El tiempo en: San Fernando

Jerez

“El perder no lo llevaba bien; Raquel era su fin personal”

El entorno de la víctima apunta a la "perdida de estatus social y económico" que hubiera causado una separación para el acusado.Este jueves, pruebas periciales

Publicidad AiPublicidad Ai Publicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai
Publicidad Ai Publicidad AiPublicidad Ai
Publicidad Ai Publicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai Publicidad Ai
  • El acusado con su abogado. -

El juicio por el crimen de Raquel Barrera, la mujer de 42 años que perdió la vida presuntamente a manos de su marido, José Antonio C.B, de 46 años en la madrugada del 6 de abril de 2014, encara su recta final. La sesión de este jueves dedicada a las pruebas periciales es clave, puesto que  los forenses explicarán cómo fueron las puñaladas que recibió y si tuvo alguna posibilidad de defenderse, lo cual es fundamental para apoyar la tesis de asesinato por el supuesto ataque por la espalda y de “forma sorpresiva” que mantienen las acusaciones, frente a la calificación de homicidio de la defensa.
A la espera de cómo se desarrolle la vista, especialmente dura fue la de ayer miércoles por la carga emocional que supuso un reencuentro que ni Luis Barrera, padre de la víctima, ni José Cantalapiedra, el hijo de 25 años del matrimonio, hubiesen imaginado en sus peores pesadillas hasta antes de la fatídica madrugada.

El joven protagonizó el momento más tenso de la mañana cuando al mediodía subió al estrado a declarar como testigo y miró desafiante a su padre, sosteniéndole la mirada en todo momento, mientras este último permanecía impasible, sin inmutarse, su actitud desde el lunes.
Ya delante del tribunal y del jurado, relató ante las preguntas de su abogado, el letrado Manuel Hortas, que el fin de semana del suceso “tenía previsto venir a Jerez”, porque estudiaba en Sevilla en esa época, pero finalmente le “surgió un plan” allí y avisó a su madre diciéndole que no iría. Normalmente solía venir a Jerez “dos fines de semana al mes” y  “hablaba con ellos” casi a diario, viendo incluso más a su padre porque cada martes y jueves comían juntos en Sevilla, adonde su protenitor acudía a hacer un curso, ya que entonces estaba en paro. Sí reconoció que aunque veía que sus padres tenían una “relación normal”, en la última etapa notaba “cierta tensión” aunque “no muy fuerte” porque escuchaba que “hablaban en la habitación más de la cuenta”.  


También señaló que su madre, con la que tenía “confianza”, le había llegado a comentar en una ocasión si le afectaría si el matrimonio se llegara a separar. “Le dije que para mí no sería ningún problema, que si la cosa no iba bien yo iba a seguir queriendo a los dos”, relató. Tampoco era ajeno a las preocupaciones de su padre respecto a una supuesta adicción de su esposa al móvil. “No le di importancia, porque veía que no tenía un problema con el uso del móvil”.  Su último contacto con ella fue por WhatsApp el sábado 5 de abril a la hora de comer. “Le pregunté cómo estaba y me dijo que tranquilamente, tomándose algo en el centro. Entonces le dije, vale mamá; ya hablamos. Esa fue la última conversación que tuve con ella”, se lamentó.

Casados “hasta la muerte”
¿Cómo era su madre?”Era una persona feliz y sincera”. A su padre lo describió como a una persona “racional” y “coherente” que “mide sus palabras” y “no deja nada a la improvisación”. Un detalle en el que también reparó el joven y del que también se está hablando estos días en el juicio es el papel que jugó la perra que el matrimonio se había comprado en el último año y de casi 50 kilos. Si bien el acusado dijo que la noche de los hechos el animal se colocó al lado del cuerpo de Raquel cuando ya estaba muerta, sin que tuviera restos de sangre, porque se quedó en la planta de arriba, su hijo dejó claro que si el animal “se quedó al margen, no bajó y ni se puso agresiva” era “porque la encerró arriba” (por el padre), dado que “era protectora con la gente de la familia”, manifestó.
También declaró ayer una  cuñada y amiga de la víctima, que describió cómo era la personalidad del procesado y cómo había cambiado en la última etapa.


