ha formado parte de la historia de la ciudad al igual que la propia Catedral. A nadie se le ocurre que desaparezca la seo.

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