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“A las nueve ves a gente corriendo en París a la que se le ha pasado la hora"

Pablo Martínez, sanluqueño afincado en la capital francesa, relata cómo está viviendo el toque de queda decretado el pasado fin de semana desde las 21.00 horas

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  • Pablo Martínez lleva casi ocho años en París. -

Pablo Martínez Vega lleva casi ocho años viviendo en París por motivos de trabajo y desde el pasado fin de semana afronta “resignado” el toque de queda decretado por el presidente de Francia, Emmanuel Macron, para detener la segunda ola de contagios de Covid-19. Una medida que ayer puso sobre la mesa el ministro de Sanidad, Salvador Illa, y que al periodista sanluqueño, muy vinculado a Jerez, no le ha pillado por sorpresa, pues asegura que casi la esperaban en las últimas dos semanas. “Nos lo esperábamos todos, sólo faltaba por saber la hora”, señala a este periódico.

A Pablo el confinamiento le pilló en Sanlúcar. “Vine en marzo con una maleta de fin de semana para una boda y me quedé hasta septiembre”, señala, pero esta nueva situación extraordinaria de la pandemia, que como mínimo se prolongará cuatro semanas, sí la está viviendo solo en su piso de la capital francesa. Está “mentalizado”, ya que “no queda otra”, y tiene claro que “es el precio que hay que pagar si no hay confinamiento. Al final te acostumbras. Es la medida menos mala”, reconoce para hablar de la situación excepcional que está viviendo estos primeros días, y que antes de que den las nueve llega a rozar incluso lo cómico dentro de la gravedad que supone que los contagios se hayan disparado.

“Ayer acabé en la calle a las nueve menos cuarto, la gente se lo toma con humor y a esa hora empieza a levantarse de las terrazas; los propietarios empiezan a recoger bastante rápido, agobiados, y cada uno se va para su casa. Se nota mucho tráfico de taxi, de gente corriendo hacia el metro, y de otra que corre porque se le pasa la hora”, señala, si bien estos primeros días hay cierta “manga ancha” al respecto por parte de las autoridades, independientemente de que se hayan incrementado las presencia de las patrullas policiales a esa hora. 

Lo que más le impacta “es ver todas las tiendas vacías. Eso impone un poco, porque en las terrazas durante el día la presencia de gente es continua y hay muchos sectores que durante el día están haciendo actividad casi normal”. Él en estos momentos está en paro y no ha tenido que reorganizarse especialmente, pero como ya ocurrió durante el estado de alarma, sólo una autorización expresa a modo de salvoconducto permite a las personas estar en la calle entre las 21.00 y las 06.00 horas para salidas por trabajo o motivos ineludibles. 

“Al final la gente se adapta, va a trabajar antes para salir antes de su trabajo y a partir de las nueve tienes que estar en casa con Netflix y cenando”, señala,  consciente de que “no queda otra”. Eso sí “ayuda muchísimo” el mal tiempo, pero también reconoce que el ánimo a estas alturas es radicalmente distinto al de la pasada primavera. “Después del primer confinamiento había una euforia, ahora en la segunda ola el ánimo es bastante diferente, porque el túnel que se ve es un poco más largo”.

Lo que sí tiene claro Pablo es que, a diferencia de la primera ola, es la primera vez que Francia –con 20.000 casos al día- ha tomado medidas más duras que en España. Otra diferencia notable son las facilidades para acceder a una PCR, que en muchos puntos como en el aeropuerto y algunos puntos son gratuitos, además de la duración de la cuarentena para casos positivos y contactos estrechos, que es de siete días. “Esto ha agilizado mucho más el tema laboral, no es tan dramático. El tema de los PCR es otro rollo totalmente”, explica.

Como le ocurrió casi cuando el atentado yihadista de París en 2015, familiares y amigos han contactado con él estos días para preguntarle cómo afrontaba este confinamiento nocturno impuesto, especialmente cuando lo decretaron. “Aquí lo vivimos con cierta normalidad y con la sensación de que esto puede terminar pasando en España. Es algo esperable, así que lo que le diría a los españoles es que no se preocupen, que es la sensación menos mala de las medidas porque al final la gente se acostumbra y es el precio que hay que pagar”.

Tampoco se plantea este joven, de momento, que en diciembre vaya a tener problemas para volar a España para pasar las navidades con la familia. “Tengo mi pasaporte español y las compañías aéreas están volando con cierta regularidad a Sevilla y Jerez. No creo que tenga problemas salvo que fallen las compañías. Ahora mismo no es un tema que me preocupe”.

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