Precisamente, los dos últimos sábados antes de su muerte ella y su marido -el hermano de Raquel - salieron con el matrimonio y notaron un comportamiento que “no era habitual” en ellos, llegando a presenciar discusiones en las que él le llegó a decir que “todo tiene un límite”. De hecho, relató esta testigo que en un WhatsApp Raquel le había llegado a comentar en las últimas semanas que estaban atravesando “su primera crisis” en 23 años pero que ella “lo quería mucho y y habían hablado de poner de su parte para superarlo”, aunque “ya no  tenía tanta ilusión por celebrar sus bodas de plata”.
Como hicieron otros familiares, su cuñada tampoco dio importancia al chico argentino que había conocido Raquel por internet. Sí se alargó más a la hora de contar detalles del carácter del acusado y lo que supondría para su vida social y económica separarse de su mujer.

Perdía su estatus económico
“Raquel tenía su sueldo y mi suegro corría con los gastos cotidianos de la casa, que era de una sociedad suya. A él se le había acabado el paro. Si hubiera separación el perjudicado era él porque él perdía todo su estatus social y económico. Él quería la perfección, luchaba mucho por la proyección de su imagen y el perder no lo llevaba bien. Raquel era su fin personal”, añadió su cuñada. 


Especialmente llamativo  fue el capítulo que narró un amigo que estudió con el acusado y que también mantenía una relación de amistad con Raquel, con los que la pareja salió el sábado anterior. Explicó que en un momento dado de la noche la fallecida y su marido discutieron y este último acabó tirando un botellín de cerveza al suelo. Al final él llevó a casa al matrimonio en su coche y en el trayecto de vuelta “Jose le pedía llorando que se aclarara de si quería seguir o no. Ella no le contestaba. Cuando Raquel se bajó del coche, él me dijo que había casado con ella hasta la muerte. Luego se fue le puso el brazo en el hombro y entraron bien en la casa”. Esa noche no le prestó importancia porque se pensó que era una forma de hablar, pero a lo largo de estos dos años “esas palabras me han retumbado”, reconoció.


También pasaron por la sala de vistas un hermano del acusado, que explicó lo “traumático” de las muertes casi seguidas de su abuela y su padre a los 40 años cuando eran niños al llegar las “dificultades” tras vivir en un “entorno acomodado y una familia de bien”. Esto, según indicó, marcó el carácter de su hermano, de quien dijo que tenía “opiniones extremas” y problemas para dormir. Para él y para dos tías del acusado con los que apenas ha tenido contacto los últimos 25 años - porque Raquel no tenía relación con su suegra- la única explicación a lo ocurrido es que José Antonio sufriera un “brote psicótico”. Sobre el estado que presentaba  la noche de su detención, también hablaron los dos médicos que lo atendieron, descartando que sus heridas en el abdomen, muñecas y el cuello fueran graves, ni que tuviera síntomas de embriaguez.

Una carta,  ¿premonitoria?, y unas sevillanas ‘vigiladas’ con su padre

Significativo fue el final de una carta con la que el hijo de Raquel dio “entre la documentación de mi casa” en una de las “pocas veces” a las que ha ido después de lo ocurrido “porque es un poco difícil” a la que se refirió ayer y que llevaba encima. Estaba dirigida a su madre, y en ella su padre plasmaba por escrito que “era la mujer más maravillosa del mundo con la que se ha cruzado y se cruzará” y un final que tampoco le dejó indiferente. “La vida es corta, pero es efímera comparada con la vida VENIDERA”. Ayer su abuelo, que reclamó que “se cumpla la ley en todo su rigor”, había contado previamente que él y su mujer eran los que más salían con la pareja, que pasaba largas temporada en su casa y que la noche de los hechos notó que  su yerno “se pasó de servicial” y  llegó sentirse “vigilado” mientras bailaba con su hija unas sevillanas antes de irse.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN