La sesión vespertina del tercer día del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular se centró en el análisis teológico y pastoral de la piedad popular, con la ponencia del sacerdote Carlos María Galli y la Eucaristía presidida por monseñor Luis Argüello, arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española.
Una ponencia de Carlos María Galli
Carlos María Galli, reconocido teólogo argentino, ofreció una profunda reflexión sobre “La religión católica popular: Expresión inculturada de la fe cristiana”. Basándose en el magisterio del papa Francisco y documentos como Evangelii Gaudium, Galli describió la piedad popular como una “mística del pueblo” que combina espiritualidad y cultura. Subrayó que esta forma de religiosidad no es un residuo del pasado, sino una manifestación legítima de la fe del Pueblo de Dios, que conecta directamente con Cristo a través de prácticas como peregrinaciones, promesas y devociones marianas.
El teólogo destacó que “la piedad popular es un modo de ser misioneros, una fe hecha cultura que penetra la vida cotidiana y construye identidad”. También señaló su valor como “lugar teologal”, un espacio donde la fe se encarna en la cultura y permite nuevas formas de evangelización. Galli hizo un llamado a los pastores y teólogos para que comprendan y valoren esta riqueza teológica, viendo en ella no solo expresiones culturales, sino también una auténtica experiencia del amor de Dios.
La eucaristía ofrecida por Monseñor Argüello
La jornada culminó con la Eucaristía en el altar del Jubileo de la Catedral de Sevilla, el tercer día de Triduo estuvo presidido por monseñor Argüello, ante la imagen de la Virgen de Consolación, patrona de Utrera. En su homilía, el arzobispo vinculó la liturgia y la devoción popular a través del concepto de “tocar”. Subrayó cómo, al mirar a las imágenes de Cristo y la Virgen, los fieles experimentan la cercanía y el consuelo de Dios.
En un contexto más amplio, monseñor Argüello reflexionó sobre el papel de la Iglesia en la sociedad española actual, preguntándose qué pueden aportar las hermandades en términos de amistad civil y fraternidad universal. Invocando al papa Francisco, animó a los presentes a llevar “alegría y esperanza” a un mundo necesitado de consuelo y salvación.
La tarde finalizó con un reconocimiento al papel de la fragilidad humana en la devoción popular, vista como una oportunidad para experimentar la compasión divina. Con esta reflexión, el Congreso reafirma la centralidad de la piedad popular como fuerza evangelizadora y vínculo entre fe y cultura.